Sí señor, cada día que pasa lo veo todo más claro: Están todas locas.
Como una puta regadera.
No hay quien las entienda: No saben lo que quieren, son unas putas y unas guarras. Se sacan los ojos, no se fían las unas de las otras… Y sin embargo aun hay quien insiste en que: “son adorables”, “no se puede vivir sin ellas” (salvo los gays, claro, y algunas clases de animales hermafroditas o asexuados –véase algún tipo de humanos con profesiones antinaturales que incluyen el celibato y matarse a pajas-).
Y esto dicho por alguien que espera conservar la suficiente feminidad como para ser considerada mujer todavía.
Últimamente no escribo apenas, lo sé. No tengo tiempo, ni tengo casi ganas de escribir. Además, este período de abstinencia bloguera me ha servido para darme cuenta de que realmente escribo cuando me siento –de alguna manera- mal, y quiero desfogarme.
En estas semanas he empezado por lo menos seis posts, de los que –a las pruebas me remito- he finalizado con éxito cero. Un porcentaje bastante triste.
Ando muy ocupada, y dentro de nada empiezan las clases. Por si no tuviera bastante tiempo ya disponible, me he apuntado a japonés al final. Sí señor, con un par de pelotas. Y el 21 empieza la uni… E, incluso, me fui al gimnasio a ver a mi antiguo profe de Taek won do, y me decidí a volver al tatami. Martes y jueves de noche. Espero tener tiempo para respirar.
Me he dado cuenta de que aparte de que estoy irremisiblemente desequilibrada –espero que en la oficina no me tengan esto muy en cuenta ni se hayan percatado de ello-, lo que se podría llamar mi “yo” no tiene solución.
No hará tanto que escribí el megapost aquel de “Salvaje”, apología de mi independencia y mis estreses personales. Y aquí estamos, sí señor, cinco semanas más tarde (o algo así), con mi histeria a cuestas porque me he dado cuenta de que…
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Yo NO necesito TANTO espacio!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Quiero más mimos!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Quiero verle más!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Todas las amigas que me conocen, me han recomendado una y otra vez que viera algún episodio de “Sexo en NY”, que me iba a gustar mucho y que me iba a identificar con la escritora (protagonista principal, me supongo). Este fin de semana he tenido la ocasión de ver un cachito en el canal Cosmo. Realmente no sé muy bien de qué iba, porque lo pillé a medias, pero me puedo hacer una idea…
La cosa es que ella se había ido a vivir con el que me figuro es su novio a un pisito, y todavía no habían arreglado la casa, así que solo tenían una habitación que se separaba del salón por una cortina, y un sofá en el “salón”, rodeado de cajas, y cajas, y cajas sin abrir. Supongo que fue un problema de espacio. Y ella al llegar a casa le dice a él que durante una hora no le hable, y la deje tranquila, y que haga ver que no existía.
Así que se encierra en el “dormitorio”, corriendo las cortinas tras de sí, y cuando no han pasado ni cinco minutos, asomando la cabecita por las cortinas le pregunta a él “¿Ha pasado la hora ya?”, y él la mira y le dice que no, que ni siquiera un cuarto de hora. Así que ella se vuelve a la cama… Para tres segundos más tarde, salir del “cuarto” y sentarse con él en el sofá, mientras su voz en off dice “lo bueno de las necesidades, es que una vez cubiertas, dejan de ser necesarias”.
Vamos, que una vez sabes que el otro es capaz de dejarte tu espacio, ya no necesitas reclamarlo, te relajas, y disfrutas tranquilamente.
Y creo que algo así me ha pasado a mí.
Jolín, a mí a veces me apetece verlo más del o que lo veo, porque encima entre semana soy medio zombie… Pero claro, no se lo digo, porque pienso que seguramente él también quiere su espacio, y para el caso, si quisiera verme más, me lo diría. Así que supongo que estamos en el punto óptimo de equilibrio que no hay que traspasar para llegar a la saturación.
También me doy cuenta de que no me conozco y a veces no sé lo que quiero. A ver, que tengo muy claro en el terreno laboral a dónde quiero llegar, y por dónde tengo que ir para alcanzar mis metas pero… El terreno afectivo es bastante más movedizo y no se puede controlar.
Perder un trabajo, es una putada. Que se acabe una relación que te importa es el fin del mundo. O al menos así lo vemos nosotras.
Últimamente me debato entre tener la guardia puesta todo el día, o bajarla y ser más yo (aunque a ratos no tengo muy claro qué cojones es “ser más yo”, pero bueno). Pero me da pánico, porque Grunttt siempre me recuerda que el amor es un juego en el que el primero que se enamora, pierde.
Es muy bonito el romanticismo, y querer y sentirse querido… Pero nadie quiere sentirse desnudo y quedar expuesto. Así que muchas veces intentas cubrirte. Lo bueno, es que si te la dan te duele menos. Lo malo, es que no disfrutas del momento, gastas una pasta en aspirinas y deberías plantearte seriamente comprar acciones de la farmacéutica que produce Almax, porque al menos a mí me pasa que la gastritis me mata cuando me atacan los nervios.
Cuesta creer a veces, que sea insegura. Pero sí, sí. A veces lo soy. Y me doy cuenta con estas cosas. Porque, si yo estuviera cien por cien segura de mí misma, no sentiría celos, no tendría miedo. Viviría tranquila y feliz (cosa que no hago).
Creo que toda esa lista abominable y maratoniana de actividades que me estoy proponiendo llevar a cabo (de la que soy consciente que igual en diciembre ya he tirado la toalla de la mitad de cosas), es simplemente para quitarle tiempo a mi cerebro, pensador inagotable. A más cosas hago, menos tiempo para pensar. A más cosas hago, más cansancio, más sueño, menos tiempo para pensar.
Creo que lo único que pasa es eso. En cierta forma me estoy escondiendo… Pero de mí. Debería haber aprendido que de mí no puedo huir. Pero lo intento con todas mis fuerzas.
No sé… Tengo miedo de enamorarme de Ese y volverme a quedar tirada, pero pienso… ¿Vale la pena vivir encerrado por el miedo? Porque seguro que así me perdería mil cosas. Además… Alguna vez tiene que salir bien, ¿o no?
Por otro lado, en serio, no me fío de las tías: unas guarras todas. Pero claro, Grunttt, en su sabiduría infinita me ha intentado inculcar más de una vez que no me tengo que fiar de tres mil millones de mujeres, si no de un hombre o de una mujer. Y punto. Que si alguien te la quiere dar con queso, tiene mil momentos y tendrá cientos de ocasiones en el futuro.
Y que no puedes estar en guardia delante de todo eso. Simplemente, tienes que creer en la otra persona.
Pero vamos a ver… ¿Quién en su sano juicio se fiaría hoy de nadie, y menos de un hombre? xD Que ya no vivimos en el paraíso, vivimos en el infierno de la competitividad. Para cualquier zorra que se digne, nada mejor que saber que un tío tiene novia, para sentirse atraída por él. Vivimos en ese mundo duro y cruel.
Además, últimamente me he acordado de otra cosa. Todos tenemos amigos y amigas, claro. Pero no todos saben cual es su lugar. Yo, por ejemplo, estoy tranquila con Grunttt, de hecho es el único hombre sobre la faz de la tierra con el que me siento tranquila de amigo. Porque de él no me esperaría jamás ninguna mariconada estúpida. Porque cada uno sabe cómo es.
Él tiene su familia y yo soy un satélite aparte. Afortunadamente, ni siquiera me atrae como “hombre” para mí es… Yo qué sé… Como un angelito: asexuado. Y yo estoy segura que para él lo importante es su familia y nada más. Así que podemos ser amigos. Porque no hay nada por el medio.
Cómo me indicó Nashiel... Igual alguna vez se puede dar que tu pareja es como un angelito asexuado para otra persona… Tendré que meditar al respecto.
No obstante, a veces pasa que tienes amistades, que se dan cuenta cuando alguien aparece que puede ser una pareja de verdad, que sienten que pierden al otro, y hacen estupideces. Normalmente, las tías. Tontas del culo (Dios… ¿Seré medio machista? xD).
Entendámonos: no es lo mismo que un amigo tuyo tenga novia a los 16 años, ni a los 18, ni a los 20, que a los 30. Porque en los tres primeros casos sabes a ciencia cierta que eso no va a ningún lado, y siempre te queda el consuelo de “yo estaré ahí, cuando esa se vaya”. Pero… Oh… A los treinta es MUY distinto. Porque eso ya puede ir en serio.
Y entonces te das cuenta de que de verdad, perdiste el coche. Y el premio gordo se lo lleva la que acabarás llamando interiormente “esa zorra”, aunque la prudencia indique que por los siglos de los siglos, le vas a dedicar la mejor de tus sonrisas, pese a que lo mejor que le deseas es “que así la parta un rayo”.
Claro que, como no quieres perder a tu amigo, serás eternamente falsa, o evitarás el contacto lo máximo que puedas, hasta que ya no aguantes más. Un ejemplo parodiado de esto se podría ver en la película de “La boda de mi mejor amigo”, de Julia Roberts.
Sinceramente opino que las mujeres no están hechas para ser amigas, como los hombres. Son muy raros los casos en los que hay amistad, y siempre se dan cuando no estás “luchando” por lo mismo. Y creedme: las mujeres están en guerra constante.
Pueden vivir en una ligera tregua, pero… El mínimo fallo diplomático, y a la mierda: misiles nucleares por todas partes destrozándolo todo, aunque ellas dos perezcan en el camino, o –lo que es peor- destrocen aquello por lo que luchaban, en ese tira y afloja. Es un hecho. Pero no te das cuenta de eso, hasta que es MUY tarde.
En muy extrañas ocasiones puede suceder que un mejor amigo y una pareja sean amigos entre sí, pero para eso tienen que no sentirse amenazados, y encontrar algún interés común lo suficientemente fuerte como para unirles, porque si no, esa relación está destinada al desastre.
El otro día estaba hablando con Éste, cosa que nos pasamos el día haciendo (entre otras, claro xD), y me di cuenta que parece que él ha crecido en otro mundo. Seguramente en un multiverso paralelo rockwelliano, porque no parece haberse sentido amenazado por nada, ni parece haber habitado un ambiente hostil. No como yo.
A veces miro a Éste, y le envidio. Su relación con su hermano, lo que cuenta de su familia, esa seguridad en sí mismo, y me pregunto porqué no la tengo yo. En mi mundo, lo que siempre he visto es cómo los demás intentan quitarte siempre lo que es tuyo, lo que tú amas, lo que proteges por encima de todo.
Así que yo aprendí a destrozar todo lo que se me planta en medio. No es la ley de ojo por ojo: Es vida por ojo. Jias jias… Matar para vivir. Jejejeje. Pues sí, eso mismo es. No digo que sea bonito, ni agradable. Simplemente: es así.
Quizás en vez de Taek won do, debería plantearme la opción del yoga (o la de fumar porros, no lo sé, todo el mundo insiste en que relajan xD, lástima que yo no fume), para tranquilizarme.
Si apenas me fío de los tíos… De las tías mucho menos. No hay más. *Amf*, me empieza a molestar el estómago. ¿No te digo? Puro nervio.
La cosa es que por más que me exaspere, y me estrese, y me ponga histérica, y me pase el día en guardia… No puedo hacer nada por evitar según qué cosas, y no gano nada estando en tensión todo el día.
Esto me recuerda una pequeña historia que Ese también conocía. A mí me la contó mi padre. Y decía más o menos tal que así:
Había una vez una tortuga (conejo en según qué versiones de la fábula), que estaba apunto de cruzar un río, cuando en esas aparece un escorpión a su lado.
- Tortuguita –le dijo el escorpión-, ¿vas a cruzar el río?
- Sí –le respondió la tortuga, mirándole de soslayo desconfiada.
- ¿Te importaría cruzarme contigo? Yo también quiero ir al otro lado –le dijo el escorpión.
- Ya pero… Pero es que tú eres un escorpión… No creo que sea buena idea llevarte en mi lomo… ¿Y si me clavas tu aguijón? –le preguntó la tortuga desconfiada.
- ¿Pero cómo iba a hacer yo eso? –le replica el escorpión a su vez-. Si te picara, te envenenaría y te morirías, y entonces me moriría yo también, porque no sé nadar.
- Ah –dijo la tortuga pensativa-. Está bien, te llevaré al otro lado conmigo, pues.
Así que la tortuguita dejó subirse al escorpión en el lomo, y se fue nadando chino-chano hacia el otro lado, mientras charlaban animosamente. En esas, la tortuguita sufrió un espasmo, y su cara se ensombreció de terror…
- ¿Qué has hecho? –le preguntó incrédula la tortuguita al escorpión- ¡Me has picado! ¿Por qué lo has hecho? ¡Ahora no podré nadar más y me ahogaré! ¡Nos ahogaremos los dos! –decía mientras notaba como sus músculos se paralizaban y se hundía lentamente en el agua.
- Lo siento –le dijo el escorpión, pesaroso-. De veras lo intenté… Pero aguijonear, está en mi naturaleza –dijo él, mientras se ahogaba tras ella en las frías aguas del río.Y bueno, muchas veces, las cosas son así. Lo intentas, y lo intentas, y lo intentas. Intentas ser diferente, pero no lo consigues. No puedes luchar contra la propia naturaleza. Por eso muchas cosas son difíciles de cambiar. A veces me pregunto si algún día yo conseguiré ser más templada en mis emociones, si aprenderé a controlar mis iras y rencores, y la verdad es que no lo sé.
No es que no lo haya intentado. Pero… Me cuesta tanto…
¿Dónde narices está mi Almax? ¿Aspirinas, por favor?