8/31/2006

Pastafarismo Vs Creacionismo


Pastafarismo (Wikipedia)


El pastafarismo es una religión creada como respuesta a la decisión del Consejo de Educación del Estado de Kansas (en inglés: Kansas State Board of Education) a finales de 2005 de permitir que se enseñe la teoría del diseño inteligente como una alternativa de la teoría de la evolución [1]. En agosto de 2006 la decisión fue revocada [2].

Esta «religión» se ha convertido, desde entonces, en un fenómeno de Internet que reúne a muchos seguidores del Monstruo Volador de Espagueti (MVE, en inglés: FSM o Flying Spaghetti Monster) que se llaman a sí mismos «pastafaris» (copia del término rastafaris) y proclaman haber sido «tocados por Su apéndice tallarinesco» y predican la palabra de su «Señor Tallarinesco» como la religión verdadera. El pastafarismo es fundamentalmente una invención de Bobby Henderson, licenciado en física de la Universidad Estatal de Oregón.

(Nota: El Pastafarismo es el movimiento reaccionario del Creacionismo)


He aquí otro de los motivos por los que la humanidad podría merecerse ser salvada: el innato sentido del humor.

Bien, me animo a escribir este minipost, como resultado de las conversaciones post-desayuno mantenidas con mi compi de trabajo, Agustín.

Está claro que el ser humano es estúpido por naturaleza, pero esto da lugar a ideas tremendamente hilarantes. Así que me decido a incluir el absurdo sentido del humor del hombre, como argumento adicional en la campaña “Pro Defensa de la Existencia de la Humanidad”.

De verdad, cada día me asombro más de las imbecilidades que llegan a inventar algunas personas, y de las reacciones tan inverosímiles que éstas ocasionan.

Y visto lo visto… Lo que es más increíble aun es que todo esto suceda en el país que actualmente goza de ostentar el título de “Primera Potencia Mundial”, es decir: Estados Unidos.

Cada cual que saque las conclusiones que crea oportunas… Pero para mí está claro: somos una raza de dementes.

Después vendrá algún iluminado a decirme que mi tesis de creación de las religiones con “Bruto, El Jefe” y “Liante, El Primer Sacerdote De La Historia” es una aberración…

Esto pasa porque no vivo en Estados Unidos, que si no, me hacían un monumento e incluso me hubieran dejado escribir en algún libro escolar (aunque en muchos estados hubiera corrido el riesgo de ser quemada por hereje xD).

P.D.1: También uno puede declararse Jediísta en algunos países... Ver para creer...
P.D.2: El hombre este, Bobby Henderson, me caería bien fijo, si le conociera xD
P.D.3: Yo quiero crear el Jack-Sparrownismo (o Sparrownismo a secas como diría Charli)

¿Somos o no somos cojonudos, los humanos?

Caminos


Cantares...

Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.

Nunca perseguí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.

Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse...

Nunca perseguí la gloria.

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino
sino estelas en la mar...

Hace algún tiempo en ese lugar
donde hoy los bosques se visten de espinos
se oyó la voz de un poeta gritar
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso...

Murió el poeta lejos del hogar.
Le cubre el polvo de un país vecino.
Al alejarse le vieron llorar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso...

Cuando el jilguero no puede cantar.
Cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso.

Antonio Machado


Hace unos días iba al trabajo leyendo el segundo tomo de “Sunadokei”, publicado en España por Panini Comics, bajo el nombre de “Reloj de Arena”.

La verdad es que, siendo sincera, últimamente de comics leo casi todo shojo. Sigo tres series que me gustan bastante la arriba mencionada, después “Érase una vez nosotros” (Bokura ga Ita), y Galism. Después tengo un montón de historias en cola, cosa que subsanaré en los meses venideros, cuando sea fija en febrero ya.

Afortunadamente de Bokura ga Ita están sacando el anime, y cada semana miro el capítulo correspondiente. Suerte que me defiendo plenamente en inglés, porque eso me da la oportunidad de disfrutar de muchas series subtituladas, que de otra forma no podría entender a pesar de verlas. Esta mañana ya he encontrado el capítulo número ocho.

La típica historia shojo es chica conoce chico, se enamoran, pasan un montón de penurias y al final acaban juntos. Todo un tópico. Pero aun así, no puedo dejar de leerlas. Me encantan. Aunque sepa cómo van a acabar, y que de hecho espero que así sea, las compro y las leo. Y después las que más me gustan las releo.

Me he dado cuenta que si lo pienso fríamente, a pesar de conocer el final, lo que me gusta es disfrutar del camino que recorren los personajes hasta alcanzar su destino.

Disfrutar del camino.

Recuerdo que venía en el bus pensando justamente eso, cuando el transporte doblaba por Sants Estació y me fijaba en los edificios que han tirado abajo frente a la estación de autocares.

Grunttt me ha insistido siempre en que lo importante muchas veces, es disfrutar del camino, a pesar de saber hacia dónde conduce, e incluso cuando todavía no lo sabes. Y me puse a reír para mis adentros cuándo yo sola pensé que me gusta leer esas historias aunque sepa que los personajes acaban juntos, sólo por el hecho de disfrutar de las cosas que les pasan mientras tanto.

Soy de pensamiento rápido y raudo enlace de ideas. Unas me llevan a otras a una velocidad descomunal, de manera que en la mayoría de ocasiones cuando hablo, cambio de tema aun sin haber acabado la frase anterior. Muchas cosas que comunicar y muy poco tiempo. Ya lo he comentado alguna vez.

Me pareció un poco ridículo y triste que lo que me hubiera hecho analizar fríamente esto fuera un shojo. Precisamente porque yo siempre estoy más pendiente de a dónde me lleva todo, más que de disfrutar del momento.

Y eso en cierta medida me recordó el poema de Antonio Machado que encabeza el post. Cada uno interpreta la poesía y las historias como quiere. Muchas veces puedes leerlas una y otra vez y en cada momento decirte una cosa distinta. Por eso disfruto leyendo y releyendo algo una vez y otra, en momentos distintos de mi vida.

Intentando asimilar esa filosofía, estoy haciendo esfuerzos conscientes por degustar lo que me pasa día a día. No digo que mi mente no se disperse hacia el futuro de forma casi constante. Soy incapaz de estudiarlo todo a corto plazo. Analizo a largo, casi de forma instintiva.

Pero ahora lo que hago es, sin perder ese largo plazo de vista, pasarlo bien cada día.

Supongo que hay cosas y momentos que si no los exprimes como a una naranja, hasta la última gota, y los saboreas en el momento, pierden la esencia (como beberte el zumo de naranja del día anterior, que de Vitamina C, debe de tener bien poca ya).

Imagino que habrá una cantidad considerable de cosas que merece la pena que te sumerjas en ellas y vivas esos instantes, porque después cuando el momento pasa, no podrás volver atrás para degustarlas.

Estos días, estoy muy tranquila, y bastante contenta. Tengo mis momentos de histeria personal, claro, si no, no sería yo. Pero todo, por lo general, me parece fantabuloso.

Hay por ahí un inconsciente que se ha atrevido a intentar aguantarme (probablemente sea candidato a “Record Guiness a la Persona más Martirizada de la Historia”). Y me lo paso muy bien cuando lo veo. Para más alegría, es del grupo de gente con la que salgo últimamente.

La casualidad tiene mucho que ver con las bifurcaciones de la vida. Siempre he pensado que las casualidades no existen, pero supongo que tengo que rectificar, y decir que en ocasiones, la casualidad existe y juega un papel muy importante en los acontecimientos.

Por allá por abril, cuando comencé el blog, me registré en un foro sobre uno de mis libros favoritos (gracias “Ex”, por haberme dejado y ponerme lo bastante histérica y de mala ostia como para querer gastar mi tiempo en éste mi precioso blog y en otras actividades superfluas como los foros online; de no ser por él, no conocería a estas fantásticas personas).

Como hago siempre, tardé un tiempo entre leer y registrarme. Pero al final lo hice y me alegro mucho por ello. Un buen día por allá por junio me fui al cine con estas buenas gentes a ver X-Men III y desde entonces vamos quedando para ver películas y mantener noches de tertulia.

Me lo paso en grande.

La casualidad hizo que nos conociéramos, y que nuestros caminos se juntaran. Ignoro si el día de mañana seguiremos juntos o cada uno se irá por su lado, pero mientras tanto, disfruto de los buenos momentos, y si mañana no estamos ya juntos tendré bonitos recuerdos.

Esta semana no he escrito apenas. La verdad es que estaba muy hecha polvo, y tenía la cabeza en otros menesteres. Como suelo decir “tengo muchas cosas en mente, pero soy una mente dispersa”. Me he dedicado a la vida marmotil, ya que tenía cansancio acumulado desde el lunes pasado, y este fin de semana dormí quizás 5 horas en dos días y medio. Una animalada.

Pero fue por una buena causa.

El pasada sábado fuimos a ver “La joven del agua”. No entraré en detalles sobre la película, si bien para mí, fue una más del montón. La verdad, fue la excusa para que quedáramos en tropel. Y a la noche celebramos en cumpleaños de la que me parece es la alevina del clan.

Esas celebraciones sorpresa, compartir opiniones y una pizza guarra, hablar hasta más allá de las siete de la mañana, las risas, el jolgorio, las fotos de momentos estelares, todas esas son cosas que me hacen alegrarme cada día de haberlos conocido.

Casualidades y caminos.

Al final tendré que darle la razón a algunas (no pocas) personas, que me decían que no viviera tan obcecada pensando en lo que pasaría mañana si yo hacía hoy estoy y lo otro. Soy probablemente mucho más feliz ahora, que intento disfrutar de lo que tengo.

Supongo que como todo, debe de ser cosa de práctica.

Prácticamente magia



Superjefe sigue aun de vacaciones, y está viajando por Turquía.

Pobre hombre, eso me había parecido entender la última vez que hablamos, y me han confirmado que así es. La verdad es que me quedé un poco preocupada con el tema de los atentados, pero parece ser que está bien, y no se ha topado con ningún problema, es más: tampoco tenía muchas noticias de los atentados, no parece que sea algo que se trate mucho en las regiones que está visitando.

Me moriré, y no habré conseguido entender la estupidez supina que persigue al hombre con cada golpe de aire que aspiramos. En serio, es patético. Es tan triste ver que realmente la fuerza bruta es el recurso de quien se queda sin palabras…

Decididamente, la única excusa que puede tener la humanidad para tener derecho a seguir subsistiendo sobre la faz de la Tierra, es su asombrosa capacidad por crear cosas bellas.

Como mi blog sin ir más lejos xD, la literatura y dentro de ella la poesía, el teatro, y otros tipos de arte como la pintura, la escultura, la arquitectura… Todas esas cosas demostraciones de sentimientos.

Siempre me ha parecido que hay algo mágico en las personas capaces de emocionar con lo que han creado a partir de su sentir. Las mejores historias, las mejores poesías, los mejores cuadros surgen muchas veces de esos momentos desgarradores, maravillosos y/o irrepetibles.

A pesar de todo lo malo que somos capaces de hacer, supongo que la raza humana “merece” (aunque sería más correcto decir que se nos “perdona”) vivir porque somos capaces de crear cosas bellas y emocionarnos a veces.

Es impresionante como algunas cosas provocan que quieras escribir o dibujar y plasmar tus pensamientos, fluyendo por las yemas de tus dedos hasta convertirse en un cuadro, en la fachada de un edificio, en una historia, en tantas cosas increíbles.

Esas mismas manos que son capaces de apretar un botón y lanzar una bomba, accionar un gatillo y terminar con la vida de alguien de un disparo, sostener un cuchillo y matar al compañero. Las mismas que bailando con precisión sobre un lienzo pintan un hermoso cuadro, o que con la misma precisión estrangulan a una persona.

No dejo de sorprenderme cada día. Capaces de tantas cosas horrendas, y sin embargo sensibles aun para crear belleza.

Es muy frustrante cuando no consigues transmitir lo que tienes en mente. A pesar de ser de ciencias, mi corazón es de letras. Me encanta pasear por las Ramblas y ver cómo pinta la gente, o hacen retratos. Me encanta coleccionar ilustraciones bonitas. Me encanta leer novela o poesía. Tengo un elevado sentido de la estética y las cosas bonitas me llaman la atención como una llama a la polilla.

Cuando te emocionas con algo que te ha gustado, muchas veces sientes un calor especial. En el corazón, en la cabeza, en el alma… O como lo quieras llamar. Ese sentimiento, de por sí, ya es bastante mágico.

Hace unos meses conocí a una persona que está ligada al mundo literario, y tiene ocasión de leer muchos libros de las más variadas temáticas. Es un contertulio impresionante, y no me aburro de hablar con él.

Como es mayor que yo, tiene recuerdos de cosas en las que yo jamás había caído, y conoce historias de las que yo no he oído hablar. Conocer gente así, amplía tus horizontes.

Hemos llegado a cruzar diez o doce mails en un día, comentando libros y sucesos. Una vez recuerdo que le dije que envidiaba a algunos escritores.

Siempre decimos que no existe la magia. Pero a veces pienso que no es verdad. Porque tiene algo de mágico coger la llamada de un amigo tuyo que estaba en Barcelona, y que te llame y esté en el Estudio Ghibli, en Japón.

No es que no haya magia: es que los humanos buscamos la explicación lógica de todo, y la matamos sin darnos cuenta a patadas, cada vez que intentamos racionalizar algo.

Por poner ejemplos de magia, usaré a mis escritores favoritos de literatura fantástica: Lloyd Alexander, Andrzej Sapkowsky, George RR Martin, Louise Cooper, Margaret Weiss, Tracy Hickman…

Ellos escriben fantásticas historias para nosotros. Son nuestros ojos en otros mundos, como por ejemplo le digo a Satyro, mi amigo, que él era mis ojos en Japón estos días pasados.

Puede que para nosotros no “existan” muchas cosas que ellos nos narran, porque no hay dragones sobre la faz de la Tierra, porque no hay hadas, porque no hay brujas (de las que hechizan xD), ni princesas encantadas, ni sirenas, ni unicornios (aunque los hay cornudos xD)…

Pero hay un lugar donde de verdad Prydain pervive, donde Westeros es real, donde Yandros y Tarod luchan contra el Orden, y donde Jaskier vive aventuras junto a Geralt y Yennefer. En los corazones de todos esos fantásticos autores.

Estoy plenamente convencida de que ellos son capaces de cerrar los ojos y dejarse llevar a esos parajes. Ellos, en cierta forma, viven en sus mundos de ensueño, si no de forma habitual, son libres de ir y venir cuando desean. Son los privilegiados cronistas de tiempos y lugares que nos hacen llegar a través de sus libros.

Que muera una persona “corriente” es una pérdida.

Que muera un escritor, un artista, un “ilustrado”, es una desgracia. No desaparece sólo el, desaparece todo el mundo que ha creado, aunque haya plantado en nuestros corazones la semilla de algo hermoso y nos deje un álbum de fotos de sus mundos.

Lamentablemente, hay mucha gente que no lee, y que no escribe.

La imaginación es más potente que cualquier tarjeta gráfica que puedas llegar a tener en tu PC y no hay gráficos generados por ordenador que se puedan comparar a los que pueda plasmar tu mente. Muchas veces imaginas cosas que sería fantástico compartir con los demás, por eso yo animaría a todo el mundo que alguna vez en su vida intentara escribir.

Plantar un árbol, escribir un libro, tener un hijo.

Muchas veces no nos animamos a escribir porque nos da vergüenza. Porque pensamos que no lo haremos bien, ya que hay quien lo hace mucho mejor que nosotros. Expresar sentimientos es cuestión de práctica, como todo. Primero cuesta mucho, pero poco a poco vas más suelto.

Aunque la verdad da cierta rabia tener algo en la cabeza y no poder sacarlo de ahí. Yo por ejemplo, puedo dibujar algunas veces, pero no siempre. Tengo que sentirme realmente inspirada, y aun así no conseguiría hacer algo como el dibujo que acompañará al post. Para algunas cosas hay que tener DON.

Y me molesta bastante cuando esa imagen bonita que tengo en la cabeza no hay forma de sacarla. La mayoría de mis dibujos se quedan en bocetos. Muchas veces no me atrevo a acabarlos, porque mientras están incompletos, cada persona que los mira puede imaginarlos a su manera, los perfila con detalles que habitan en algún rincón perdido y remoto de su imaginación.

Lo mismo me pasa con las historias. Tengo docenas de posts pululando “Mis Documentos”, a la espera de que llegue ese “toque” que me lleve a escribirlos. Hay una comedia muy divertida, La Musa, que trata sobre la Inspiración, protagonizada por Sharon Stone. Animo a todo el que quiera verla a que la busque.

No puedo decir que haya escrito aun un libro (aunque he pasado este blog a documento de procesador de texto y ocupa más de trescientas páginas sin incluir los comentarios, y eso de por sí, ya es mucho). No descarto hacerlo un día de estos. Sí es cierto, en cambio, que me gusta escribir historias cortas.

Considero que soy buena narrando en primera persona, pero algo me falta que no me veo capaz de escribir un libro usando varios personajes, con sus peculiaridades. Creo que ese “algo” es lo que por ahí llaman “práctica”. Cualquier día de estos me pongo.

No he plantado un árbol, salvo que trasplantar cactus pueda considerarse como tal. Y, evidentemente, no he tenido un hijo todavía (aunque tengo dos felinos adoptivos que cuido como si lo fueran).

Pero una vez planté lirios.

Los lirios son mis flores preferidas. Me encanta la impresionante variedad de colores que tienen. Cuando se me ocurrió tener algunos, conocía los blancos con detalles amarillos, y los azules oscuros con detalles amarillos. Ahora sé que hay una gama mucho más amplia de combinaciones. Mi ilusión es poder tener un pequeño jardín algún día (y que los gatos no se coman mis plantas).

Esta chica de ciudad, que no sabía que había vacas marrones (próximamente escribiré algunas de mis disparatadas vivencias como chica de ciudad por la campiña), no sabía muchas cosas más que la gente de pueblo da por sentado, porque las han visto desde siempre.

Lo cual, ocasiona una cantidad no poco considerable de risotadas cuando explico alguna de mis anécdotas. Quiero pensar que mis amigos se ríen conmigo, que no de mí… Aunque a veces no lo veo yo muy claro…

Pues sí, pues sí…

Un buen día hará ya cosa de dos años, se me dio por ir con Grunttt a La Rambla de las Flores, a comprar semillas para plantar los susodichos lirios. Había tenido una grata experiencia con la botánica en mi ex oficina, ya que contra todo pronóstico conseguí mantener viva una plantita casi un año y tres meses. Ignoro qué fue de ella cuando me marché de allí. Espero que alguien se apiadara y la siguiera regando.

Descubrí que el secreto de tener una planta era tan sencillo como regarla cada dos días. O sea, ser constante y mantener mi compromiso de cuidarla. Después de esta observación, considero que si yo pude tener una planta viva tanto tiempo, todo el mundo puede. Evidentemente, primero era un palo ir a buscar cada día agua para regarla un poco, porque claro… ¿Quién iba a querer desplazarse siete metros desde su mesa al baño? ¡Y cada día! ¡Dios mío! ¡Qué Gran Sacrificio!

Pero decidí que como por lo menos una vez al día tenía que ir a hacer mis cosas, no era tan difícil llevarme un vasito para coger agua y regarla. Además, me producía malas vibraciones estar bebiendo cocacola con la planta delante de mí muriéndose de sed o hambre o lo que narices sea que tienen cuando no toman agua.

Era como tener alguien delante que se muere de hambre, mientras te comes un entrecot y le miras a los ojos, sin darle ni un trocito. Visto así, un poquito sádico. Que ojo, yo no digo que no sea sádica, pero una persona puede buscarse la vida, y la planta no.

He visto muchas películas de plantas carnívoras (véase “La tienda de los horrores”, y mutantes que caminan, pero la mía parecía más delicada y no muy convencida de irse al baño a buscarse el agua.

Así que visto que sé cuidar una planta, me compré mis proto-lirios. Y disfruté la experiencia como una loca (cada quien disfruta como lo que es, ya lo sé).

Ahí estaba yo, poniendo la tierra en el macetero, y colocando los bulbos, regando cada día un poquito. Y una buena mañana empezaron a brotar. De los 18 que planté al final nacieron 4, porque tres murieron creo que ahogados en su más tierna infancia, y los otros once comidos por los gatos. Pero si no, hubiera tenido muchas flores.

Y sí, también hay algo de magia en ver crecer una planta, desde que es semilla, mientras cada día crece un poco más, y un poco más, y otro poco hasta ser alta y esbelta y dar una flor.

Como los hijos.

Hablo sin conocimiento de causa, porque como ya he dicho, no tengo ninguno. No obstante, espero que cuando me muera queden por lo menos dos retoños míos para increpar a la humanidad y recordarles que “Ysondra was here!”.

Ya ves tú, van dos células, se juntan, y dejan de ser dos células para transformarse en una que empieza a multiplicarse como una posesa para un buen día dar lugar a un parásito llamado “embrión” que a los nueve meses se transforma en tu “mini yo”.

Claro que según los científicos es un hecho muy estudiado y natural, y lo han analizado hasta convertirlo en algo casi obsceno. Pero si te dijeran que es “magia”, te habrías quedado igual y también te lo hubieras creído.

Si lo pensáramos, nos daríamos cuenta de que estamos rodeados de magia. Todos tenemos algo de mágico en nuestro interior.

8/24/2006

Cobardía


Cuando ya pensaba que no podía caer más bajo… Me sorprendí a mí misma haciendo algo que en la vida se me hubiera ocurrido que iba a verme hacer: huir de una persona escondiéndome en la primera planta de la tienda Habitat del Triangle…

Me pregunto yo… ¿Es que hay, acaso, algo más triste?

Pero todo tiene su explicación. Vayamos por partes, como dijo Jack el Destripador.

He tardado seis meses en volver a ser una persona contenta y feliz (como Leslie Nielsen en aquella película tan patética titulada “Drácula: Un muerto muy contento y feliz”). Quizás he tardado más que seis meses, si contamos que las cosas empezaron a ir mal por diciembre.

Mal mirado, teniendo en cuenta que un árbol quemado tarda años en regenerarse y a veces no lo consigue, seis meses no es demasiado tiempo.

Escribir es una de las cosas que mas me ha ayudado. Eso y gastarme un pastón en llamadas a móviles, y martirizar a todo el que se dejara en el Messenger, y dar la brasa por el Irc, y foros, y escribir mails y (esto ya es la repera) hablar de cómo me siento con mis padres.

Tengo un amigo (¿?) con el que paseaba un par o tres veces a la semana, y charlábamos hasta aburrirnos. Me lo pasaba teta. Me entretenía mucho. Cuando quedábamos y lo veía estaba todo el rato sonriendo. Un buen día “subió de nivel” para convertirse en ““amigo””. Y entonces empezó mi crisis de ansiedad.

Te pasas veintisiete años pidiendo que aparezca alguien:
  • Que no beba
  • Que no fume
  • Que haga deporte
  • Que le guste caminar
  • Que le guste viajar
  • Que valore su independencia
  • Que trabaje
  • Que tenga carrera universitaria (que no fuera informático, telecos o alguna aberración por el estilo, porque están todos más tronados que yo, son unos autistas)
  • Que sea inteligente
  • Que sea buen conversador
  • Que sea un buen oyente
  • Que tenga sentido del humor
  • Que sea cariñoso
  • Que tenga inquietudes
  • Que tenga un nivel cultural medio-alto
  • Que le guste la lectura
  • Que sea friki
  • Que esté (aceptablemente) bueno
  • Que te soporte
  • Que te comprenda
  • Que te respete
  • Y lo que es mejor: que le gustes tal como eres

Y cuándo encuentras alguien que parece ser algo así, ¿qué haces? Pues lo que haría cualquier humano normal y corriente: salir huyendo.

Lo normal, vamos.

Es que yo no lo tenía pensado. O sea, no estaba planeado. Había reorganizado mi vida para estar sola con mis gatos. Y ya está. Y vivir tranquila y feliz. No tenía un sitio “reservado” para nadie.

Y va, y aparece un “alguien" (y encima sin permiso y sin invitación).

Y yo qué sé… Nos liamos. Y entonces, como dije, empezó mi crisis. Y empecé a hacer todo lo contrario a lo que se suponía que debería hacer, que era alegrarme. Y esto fue: me agobié.

Mucho.

MUCHO.

MUCHÍSIMO.

Yo tenía una vida tranquila y cómoda. Sin problemas. No quiero problemas en mi vida de ningún tipo. Y me volví a sentir idiota. MUY idiota. Tan idiota que iba de camino a Plaza Cataluña y a más me acercaba (habíamos quedado allí), más ganas tenía de salir corriendo. Era como poner dos imanes con el mismo polo uno frente al otro. Uno de los dos tenía que saltar.

Quería llamar a todos los teléfonos de emergencia. A Grunttt (que no cogió el móvil, porque trabajaba), a Montse, a Ana. Quería, no, NECESITABA desesperadamente llamar a alguien antes de que me diera un paro cardíaco y tuviera que marcar el 112 a pedir una ambulancia.

Estuve esperando delante de la joyería del Triangle a mi ““amigo””, deseando con todas mis fuerzas que yo que sé, cayera un meteorito o algo así, se incendiara Barcelona o se me hiciera una carrera en las medias para tener una excusa para irme.

Y entonces me di cuenta de lo estúpido de la situación.

Estaba huyendo de una persona con la que hasta hacía tres días, antes de besarla, me encantaba estar. Cuando quedaba con él me lo pasaba bien y me sentía tranquila y ahora era la loca de la pradera buscando un sitio para esconderme como un avestruz.

Es más, estaba hablando con todo el mundo de cómo me sentía, menos con él. Pero a ver, ¿no se supone que ante todo éramos amigos? ¿Y que hablábamos de todo lo que pensábamos? ¿Qué clase de tontería era esta?

Reconozco que el post de “Salvaje” lo escribí para él, porque no tenía narices de explicarle como me sentía. Y me he dado cuenta de que se me da mejor escribir. Así que se lo mandé al mail, no sin antes consultar con Grunttt si le parecía correcto y me explicaba correctamente.

Porque… ¿No es también estúpido que escriba eso, lo suba a mi blog, lo comparta con el mundo mundial y todo el mundo sepa cómo me siento… Menos la persona interesada, que es la que debería saberlo? Así que al final, se lo mandé al mail.

Lo que no había tenido en cuenta el lunes, es que apenas mira el correo. Así que ayer que se me ocurrió el pequeño detalle y estaba casi totalmente convencida de que no lo había leído, me llevé una copia que tenía impresa, dentro del libro que ando leyendo, para dárselo y que se lo leyera. Y me entendiera un poco.

Pero aun así, me sentía fatal de verdad, oprimida, agobiada, estresada, histérica, con ganas de salir corriendo y no parar. Quería de veras volver a mi casa, a la seguridad de mis cuatro paredes. Y como no podía hacer eso, me escondí en el Triangle, en el primer sitio que se me ocurrió que si llegaba y no me encontraba, no me iba a buscar. FNAC estaba descartado, porque él sabía que me encanta pasear por ahí dentro. Tenía que ir a otro lugar...

Me escondí en Habitat y estuve dando vueltas en círculo entre los muebles mientras hablaba con Ana por móvil (no sé si le jodí la cita), y le explicaba que estaba huyendo de mi amigo, y que no quería salir de la tienda y que me iba a quedar ahí hasta que me tranquilizara, mientras lo único que sabía decirle era “Tía, es que no me entiendo ni yo, ¿entiendes? Es que no tengo ni idea de lo que quiero”. Y ella me decía “No, si yo tampoco te entiendo, pero bueno”.

Y me decía “¿Pero quieres salir de ahí adentro? No lo vas a tener ahí fuera esperando todo el día”. Y hombre, querer, querer, lo que se dice querer, la verdad yo no quería salir. Pero al final tuve que hacerlo.

Al menos tenía muy clara una cosa: que quería ir a la playa y allí dejarle leer mis histerias personales. Siempre que me pasa algo relevante acabo en la playa. Cuando necesito pensar, camino hasta allí. Cuando tengo que llamar a alguien y no me atrevo. En ese tipo de momentos.

Joder es que… No sabía cómo saludarle. ¿Un beso? ¿Dos besos? ¿Un apretón de manos? Y yo qué sé… Al final fue un beso breve, casi de compromiso, y nos pusimos a hablar y caminar como si no hubiera pasado nada. Es que es eso, para mí no había cambiado nada, solo había algo más que compartir.

Me sentía estúpida. No es muy buena política que digamos, liarte con un amigo para acabar hablándole a todo el mundo menos a él. A él, con quien tanto te gustaba conversar, y a quien –de no haberte liado con él- le hubieras explicado como te sentías, si te hubieras liado con otro tío. Y me habría escuchado y me habría dado alguna sugerencia de ser necesaria.

Y ahí estaba yo, esquivando el tema, y pensando que era imbécil por no hablar.

Definitivamente, hice bien en coger el escrito e ir a la playa.

Acabamos sentados en un espigón de la Vila Olímpica, mirando el mar. Me tranquiliza mucho. Y al final le di los papeles. Y se los leyó y le pareció bien todo lo que expliqué en “Salvaje”.

Nada más leer el título, y ver el dibujo, seguro que sabía de qué iba. Y por mi actitud, claro.

Y después de acabarlo, y todas mis dudas y penurias, y montajes patéticos para llegar hasta la playa, me dijo: “Me parece muy bien”.

Una vez más, me había montado la película yo sola. Lo hice todo tan difícil, cuando en realidad era tan sencillo. Lo pasé mal innecesariamente.

Cuando me decidí a hablar tenía muy claro que me daba igual que me entendiera o no. Las condiciones eran esas. Estaba convencida de que si le parecían bien, guay; y si no, a tomar viento.

Y después de todo lo mal que lo pasé, y lo que me costó… Y sólo dijo “Me parece bien” ¬_¬’

Hay que joderse.

Pero de verdad que después pesaba como 10 kilos menos. Me sentía mucho más tranquila…. Tanto, que le confesé que me escondí en el Habitat, para no verle durante unos diez minutos, porque estaba muy intranquila. Y él… Se puso a reír. Encima. A reír.

No me extraña. Fue totalmente ridículo. Yo también me hubiera reído.

Y sinceramente creo que hice bien hablando con él, porque se supone que hicimos lo que hicimos para ganar algo más, no para perder un amigo, la confianza, la complicidad. Y me di cuenta de que puedo hablar como siempre. Y no ha cambiado nada. Simplemente ahora podemos hacer más cosas que charlar.

Me alegro mucho de poder ser yo. No es por nada pero… Modestia a parte: me lo merezco xD

Ya me tocaba estar contenta. Es lo que se merece alguien tan guay y maravilloso como yo *^-^*.

Realmente, la mejor de las soluciones es explicar lo que te pasa. Explicar cómo te sientes. Siempre.

La otra persona puede intuir alguna cosa, pero no podrá decir nada. Muchas veces no es que no quiera ayudarte o comprenderte, es que como tú no has dicho nada, no has dado pie a que te pregunten si estás bien. Muchas veces parece que esquivas el tema.

Como esquivas el tema, la otra persona puede pensar que no quieres hablar de ello, y que es mejor dejarlo correr, hasta que te decidas a decir lo que piensas.

Si le explicas al otro como te sientes, sea amigo, pareja, sea quien sea, y te entiende, fantástico. Si no, a tomar viento. No valía la pena.

No vale la pena estar con nadie que no te entienda, o piense que eres idiota por decirle cómo te sientes y por pensar como lo haces.

Dialogar, y siempre de frente. Explicar siempre lo que te pasa y lo que llevas dentro.

Si te entienden, bien.

Si no, era un imbécil.

Sigue buscando.



Now playing: La Oreja de Van Gogh – Muñeca de Trapo

Como esos cuadros que aún están por colgar,
Como el mantel de la cena de ayer,
Siempre esperando que te diga algo más,
Y mis sentidas palabras no quieren volar.


Lo nunca dicho se disuelve en un té,
Como el infiel dice nunca lo haré,
Siento que estoy en una cárcel de amor,
Me olvidarás si no firmo mi declaración.


Me abrazaría al diablo sin dudar
Por ver tu cara al escucharme hablar,
Eres todo lo que más quiero,
Pero te pierdo en mis silencios,
Mis ojos son dos cruces negras
Que no han hablado nunca claro,
Mi corazón lleno de pena,
Y yo una muñeca de trapo.


Cada silencio es una nube que va,
Detrás de mí sin parar de llorar,
Quiero contarte lo que siento por ti,
Y que me escuche hablar la luna de Enero
mirándote a ti.


Me abrazaría al diablo sin dudar
Por ver tu cara al escucharme hablar,
Eres todo lo que más quiero,
Pero te pierdo en mis silencios,
Mis ojos son dos cruces negras,
Que no han hablado nunca claro,
Mi corazón lleno de pena,
Y yo una muñeca de trapo.


No tengo miedo al fuego eterno,
Tampoco a sus cuentos amargos,
Pero el silencio es algo frío,
Y mis inviernos son muy largos,
Y a tu regreso estaré lejos,
Entre los versos de algún tango,
Porque este corazón sincero,
Murió en su muñeca de trapo.

8/22/2006

Salvaje



Todos mis recuerdos desde que tengo uso de razón (que muy al contrario de lo que la gente pueda pensar, no fue adquirida hace tres días), tienen un gato al lado. Desde que tenía quizás uno o dos años y es posible que teniendo apenas unos meses.

Este post es para que quien quiera, pueda conocer un poco mejor a los gatos, esas excelentes y bellas personas. Aunque algo independientes y locas.

Dicen del gato que es un animal traicionero y solitario.

Quien dice eso es que en la vida ha tenido un gato, y que posiblemente si lo tuvo y salió mal, es que no supo cuidarlo. O no supo entenderlo. Porque los gatos no son traicioneros, ni solitarios. Son independientes. Te dejan compartir con ellos lo que buenamente quieren. Y no hay más.

Tú no tienes un gato en casa, a pesar de lo que quieras creer. Ese gato ha consentido compartir su tiempo contigo.

Yo, que vivo en un sitio pequeño, en el segundo piso de un edificio antiguo, tengo unos gatos que no pueden pasear como los que viven con mis padres y pululan a sus anchas por los patios. Y aunque compartimos los tres el territorio, convivimos sin problemas.

A veces me siento un poco gato. Mentira. Me siento gato siempre.

En casa somos tres viviendo juntos, pero no revueltos.

Cada uno hace sus cosas. Tenemos incluso espacio para ignorarnos cuando no queremos ver al otro. Yo miro la tele, ellos juegan en el pasillo. Cuando quieren mimos vienen, cuando quiero jugar voy yo. Pero no los tengo amargados en los brazos todo el día. Porque ellos son libres y aunque les gusta estar conmigo, adoran estar a sus anchas.

Todos nos respetamos y respetamos nuestro espacio. Y nuestro tiempo. Salvo de madrugada, cuando a las cinco de la mañana viene Aemon a ronronear en mi cabeza y a morderme el pelo. Entonces yo, cuando el duerme por a tarde, le muerdo las orejas. Y tan felices todos.

La gente tiene una curiosa manía de comprarlo todo.

Ello debe ser provocado por el excesivo valor que le damos en el mundo occidental al dinero. Lo dice una capitalista y materialista convencida. No me importa decir que soy materialista. Es verdad, es así. No me apetece esconderlo. Antes ser llamada así que hipócrita o mentirosa.

Es por esta precisa manía, que mucha gente valora más algo que han comprado, porque el esfuerzo del sudor de su frente para conseguir el dinero para comprar esa cosa ha sido grande, y lo valoran. A quien le sobra el dinero, igual esta sensación no la entienda. Quizás para ellos todo tiene el valor de algo regalado.

En mi casa el dinero no ha sido algo que rebosara. Muchas veces, es que ni llegaba para lo que había que pagar. Quizás por ello le doy la importancia que le doy.

Muchas veces escuchas aquello de “quiero tener un perrito, quiero tener un gatito”. La gente normal, los adopta. Algunos necesitan comprarlos para que sean de raza, con su pedigrí.

Nunca entenderé eso: habiendo tantos seres por ahí para cuidar, que vayas a comprar uno. Porque entonces te das cuenta de que lo que verdaderamente importa, ya no es el compañero en sí, si no su fachada. El pelo precioso, los ojos tal o cual, las proporciones tan bellas. Así se entiende que exista el servicio de damas y caballeros de compañía de alto standing. Posiblemente quien los usa, tiene un perro con pedigrí en casa.

Si yo fuera gato, no tendría pedigrí. Lo sé muy bien. Sería una gata pequeña, gris claro a rallas. Gato común europeo, vamos. Menuda y escurridiza, pero esbelta. Caminaría con seguridad, con esa fuerza que te da saber que todo lo que ves es tuyo, aunque los demás no lo sepan. Con elegancia, a pesar de saber que mi pelaje es muy común. Lo miraría todo con ojos almendrados de color verde oliva.

Seguro que alguien se pararía al verme pasar. Y hablarían conmigo, intentando llamar mi atención. Dependiendo del humor respondería y me quedaría a que me rascaran la barriga, o le daría un zarpazo, o me alejaría sin siquiera dignarme a mirar atrás. Porque es bien cierto que los gatos son presuntuosos y egocéntricos. Y al contrario que los demás, ellos saben que son el centro del universo, y todo gira a su alrededor.

La vida de gato salvaje no es mala del todo. Vas donde quieres, cuando quieres. Estás el tiempo que deseas y marchas cuando gustas. No hay nada que te retenga en un lugar concreto. Eres libre y te gusta serlo. No tienes ataduras. Muchas veces, no las quieres tampoco.

Una cosa es coger un gato pequeño de la calle, que esté desamparado y solo. Abandonado. Sucio, escuálido, hambriento y desvalido. Lo cogerás, lo criarás con cariño, y crecerá grande y fuerte a tu lado. Será un pequeño hermano peludo, durmiendo a tu lado en tus noches de fiebre. Estará ahí siempre velando tu sueño. Cuando te recuperes, seguirá haciendo un poco más la suya, pero si le necesitas, estará ahí.

No como un perro. Como un gato. Sabrás que está ahí, pero seguirá siendo libre de ir a sus anchas. A veces no entenderás porqué cuando le llamas viene, y otras veces te ignora por completo. Recuerda eso pues: es un gato, no es un perro. Y en eso reside todo su encanto. No te pertenece. Es tu compañero.

Otra cosa muy distinta es convivir con un gato callejero, ya crecido.

Ése gato tiene un espíritu salvaje. Sabe quien es y lo que quiere. Se sabe libre de ir donde quiera.

Que un ser así se quede contigo es el mayor de los halagos, porque sabes que de todas las casas posibles, ha elegido la tuya para estar. No se ha quedado contigo porque es pequeño y desvalido y te necesita. Se ha quedado contigo porque le gusta tu compañía. A pesar de verte como un gato extraño y pelón, que camina torpemente a dos patas y no sabe saltar, te aprecia y te valora.

Tener como compañero a un gato callejero consciente de su libertad, no está al alcance de todo el mundo. Se necesita ser muy paciente y estar dispuesto a recibir más de un zarpazo.

Muchas veces no entiendes porqué viene.

Y otras tantas no entiendes porqué se va.

La primera vez que se va de tu lado no sabes si volverá algún día. Pero mientras se suceden las semanas, ves que el gato va y viene. Compartiendo algo de su tiempo contigo, y al final ese vaivén resulta natural.

Muchas veces veo las cosas que me suceden con ojos de felino.

A veces me siento como ese pequeño ser peludo autónomo y amante de su intimidad y de su espacio.

Creo que una vez fui un pequeño gato abandonado ansioso de recibir cuidados y cariños, me recogieron y me mimaron, pero luego me dejaron en la calle cerrando la puerta tras de mí. Y tuve que aprender a vivir en la hostilidad de la ciudad, para hacerme fuerte y autosuficiente, creciendo sin necesitar a nadie.

Me volví salvaje. No solitaria, porque disfruto de la compañía siempre que yo la quiera, pero muy recelosa de mi intimidad.

Sientes que una parte de ti anhela volver a la calidez de las manos mimosas de alguien, pero otra forcejea violentamente para seguir vagando en libertad. No quieres ser traicionado una vez más. Es difícil encontrar el equilibrio en esa lucha interna. Y a mí, me parece que me queda un buen camino por delante todavía.

Como buen gato, marco y vigilo mi terreno, sin dejar que nadie entre sin permiso. Comparto mi tiempo con quien quiero, en la medida que considero oportuna.

Se entra en mi terreno por invitación. El humano inteligente sabe cuándo llegó la hora de retirarse, pues de lo contrario se arriesga a ser injuriado.

Alguna vez yo también me he parado delante de una puerta abierta, como cualquier gato con recuerdos de lo que es tener un hogar.

Como cualquier orejitas habría hecho, me quedé oteando el interior con cara de curiosidad, atusando los bigotes, con las orejas paradas, pendiente del más imperceptible cambio en el aire, pupilas contrayéndose registrándolo todo con atención, desde la lejanía.

A veces hay alguien parado silenciosamente en el umbral con la mano extendida, esperando que te acerques a olisquearle mostrándote amistosa. Pero el recelo hace que te quedes atrás con la seguridad que otorga la distancia.

Como buen gato, cuando me he decidido a entrar, ha sido siempre con cuidado presta a saltar a la mínima de cambio.

Los días se suceden uno tras otro. Con el tiempo, vas ganando confianza, y ves que ese humano no intenta retenerte. Como no lo intenta, no te importa volver. Sabes que puedes ir siempre que quieras. Un buen día le darás la alegría de dejarle acariciarte. Pero quizás no siempre te apetezca. Quizás en ocasiones simplemente quieras descansar en algún sitio acompañada. Y marcharte cuando te da la gana.

Algún día, tendrás confianza suficiente con ese humano, como para decidir quedarte a comer en su casa, y con el tiempo incluso es posible que tomes un hueco de esa casa como tu hogar. Siempre que ese gato bípedo y tontorrón se acuerde de dejarte la puerta abierta, o una ventana, o algún lugar para marcharte y hacer la tuya si quieres desaparecer, para tener espacio e intimidad.

Convivir con un gato, ya lo he dicho, no está al alcance de todo el mundo. Sin embargo es uno de los compañeros más maravillosos que puedas tener contigo. No es tuyo. No te pertenece. Pero comparte su tiempo contigo libremente.

Lo único que uno necesita para tener un gato salvaje por compañero, es mucha paciencia, mucha comprensión, predisposición para ser arañado alguna vez (y el alcohol a mano) y una gran inteligencia.

Inteligencia, para saber cuándo quiere estar sólo porque tú estás de más.

Inteligencia, para aprender a esquivar los zarpazos.

Inteligencia, para saber cuándo invades su terreno y apartarte.

Cuando el gato esté seguro de que puede seguir siendo él mismo estando contigo, tendrás uno de los mejores compañeros que puedas encontrar, y probablemente un día decida no marcharse ya.

Now playing: She - Elvis Costello

She
May be the face I can't forget
The trace of pleasure or regret
May be my treasure or the price I have to pay
She
May be the song that summer sings
May be the chill that autumn brings
May be a hundred different things
Within the measure of a day


She
May be the beauty or the beast
May be the famine or the feast
May turn each day into a heaven or a hell
She may be the mirror of my dreams
The smile reflected in a stream
She may not be what she may seem
Inside her shell


She
Who always seems so happy in a crowd
Whose eyes can be so private and so proud
No one's allowed to see them when they cry
She
May be the love that cannot hope to last
May come to me from shadows of the past
That I'll remember till the day I die


She
May be the reason I survive
The why and wherefore I'm alive
The one I'll care for through the rough in ready years
Me
I'll take her laughter and her tears
And make them all my souvenirs
For where she goes I've got to be
The meaning of my life is


She
She, oh she

8/21/2006

Surrealista, pero bonito

(c) Idnar


Una de mis películas favoritas es “Notting Hill”. De hecho, Julia Roberts es una de mis actrices preferidas. No tengo ni idea de si actúa bien o mal, para los cánones profesionales. Pero lo que sí que sé con total seguridad es que me encantan casi todas sus películas.

Notting Hill es una de esas películas que, para mí, no tiene desperdicio, y me encantan todos sus personajes. Aunque Spike es Dios (You’re the most beautiful girl in the World… Fancy a fuck?). ¿Quien puede resistirse a ese encanto tan particular?

Hay una escena en la película, en la que Hugh Grant se queda tan traspuesto que, con su cara de “atontado” (que ya sé que la lleva en la mayor parte de ocasiones de su vida, pero bueno) tan especial dice “Ha sido surrealista… Pero bonito”.

A veces te pasan cosas de esas en la vida que dices… Coño, no lo entiendo. Es una de las cosas más raras que me han pasado en mis años de vida, y a mí cada vez que me pasa algo de eso, oigo de fondo en algún rincón de mi cabeza esa voz (la del doblador claro…) diciéndolo.

También he mencionado que la película de Milenium Actress es muy buena a mi parecer. Sobretodo un mensaje que se envía y es que a veces la sensación que tienes mientras persigues un imposible es más premio que conseguir el imposible en sí.

A mí me pasa algo parecido, aunque quizás no siempre. Me encanta toda la planificación previa y los montajes y manipulaciones necesarios para conseguir algo en concreto.

Creo que cosas estúpidas las hemos hecho todos en la vida. Tengo un conocido que bueno… Pobre hombre, se enamoró de la persona equivocada. Y se cambió de ciudad a sus quizás diecinueve o veinte años, para intentar retener a esa muchacha.

Mucha gente cuando cuenta su historia piensa que fue un idiota. Yo creo que lo hizo de puta madre. La intención, desde luego era buena. Las formas… Bueno, eso es discutible, porque no tenía nada planificado. Pero el hecho de hacer eso… Cualquier mujer normal o que apreciara un poco al otro lo hubiera valorado.

Lo que ése chico hizo, para mí es muy bonito. No obtuvo los resultados deseados, pero independientemente de eso, y a pesar de todo, tuvo lo que otras personas no tienen, y aunque tarde, le echó un par de pelotas. El problema es que la tía era tenía una inteligencia inversamente proporcional al tamaño de sus pechos (o sea, muy pequeña).

Bueno mira, fallos los tiene casi todo el mundo.

Estos días creo que una de las frases que más he pronunciado es “Eso es relativo”. Y es que todo depende del punto de vista.

Anyway…

Una de las últimas cosas que haya hecho y que piense que fueron una tremenda estupidez, fue una especie de plan estilo Coyote y Correcaminos. Quise conseguir el teléfono de una persona, pero no quise preguntarlo directamente. Y bueno… No tuve mejor ocurrencia que bueno…

Éramos tres personas de camino a un cierto lugar, y no me apetecía pedir ningún tipo de dato ahí en medio, pero pensé bueno, como hay que dejar a una antes que a mí cerca de casa, cuando me quede sola ya preguntaré el condenado número mágico.

Estaba la mar de tranquila mirando los coches pasar fuera, cuando escuché una voz que decía “Oye, ¿por esa calle de la izquierda no se va a Plaza España? A mí ya me va bien que me dejes ahí…. ¿Y a ti, te va bien?”, me pregunta… Y yo me quedo pensando “¿Y qué cojones te voy a decir a eso?”, y no tuve más remedio que decir que no había problema, claro, si estaba a 4 minutos caminando de mi cueva.

En esas pensé… A ver reacciona rápido… Piensa, piensa, piensa… Y concluí que la solución a los problemas era muy evidente: dejarme el móvil en el coche, sin que nadie se diera cuenta, para llamar cuando calculara que la otra persona ya no podía volver atrás para devolvérmelo en el momento (se iba a trabajar), y así la única cosa era quedar conmigo de tarde.

Y eso hice, porque me pareció lo más acertado en ese momento. Así que cuando calculé que más o menos al cuarto de hora o diez minutos no había vuelta atrás llamé a mi teléfono y entonces él ya sabía que tenía un alien consigo.

Como ya no tenía nada que hacer me fui a casa de mis padres a pasar la mañana. Y por el camino me quedé pensando que bueno mi estupendístico plan tenía un fallo (en ese momento) por lo menos. Que ya me había dejado una vez el móvil con anterioridad y todo el mundo sabe que no puedo vivir sin él.

Si una persona se ha dejado el móvil y lo acaba de recuperar, lo más normal es que no se desprenda de él y esté muy pendiente de llevarlo encima. Pero como en aquel entonces no tenía más información, pensé que igual nadie había caído en eso.

Cuando llegué a casa de mis padres me di cuenta de un detalle nimio… Si una persona extraña “conocida” tuya tiene tu móvil, y suena, no va a atender la llamada porque es de mala educación. Así que me quedé pensando… Mierda necesito su número para llamarle para decirle que me devuelva mi alien.

Hoy por hoy, analizado a posteriori, es una situación bastante absurda, lo reconozco.

Total, que tuve que acabar llamando al otro ocupante del coche, a decirle que por favor me diera el número de móvil porque, sintiéndolo mucho y sin haberme percatado, se me había quedado el teléfono en el coche de su… Amigo.

Aunque claro, ¿quien se cree que se había caído el teléfono debajo de dos botellas de refrescos? Y digo yo, estas cosas pasan, no tenía nada de sospechoso. El caso es que me da el número de móvil y me dice “Sí, ya me han dicho que se te ha quedado ahí, je, je…” Y yo pensando “¿Cómo que ‘je, je’?”.

Al final, después de todo el montaje, conseguí que me trajera mi teléfono, y mi idea original era aprovechar a ir a tomar algo, pero en el último momento decidí que igual no era la mejor de las ideas… Y dije que muchas gracias y que ya nos veríamos y tal. Me despedí, crucé la calle y seguí mi camino.

Y en ese preciso momento, me sentí como una de las personas con mayores probabilidades de considerarse la más idiota sobre la faz de la tierra. Aunque tengo que reconocer que esa sensación me acompaña muchas veces cuando me voy a dormir, desde hace algún tiempo.

Porque al final, todo, ¿para qué? Para nada.

Y lo mejor del tema es que sin yo quererlo me había dejado el pareo en el coche también. Así que de todas formas, hubiera tenido que hablar con él para que me lo devolviera.

Lo que quiero decir con esto es que tengo un don para complicar las cosas más allá de lo verosímil, hasta hacer que las cosas parezcan casi de comedia. Porque la única conclusión de la otra persona después de todo eso debió ser que o yo estaba loca de remate, o era idiota por dejarme el teléfono en todas partes.

Últimamente me pasan cosas del estilo todas así muy… Curiosas.

Y luego a posteriori, me río de ellas…

Aunque me quedo pensando muchas veces… ¿Qué carajo estoy haciendo? Y sinceramente, hay muchos días que la respuesta a esa pregunta es “no tengo ni idea” y no me entiendo ni yo.

Pero ahora mismo, me da igual.

8/17/2006

Las cosas por sentado

Bien, está demostrado que si quieres algo bien hecho, mejor lo haces tú mismo. En realidad la idea original de este post era hablar de todas esas cosas que uno da por sentado y que de golpe y porrazo algo hace que te des cuenta de que eso no es así ni por asomo.

Anyway.

He estado de vacaciones unos poquitos días en la montaña, en el pueblecito ese de Biescas tan famoso –como suele suceder- por la desgracia del camping de hace unos diez años, en los que una riada se llevó por delante la vida de bastantes personas.

Nosotros nos quedamos en la casa de los abuelos de un amigo, así que de camping, nada. Más vale no tentar a la suerte.

Antes de irme de vacaciones, estuve poniendo la casa a punto. Ya sabéis, lo típico: barrer la casa, poner la colada, limpiar la cocina, lavar el baño, dejar la habitación ordenada y comprar provisiones para los gatos.

Realmente no sé si es que tengo algún problema de gafe o qué, pero para un día que me decido a ir a comprar comida para mis niños al “Animals & Cia” en Gran Vía con Entenza... Se puso a diluviar.

Y digo yo... ¿Por qué a mí? Por que de todos los días del año... ¿Tiene que llover justo esa tarde? “Si ej ke”...

Pero, nada, allí fui yo, sufrida madre de adopción de dos gatos sin pedigree conocido, a comprarle una gran variedad de comida diversa, para que pudieran disfrutar de sus días de paz y tranquilidad en casa. Hay quien tiene a su gato comiendo 3 meses la misma comida. Y si uno no puede permitirse pagar nada más, me parece correctísimo, oiga... Pero si a ti cada día te agrada degustar un plato distinto y no tolerarías un mes a hamburguesas guarras del MacDonalds, ¿cómo tienes la moral de dejar a tu gato comiendo el mismo pienso un mes?

Así que en casa hay como 23 tipos distintos de comida para gato: 20 sobres de sabores variados, 13 latas diferentes y 4 bolsas de kilo y medio de galletitas distintas. Porque si a mí me gusta variar la comida, seguro que a mis niños también. Por el mismo motivo, ¿verdad que a mí me gusta beber el agua limpia y sin ellos cuando voy a coger un vaso? Pues a ellos también. Así que se les cambia el agua dos veces o más al día.

Total que... Me emocioné comprando en la tienda... Bueno, vale: me emocioné muy, mucho, demasiado, porque después no podía casi con el cesto, pero bueno, distribuyendo bien todos los paquetitos, hubiera podido llegar a buen puerto.

Mas cuando llegué a la caja... Tata-tachán-tachán... Estaba diluviando fuera del Animals... Así que hice todo lo que una sufrida madre hubiera hecho por sus hijos... Cargar con todas las bolsas de comida, y coger un taxi hasta casa, y llevar los víveres mientras llueve a cántaros.

Amor de madre.

Treinta euros de comida para gatos más tarde (más 2,80 con 0,20 de propina en taxis), estaba ya en casa, organizando la despensa de los bebés de la casa, y ultimando los detalles de los arreglos prevacacionales.

He estado analizando que casi todo lo que me pasa, es por ser una ansias.

Por seguir a rajatabla aquello de “dispara primero, pregunta después”. Por precipitarme y adelantar los acontecimientos. Resumiendo: soy la viva imagen de la Impaciencia personalizada. Si buscas “impaciente” en el diccionario, sale mi foto. Seguro.

Lo malo de las conclusiones precipitadas es que la mayor parte de las veces vas a cagarla. Está claro que la cagan los demás, no yo, que soy tan perfecta, fantástica y maravillosa, claro. Pero bueno, que al resto de los mortales puede pasarle ese tipo de cosas. Jum...

Además, tiendo a pensar siempre en el caso peor. De toda la baraja de posibilidades que se me plantee para escoger en relación al desenlace de un evento, escogeré como más probable, la peor.

Lo bueno de esto, es que si pasa algo bueno, me llevo una sorpresa grata, y si pasa lo malo ya estaba preparada. Lo malo es que a veces, estás tan fijado con que va pasar lo peor, que todas tus acciones están encaminadas a provocar inconscientemente el desastre.

Ver para creer.

Otro de mis fallos, es –bueno, yo no tengo fallos-... Decía que otra de mis virtudes es dar las cosas por sentado. Eso combinado en la coctelera con mi fantástico buen humor innato, hace que me monte mi película y quiera proceder a matar-destripar-aniquilar a todo el mundo.

Me pierde muchas veces mi adorable boquita de piñón, fábrica de los tacos más refinados que pueda proferir una mujer.

Por ejemplo...

Hoy cuando empecé a escribir el post eran las tres de la tarde o así, puntualizo porque ya son las nueve de la noche. Comprenderéis que hay vida más allá del PC y que me gusta salir por ahí como a todo ser que no quiera morir cual cucaracha (lamentablemente, no tengo a nadie que me mate a polvos xD en fin ¬_¬’ ->todavía<- xD).

A las tres de la tarde, había cruzado el umbral de mi casa, para encontrar el comedero de mis gatos en medio del pasillo completamente vacío. ¿Qué hice yo? ¿Cuál era la reacción lógica de mi persona? Gruñir, explotar y despotricar.

Pero ¿cómo, oh, cómo, osaron dejar a mis pobres bebés sin comida?

Ante las evidencias de:

A) Llamada de mi madre dos días antes preguntando dónde estaba.
B) Enterarme tras la llamada que el martes mis gatos no comieron
C) Llegar hoy a casa y ver el plato vacío en medio del pasillo

Concluí que nadie les había dado de comer a mis gatos.

Entonces empecé a sacar culebras por la boca, vociferé y maldije a mis sufridos progenitores, y les puse comida a mis mininos para dos días por lo menos. Además tengo la manía de ponerles dos tipos distintos de galletas en el plato para que ellos mismos elijan la que mejor les venga en gana en cada momento.

Juré y perjuré que en la puñetera vida les iba a volver a dejar al cargo de mis niños, y seguí gruñendo hasta aburrirme –es que vociferar sola en casa sin oposición es muy aburrido y acabo rápido-.

Había comprado unos pastelitos de estos de repostería casera de pueblo para mis padres y compañía, y como castigo pensé en no dárselos pero bueno, no puedo comerme dos docenas de pastelitos yo sola y aspirar a seguir entrando por la puerta de casa.

Algunas veces he meditado seriamente sobre las virtudes de estar gorda, y de momento, la única cosa que se me ocurre, es que ahorraría en transporte en los tramos de pendiente dirección “abajo”, puesto que podría llegar rodando. Salvando eso... No se me ocurre nada más.

Al final voy a casa de mi madre, le digo que cuando llegué a mi cueva los gatos no tenían comida, y ella me dijo que estaban hermosotes, y que les habían puesto mucha comida cada día.

El concepto “mucho” es muy subjetivo. Depende de la persona.

Ante la pregunta cuanto es “mucho”, la respuesta fue “una o dos latas y un sobrecito de comida”.

Así que habían venido a darles de comer, sól que no sabían que ellos a parte de latas comen galletitas, porque son unos ansias que devoran las latas nada más se las ponen.

Y entonces pensé que hice mal en dar por sentado que mis padres eran unos irresponsables que habían dejado a mis dos tesoros peludos sin cuidados. Y me di cuenta de que –para variar- me había precipitado en sacar mis conclusiones.

A veces las cosas no son lo que parecen a primera vista. Intentaré recordar eso también.

En las minivacaciones estas de tres días que me he dedicado, me pasaron también algunas cosas más curiosas en este sentido.

La primera fue en el camino de ida a Biescas. La verdad es que el hambre estaba haciendo acto de presencia ya en mi estómago, y me moría de ganas de hincar el diente en algo. Así que al final paramos con Grunttt en un restaurante de carretera de esos que bueno, seguramente sólo pararían los camioneros. Porque ya me dirás tú qué hacían personas decentes comiendo ahí.

Miramos la carta, tirado de precio todo. Ensalada cuatro euros, entrecot a la brasa, ocho. Y así toda la carta. Aunque yo mataba por un bocadillo guarro, lo juro.

Me dice Grunttt “igual ahí no tienen bocadillos”. “Pues entramos y preguntamos” digo yo. Porque... ¿Cómo no iban a tener un bocadillo en un restaurante guarro de carretera? Y así nos adentramos en el establecimiento, para encontrarnos a dos mujeres muy arregladas, madre e hija, seguramente. Ambas con blusa, falda, foulard, pelo recogido la una, en coleta la otra, hablando entre sí.

Para mi más completa perplejidad, resultaron ser las regentes del restaurante que, por muy en mitad de la nada que estuviera ubicado, era de “categoría” y no, no servían bocadillos.

Yo había supuesto que eso tenía que ser un tugurio. Mal supuesto, no fue así.

Seguimos andando en coche, hasta llegar al siguiente lugar. Un tal “Área de Servicio de Monrepós”. Nada más entrar, en la barra se veían cantidades industriales de magdalenas de distintos tipos, colores y tamaños. Alucinante. Creo que empecé a salivar nada más ver las de chocolate. Ya tenía postre.

A veces no hay mal que por bien no venga... Si nos llegan a dar un bocata en el restaurante para pijos de carretera, no hubiéramos conocido este nuevo lugar.

Nos sentamos...

- ¿Llevas suelto? – preguntó Grunttt
- Hombre, algo llevo...
- ¿Llevas tarjeta? Aquí deben coger tarjeta.
- Sí, pero creo que se la ha muerto el límite por este mes... Oiga –pregunto yo hacia la camarera- ¿Cogen tarjeta?
- Sí, sí –responde ella.
- Bueno –confirmo a Grunttt- cogen tarjeta pero diría que la mía está muerta...
- Perdone –insisto a la camarera- ¿Tienen cajero aquí fuera?
- No, no hay cajero aquí –responde la camarera que debía pensar “polacos” o “éstas gentes de ciudad”.
- Ostia –maldigo yo... –Oiga, ¿y cheques restaurante aceptan?
- No –responde la camarera nuevamente, mirándome desde detrás de la barra con cara de hastío y seriedad.
- Joder, nen –le digo a Grunttt -. Bueno, tenemos 14 euros con algo en efectivo metálico... Para algo dará.
- Un bocata de tortilla para mí, y una cocacola –me dice él.
- Oki –le digo –. Perdone –me dirijo a la camarera que estaba ya un poco hasta las narices de mí- un bocata de tortilla, una cacocola de lata... Bueno dos cocacolas de lata, y... ¿tiene tortilla a la francesa?
- No, sólo lo que hay en el letrero –dice ella.
- Jum... Bueno pues... No se, un bocata de longaniza.
- Ok. Entonces, dos cocacolas de lata, un bocadillo de tortilla y uno de longaniza, ¿no?
- Sí, eso es –respondo yo, y me siento en la mesa frente a Grunttt.
- Joder tío, éstos de pueblo... Qué complicados que son.

Nos indica la señorita que ya tenemos las cokes en la barra. Grunttt se levanta a recogerlas. Al poco, nos llaman nuevamente para decirnos que tenemos los bocatas. Voy a recogerlos yo, para pagar. Miro el platito. Joder, son grandes los bocadillitos... Uno de tortilla. ¿Y esto qué carajo es? pienso mirando el que se supone era el mío...

Lo abro, lo inspecciono. Coño, hay dos butifarras.

- Oiga, perdone –le digo a la sufrida camarera.
- ¿Sí? –pregunta ella.
- Que yo había pedido uno de longaniza....
- Y ahí está.
- ¿Perdón? –digo yo incrédula con cara de asco-. Esto es una butifarra...
- No, no, eso son longanizas.
- Es que en Barcelona la longaniza es como el fuet, como el salchichón, ya sabe.
- Es que en Aragón la longaniza es eso, parecido a su utifarra catalana, pero está muy bueno...
- Ya pero es que no me gusta la butifarra... Bueno a ver es igual, ¿cuánto es?
- Once con veinte.
- Vale –digo yo poniendo la pasta en la mesa- Y ahora deme un bocadillo de... Atún, y me lo cobra y ese de... Longaniza... Si quiere lo tira porque no me lo voy a comer.

Y así las cosas, al final me comí un bocata de atún, sólo que la buena mujer no me lo cobró y además nos dejó el de longaniza para probar. Cosa que hice, aunque no me gustó y se lo acabó de comer Grunttt.

Y aprendí que no hay que dar por sentado que lo que un nombre quiere decir en un lugar del mundo y todos entendemos por eso, no tiene porqué ser lo mismo en otro, ni que sea a 300 kilómetros de tu propia casa. Impresionante.

La mujer se quedaría pensando: estos pardillos de ciudad. Yo pensé, estos paletos de pueblos. Pero lo que es innegable es que en la ciudad nadie te hubiera regalado un bocata, te hubiera dicho te jodes y te pagas otro, y ella me dejó buenamente probar la longaniza que ahora ya sé que no me gusta. Y además me enseñó que no hay que subestimar ni infravalorar a las gentes de pequeñas poblaciones.

Pueden ser mucho mejor personas que nosotros, los de la Capital.

Eso sí, las magdalenas, la cosa más buena que he probado en la vida, así que invito a todo el que vaya por la N-240 en dirección a Jaca que se pare en el Área de Servicio de Monrepós y compre unas cuantas. Porque aparte de que están a un precio increíble (no llega a ocho euros la caja de una docena), están buenísimas de la muerte.

Y ya el recolmo fue en Biescas, en el bar o restaurante L’Aspiga, entramos, vimos una mesa libre, y nos sentamos sin preguntar.

Así que vino la camarera, y nos dijo tan ancha “en mi pueblo uno primero entra, saluda al camarero y pide permiso para sentarse”, sin dejar de sonreír. Y por mi cabeza pasó un “pues en el mío me siento y punto”. Pero la Prudencia me indicó que no dijera nada, o esa noche no nos daban de cenar.

Grunttt que tiene mucha mano izquierda, le siguió la coña a la tía, y al final nos sirvieron la cena en... Unos sofisticadísmos platos cuadrados, de diseño.

Así que resultó que por habernos sentado sin saludar, sin pedir permiso, etc., insultamos a lo que puede ser uno de los restaurantes pijos del pueblo, llamándolo sin quererlo, tugurio de mala muerte, porque nos sentamos como lo haría Pedro por su casa, sin esperar a que el maître nos indicara nuestro lugar.

Ver para creer.

Como estudiante de protocolo, voy a tener que fijarme más en estas cosas, para no seguir metiendo la gamba.

Allí donde fueres, haz lo que vieres.

Y esta tarde, me he “reconciliado” con Ana, después de mi estúpido acceso de irritabilidad premenstrual. Hemos quedado para tomar un café y tal. Y le conté que estuve explotando en el blog y tal y que me di cuenta de que me he comportado como una auténtica imbécil últimamente y que todo me molestaba.

Y claro, que me di cuenta que era yo la que estaba mal, y así se lo he contado. Me disculpé, claro, por haberme puesto como me he puesto estos días pasados. Y ella me disculpó. Pero lo que ahora sé, es que el domingo aquel que íbamos a salir un rato antes de que se fuera de vacaciones, ella no estaba teniendo la mejor de las tardes.

En parte eso contribuyó a que no nos viéramos. A veces las cosas desde el propio punto de vista, con información sesgada, no se perciben tal como son.

Estaba hablando hace poco con Nemo. Le dije que no me arrepiento de nada de lo que he hecho hasta ahora, pero que algunas cosas, vistas con la perspectiva que el tiempo otorga, hacen que me sienta idiota.

No me arrepiento porque sé que la decisión que tomé, en el momento que la tomé, fue correcta, ya que fue la mejor posible (desde mi punto de vista) con toda la información de que disponía en el momento. No obstante, si pudiera repetirla a posteriori, con la información adicional que ahora poseo, habría hecho una cosa distinta.

Pero eso no es arrepentirse, es recapacitar. Porque si hoy por hoy tuviera que repetir algo que hice, con la información misma de ese momento, lo repetiría.

Nota mental: no más “cosas por sentado”.

Asias, Ana, por tu paciencia infinita, y la sabiduría que te otorga el hecho de tener la regla y comprender que yo también la tengo (casi todos los días del año).

8/11/2006

La Naturaleza Humana II - Origen de las Religiones

Como pasa siempre, uno se acuerda de los malos momentos y las cosas malas lo primero. Aunque visto lo visto en televisión, es que no puedes dejar de acordarte de las cosas malas. Es un bombardeo constante.

Estoy indignada por muchas cosas. Por los incendios de Galicia, por no poder ir de vacaciones por medio a que un psicópata vuele un avión… Me pregunto en qué narices piensa esta gente, que hace una “jartá” de estupideces en pro de “Dios”.

Yo veo las religiones como un medio de control de masas. Como el perro que ladra a las ovejas y les dice con su ladrido: por ahí no.

Vamos a hacer un breve análisis del reino animal. No tengo tantas nociones de zoología como quizás requieran estas reflexiones, así que me perdone (y me ilumine) el zoólogo que me lea. Jum… Vamos a ver No sé si todos los animales viven en manada, cardúmen, rebaño y otro tipo de agrupaciones. Pero hay unos cuentos que sí.

Nosotros somos un derivado de ese “unos cuantos”.

Por lo general, los jefes de la manada o del grupo, se eligen por la fuerza.

Son normalmente los machos, los que se golpean unos a otros hasta que, uno de ellos se rinde ante las evidencias y vive como un paria o deja la manada. Pongamos el caso de los homínidos de los que descendemos. También pasa con los felinos. En ningún caso llegan a matarse.

Cuando nos caímos de los árboles…

Bueno, no: cuando SE cayeron de los árboles (porque yo tengo muy claro que desciendo de los felinos y no de los monos), los primeros hombres vivían en algo parecido a esas tribus. En condiciones precarias.

El primer jefe probablemente lo fue por fuerza bruta.

No tenían el cerebro tan desarrollado como para ser democráticos. Así que ante la promesa en firme de “si te me rebotas te arreo” se subyugaron todos a él (primera aparición del “Efecto Oveja”).

Nótese que este clarísimamente es uno de los mejores ejemplos de mal jefe que existe.

Sé que algunos hemos tenido la desgracia de sufrir un individuo de estos a lo largo de nuestra vida. Pero bueno, es un “Protojefe”: descendiente directo de los orangutanes. Y hay que hacerle el mismo caso. Supongo que también se calman con un plátano o unas peras según sus inclinaciones sexuales xD. Todo es probarlo xD.

Entonces, apareció el primer ser inteligente.

Éste no era fuerte. Pero era ambicioso. O estaba tronado. O se había comido una seta en mal estado. Vaya usted a saber.

No tengo muy claro qué le pasaría a uno de esos “hombres”, al poco de caerse del árbol, para tener unas ideas tan estúpidas -bueno, no iban a tener ideas estúpidas cuando ya razonaban, claro- y empezar con todo eso de las religiones y los rituales.

Tiene que haber algún bug en el cerebro humano que hizo que ya en aquel entonces tan lejano, alguien se pusiera a pensar en el más allá.

Aunque, también cabe otra posibilidad. Un poco más retorcida, pero bueno, como no tenemos a ningún ser de un millón de años para preguntarle, es una mera hipótesis y puedo fantasear libremente.

Pongamos que nació el primer listillo enclenque con ansias de dominar el mundo (prometo que no se llamaba Ysondra), y que un buen día, se fue a compartir un coco con el jefe de turno, aprovechando la ocasión para mirarle de reojo y constatar que su propio tamaño no era ni la cuarta parte del de él, y sus músculos dejaban mucho que desear en comparación.

Se dio cuenta de que, con fuerza bruta no iba a poder ganarle. Observó una cosa más antes de volver a su sitio: la gran y prominente cabeza con rasgos mongoloides de Bruto, El Jefe. Volviendo a su sitio algo le dijo que él era más listo que el jefe, aunque más débil.

Y no: no fue el Espíritu Santo. Ése tardaría unos cuantos miles de años en aparecer, y el Hada Madrina no se había inventado. Tampoco fueron el Angelito y el Diablito que te dicen lo que tienes que hacer, porque TODAVIA no los habían inventado tampoco. Era la Inteligencia.

Ése ser (que sería conocido como Liante) había observado que a su alrededor los demás se morían.

Seguramente empezaron a enterrarlos o a envolverlos en telas porque olían mal. No se me ocurre otra explicación.

Voy a seguir por el lado de que el proto-shamán se intoxicó con una seta por error, porque no se me ocurre nada más que le indujera a parir aberración semejante como la primera proto-religión.

Y en ese trance alucinógeno tuvo una iluminación y pensó que igual había vida después de la muerte. Aunque lo que realmente creo yo al respecto es que ése hombre prehistórico no se lo creyó, si no que pensó que podía hacérselo creer a los demás.

Salió de su trance, y volvió a la vida normal. Y empezó a comerle el tarro a sus congéneres, insuflándoles la idea de “El Más Allá”, y la vida después de la muerte.

El tipo, con el método que ha permitido que la “humanidad” subsista (que es el archiconocido “ensayo-error”) había descubierto que eso que se zampó alegremente le hacía flipar pepinillos tricolores. Y lo compartió con sus allegados. Quienes estaban más receptivos ahora a su idea de Más Allá y casi podían verlo.

Se fue a compartir un alucinógeno con Bruto, El Jefe (primera aparición de la "Caridad"), y aprovechó a decirle que él había hablado con esos espíritus que había visto flotar en el aire. Que podía comunicarse con ellos, y que le habían asegurado que cuando el cuerpo paraba de moverse, se pasaba a un “Lugar Mejor” (diferente del Lugar Mejor de las cachipollas efímeras o los pinos contadores).

Bruto El Jefe, tuvo un ligero atisbo de iluminación que se reflejó en su cara bobalicona y asintió embelesado ante la idea. Y se quedó escuchando a Liante, El Primer Sacerdote de la Historia.

Evidentemente, Liante se vio obligado a hacer cosas tan estúpidas como dilapidar cantidades considerables de comida y artilugios varios, enterrándolas con los cuerpos que empezaban a pudrirse de sus compatriotas fallecidos.

Con los años aprendieron a momificar los cuerpos (es decir, a que huelan menos mal, y porque aun no habían descubierto los desodorantes y los ambientadores, que si no, fijo, fijo, los enterraban también con ellos).

A ver quien era el guapo que les decía que se iban al Mas Allá sin víveres ni cachivaches, ahora que les había vendido la moto de La Eternidad. Así, que Liante, resignado, empezó a tirar parte de las provisiones. Total: era un precio pequeño a pagar por el Poder sobre el resto del grupo, y siempre podría recaudar nuevos víveres con el cuento de que es para el Viaje.

Al poco, Liante, acabó siendo el jefe en la sombra del colectivo.

Como suele pasar con las mentiras, el propio Liante empezó a creer en el mundo que se había inventado.

Para continuar manteniendo el poder, tuvo que hacer que la patraña perdurara por los siglos de los siglos, así que se encargó de que siempre hubiera un Liante II y Liante III y pupilos que iluminaran la vida de esos tristes homínidos de pocas luces.

Y así empezó el cachondeo de las religiones. Unos pocos débiles pero muy inteligentes que encontraron la vía de presionar e influenciar a los demás con la promesa de la vida eterna.

Con el paso del tiempo, los descendientes de Liante I, se dieron cuenta que el tinglado que habían organizado les permitía conseguir que los demás hicieran cantidad de cosas en pro de la vida eterna.

Es más, los descendientes de Liante I estaban anonadados al comprobar que el resto de congéneres estaban dispuestos a hacer sin lugar a protesta, un montón de insensateces y a dejarse llevar de las narices.

Alguno de sus pupilos o descendientes, sufrieron un acceso de buena voluntad y utilizaron su gran poder para establecer normas que permitieran que los individuos que componían sus sociedades cada vez más numerosas, pudieran vivir con cierta paz.

El fenómeno “Iluminación de Liante”, probablemente tuvo lugar en muchos puntos del planeta a la vez, y evolucionó en cada sitio hacia lo que hoy conocemos como diferentes religiones. Algunas más interesantes, otras menos.

Pero todas tienen el mismo trasfondo: Poder y Control de Masas. Porque esos pobres tontitos necesitan alguien que los guíe, y “yo lo haré mejor que Bruto”.

Y miles de años más tarde, estamos aquí sentados, delante de un PC, en el siglo XXI, a merced de las mismas arengas de los descendientes de Liante. Y lo mejor de todo es que aun hay gente, que se las cree.

La Naturaleza Humana I - Inquietud personal



Ayer por la noche, que tenía ganas de escribir, pensé en titular este post “Envidia” y la imagen que le acompañaría iba a ser muy distinta. Estaba inspirado en una de las emociones más humanas que existen. Porque ser envidioso es algo MUY humano.

Ayer, la envidia me reconcomía y no me importa reconocerlo, porque un amigo se va de vacaciones a Japón. A Japón, mi sueño dorado, la ilusión de mi vida, el sitio que querría visitar docenas de veces antes de morir.

Evidentemente, no es la única persona que conozco que se ha ido de viaje al País del Sol Naciente. Pero sí es la primera cercana que va. Y me provocó una sensación insana de envidia saber que él iba a ir y yo no, hasta dentro de un año o dos, por lo menos.

Que iré, lo tengo claro.

Pero esta mañana, como todas las mañanas, me puse a ver las noticias. Esta rutina está englobada entre mis nuevos hábitos matutinos. Realmente no sé para qué, si realmente todas las ediciones de noticieros se resumen con el término “desgracia”. En un lugar u otro del planeta, pero siempre se refieren a lo mismo.

Bueno, esto de “ver las noticias” no es del todo exacto, porque estaba arreglando la cama, poniendo la colada, etc., nada más abrir los ojos, así que aun estaba embriagada por el sopor. Por lo que me limité a ver pasar imágenes y escuchar sonidos de fondo, que con los minutos acabaron tomando la forma de palabras.

En clase de comunicación, la profesora siempre nos decía que una noticia tiene que tener varias cualidades. Entre ellas son muy destacables: actualidad, proximidad, interés humano y consecuencia. Recalcó, además, que los sucesos trágicos siempre son noticia.

Por ejemplo: Sale una persona a la calle y muere atropellada por una moto delante de su trabajo en alguna callejuela de Barcelona, y si ese día no hay nada más interesante que explicar, ése día, ése hecho será noticia de primera plana.

Sin embargo, mueren veinte personas atropelladas por un autobús delante de la Sagrada Familia, y eso será casi siempre noticia de portada, o tendrá un titular que sobresalga.

Porque es trágico ya que implica veinte muertes, por el lugar en el que ha acontecido, y porque involucra al conductor de un transporte.

No obstante, que un alguien ha pintado un cuadro hermoso en su casa y que ha sido galardonado con el premio de “Mejor pintor del barrio del Carmelo”, eso no lo sabrá nunca nadie.

No sé porqué me quejo. Porque ya he dicho muchas veces que yo soy muy egoísta. Ahora no sé decir si es porque me gusta ser así, porque llevo casi veintiocho años siéndolo, o porque aunque de pequeña no lo fuera, me volví así para sobrevivir.

No importa el motivo, eso lo tengo claro. No quiero que me exculpen. El resultado es el mismo: soy egoísta. No hay más. Y miro siempre por mí primero y por mis (escasísimos) allegados antes que por nadie más. Y supongo que eso es lo que hace toda la zona del mundo que gusta de llamarse “civilizado”, que coincide con Norteamérica, Europa y algún trozo de Sudamérica. Evidentemente que Asia es en parte civilizada, pero tienen una cultura y unos valores muy distintos.

Así son las cosas.

Entonces, con todo esto bailando en mi cabeza, de camino a la oficina pensé que no me iba a contentar hablando solo de la envidia, pudiendo hablar de la Naturaleza Humana.

Como se habrá notado ya, yo no creo en Dios, ni cristiano, ni de ningún tipo. Y no tengo conocimientos bastantes en historia de las religiones ni corrientes de pensamiento, como para decantarme por alguna de las creencias que pululan por ahí por el mundo.

Así que, para bien o para mal, vivo bastante libre de problemas. Y mi vida es mía, la vivo como quiero y no dependo de quedar bien delante de los demás. Mmmmmmmmm. Esto quizás no es tampoco muy exacto. Mal mirado, sí vivo pendiente de quedar bien delante de los demás, porque vivo en sociedad.

Pero hay ciertas diferencias. Yo vivo mi vida hoy y hago lo que tengo que hacer.

No me juzga la Iglesia, a mi me juzga la Corporación.

Mi premio no es la Vida Eterna (que estará ahí o no), es el Sueldo que me permite vivir hoy y hasta el mes que viene.

Vivo pendiente de deslizarme en la sociedad, pero soy libre de hacer y elegir comportarme como quiera, dentro de unos ciertos límites lógicos para la supervivencia de la raza humana (al modo de verlo occidental, claro), no para preocuparme de los hombres de buena voluntad.

No digo que sea mejor ni peor. Está claro que para mí, como individuo, es lo mejor, si no, viviría de otra manera. Pero no me meto en si esto sería bueno para otra persona.

Una vez escuché que alguien de mi entorno, tenía un gato como mascota. Un gato precioso de hecho. Lo que pasa es que el animalito tenía claro, “defectos de serie”. Así que le castró, le extrajo las uñas, y le limó los colmillos.

¿Dónde se quedó el gato? Encima de la mesa del quirófano y en la basura?

Me puse a pensar en los pecados capitales, a raíz de mi envidia cochina. Voy a recurrir a Google porque no los recuerdo todos, y la peli de Seven, aunque me impactó, no consiguió que yo memorizara. Veamos… Soberbia, Avaricia, Lujuria, Ira, Gula, Envidia, Pereza.

¿Son pecados capitales, o son realmente parte intrínseca de la Naturaleza Humana? ¿Son algo bueno o algo malo? Porque todos en mayor o menor medida tenemos muchos de esos atributos, y son los que nos hacen progresar en el mundo hoy en día. Salvo la pereza que no sirve para nada y solo la disfrutas si te toca el Gordo en Navidad, y la gula que sirve para que vistas una talla 60.

Está claro que yo no sirvo para cristiana. Porque no me siento para anda identificada con esta forma de pensar. Estos pecados no creo que sean tales en otras culturas. Bueno, descartamos la cristiandad.

Sobervia ante el deseo de honor y gloria. Me río yo de esto. El deseo de honor y gloria es lo más humano que hay. El reconocimiento. El ser alguien en la vida. Llegar lejos. Es el motor del mundo actual.

Avaricia ante el deseo de acaparar riquezas. Todo el mundo quiere acaparar riquezas. Todo el mundo quiere su casa grande, su coche deportivo, su tele de plasma, su casa en la playa, su casa en la montaña. Pero cuánto hipócrita suelto. Cuántos de esos tipos que pregonan según qué valores no están hasta el culo de propiedades y riquezas. Y ya no estoy hablando de la gente de a pie. Me gustaría ver las escrituras de propiedad de la “ONG más vieja del mundo” por excelencia.

Lujuria ante el apetito sexual. Sí claro, mátate a pajas. Así estamos dos mil años después que la gente se escandaliza por ver a otro ser humano en pelotas y poco menos que lo llama depravado. Me van a decir a mí que Esas personas están libres de apetito. Por favor… Hipócritas. El apetito sexual es sano. Es más, las mujeres deberían disfrutar de su apetito sexual con toda la normalidad del mundo, que en pleno siglo XXI las hay que piensan que sentir deseo es una aberración. Es lo normal. Sin él no habría Humanidad. Ostras un momento, ¡detengan el coche!. El apetito sexual es malo, aceptamos barco.

Ira ante daño o dificultad. Esto es lo más humano de todo. Desde tiempos ancestrales. La ira corre por las venas de todos nosotros, aunque ahora nos hemos domesticado para poder vivir juntos y salir todos adelante. No es malo sentir ira, es humano. Lo malo es dejarla salir de la jaula. En esto sí estoy de acuerdo. Porque sobervia, lujuria y avaricia, no son destructivos como la ira.

Y para acabar, la envidia ante bienes o logros de otro. No es mala si sabes aprovecharla. Si te sirve para mejorar y superarte. Si es “sana”. No hay que ser conformista en esta vida. El conformismo es para los perdedores. Aunque quizás haya gente que sea feliz con lo poco que tiene. Quizás son ellos más felices con ese poco que yo dentro de unos años con lo que tenga.

Porque yo siempre quiero más, soy muy ambiciosa, y eso me hace perder el norte y a veces olvido disfrutar del “ahora”. No quiero perder mi ambición, pero quiero aprender a ser feliz con lo que tengo en cada momento, sin perder de vista lo que quiero conseguir en el futuro.

Supongo que vivir pensando en el futuro es tan malo como vivir pensando en el pasado.
Hay que disfrutar el ahora. Porque como dijo Terry Pratchett en “El Segador”, “Ésta es la habitación donde el futuro se derrama hacia el pasado a través del agujero del ahora”.