8/22/2006

Salvaje



Todos mis recuerdos desde que tengo uso de razón (que muy al contrario de lo que la gente pueda pensar, no fue adquirida hace tres días), tienen un gato al lado. Desde que tenía quizás uno o dos años y es posible que teniendo apenas unos meses.

Este post es para que quien quiera, pueda conocer un poco mejor a los gatos, esas excelentes y bellas personas. Aunque algo independientes y locas.

Dicen del gato que es un animal traicionero y solitario.

Quien dice eso es que en la vida ha tenido un gato, y que posiblemente si lo tuvo y salió mal, es que no supo cuidarlo. O no supo entenderlo. Porque los gatos no son traicioneros, ni solitarios. Son independientes. Te dejan compartir con ellos lo que buenamente quieren. Y no hay más.

Tú no tienes un gato en casa, a pesar de lo que quieras creer. Ese gato ha consentido compartir su tiempo contigo.

Yo, que vivo en un sitio pequeño, en el segundo piso de un edificio antiguo, tengo unos gatos que no pueden pasear como los que viven con mis padres y pululan a sus anchas por los patios. Y aunque compartimos los tres el territorio, convivimos sin problemas.

A veces me siento un poco gato. Mentira. Me siento gato siempre.

En casa somos tres viviendo juntos, pero no revueltos.

Cada uno hace sus cosas. Tenemos incluso espacio para ignorarnos cuando no queremos ver al otro. Yo miro la tele, ellos juegan en el pasillo. Cuando quieren mimos vienen, cuando quiero jugar voy yo. Pero no los tengo amargados en los brazos todo el día. Porque ellos son libres y aunque les gusta estar conmigo, adoran estar a sus anchas.

Todos nos respetamos y respetamos nuestro espacio. Y nuestro tiempo. Salvo de madrugada, cuando a las cinco de la mañana viene Aemon a ronronear en mi cabeza y a morderme el pelo. Entonces yo, cuando el duerme por a tarde, le muerdo las orejas. Y tan felices todos.

La gente tiene una curiosa manía de comprarlo todo.

Ello debe ser provocado por el excesivo valor que le damos en el mundo occidental al dinero. Lo dice una capitalista y materialista convencida. No me importa decir que soy materialista. Es verdad, es así. No me apetece esconderlo. Antes ser llamada así que hipócrita o mentirosa.

Es por esta precisa manía, que mucha gente valora más algo que han comprado, porque el esfuerzo del sudor de su frente para conseguir el dinero para comprar esa cosa ha sido grande, y lo valoran. A quien le sobra el dinero, igual esta sensación no la entienda. Quizás para ellos todo tiene el valor de algo regalado.

En mi casa el dinero no ha sido algo que rebosara. Muchas veces, es que ni llegaba para lo que había que pagar. Quizás por ello le doy la importancia que le doy.

Muchas veces escuchas aquello de “quiero tener un perrito, quiero tener un gatito”. La gente normal, los adopta. Algunos necesitan comprarlos para que sean de raza, con su pedigrí.

Nunca entenderé eso: habiendo tantos seres por ahí para cuidar, que vayas a comprar uno. Porque entonces te das cuenta de que lo que verdaderamente importa, ya no es el compañero en sí, si no su fachada. El pelo precioso, los ojos tal o cual, las proporciones tan bellas. Así se entiende que exista el servicio de damas y caballeros de compañía de alto standing. Posiblemente quien los usa, tiene un perro con pedigrí en casa.

Si yo fuera gato, no tendría pedigrí. Lo sé muy bien. Sería una gata pequeña, gris claro a rallas. Gato común europeo, vamos. Menuda y escurridiza, pero esbelta. Caminaría con seguridad, con esa fuerza que te da saber que todo lo que ves es tuyo, aunque los demás no lo sepan. Con elegancia, a pesar de saber que mi pelaje es muy común. Lo miraría todo con ojos almendrados de color verde oliva.

Seguro que alguien se pararía al verme pasar. Y hablarían conmigo, intentando llamar mi atención. Dependiendo del humor respondería y me quedaría a que me rascaran la barriga, o le daría un zarpazo, o me alejaría sin siquiera dignarme a mirar atrás. Porque es bien cierto que los gatos son presuntuosos y egocéntricos. Y al contrario que los demás, ellos saben que son el centro del universo, y todo gira a su alrededor.

La vida de gato salvaje no es mala del todo. Vas donde quieres, cuando quieres. Estás el tiempo que deseas y marchas cuando gustas. No hay nada que te retenga en un lugar concreto. Eres libre y te gusta serlo. No tienes ataduras. Muchas veces, no las quieres tampoco.

Una cosa es coger un gato pequeño de la calle, que esté desamparado y solo. Abandonado. Sucio, escuálido, hambriento y desvalido. Lo cogerás, lo criarás con cariño, y crecerá grande y fuerte a tu lado. Será un pequeño hermano peludo, durmiendo a tu lado en tus noches de fiebre. Estará ahí siempre velando tu sueño. Cuando te recuperes, seguirá haciendo un poco más la suya, pero si le necesitas, estará ahí.

No como un perro. Como un gato. Sabrás que está ahí, pero seguirá siendo libre de ir a sus anchas. A veces no entenderás porqué cuando le llamas viene, y otras veces te ignora por completo. Recuerda eso pues: es un gato, no es un perro. Y en eso reside todo su encanto. No te pertenece. Es tu compañero.

Otra cosa muy distinta es convivir con un gato callejero, ya crecido.

Ése gato tiene un espíritu salvaje. Sabe quien es y lo que quiere. Se sabe libre de ir donde quiera.

Que un ser así se quede contigo es el mayor de los halagos, porque sabes que de todas las casas posibles, ha elegido la tuya para estar. No se ha quedado contigo porque es pequeño y desvalido y te necesita. Se ha quedado contigo porque le gusta tu compañía. A pesar de verte como un gato extraño y pelón, que camina torpemente a dos patas y no sabe saltar, te aprecia y te valora.

Tener como compañero a un gato callejero consciente de su libertad, no está al alcance de todo el mundo. Se necesita ser muy paciente y estar dispuesto a recibir más de un zarpazo.

Muchas veces no entiendes porqué viene.

Y otras tantas no entiendes porqué se va.

La primera vez que se va de tu lado no sabes si volverá algún día. Pero mientras se suceden las semanas, ves que el gato va y viene. Compartiendo algo de su tiempo contigo, y al final ese vaivén resulta natural.

Muchas veces veo las cosas que me suceden con ojos de felino.

A veces me siento como ese pequeño ser peludo autónomo y amante de su intimidad y de su espacio.

Creo que una vez fui un pequeño gato abandonado ansioso de recibir cuidados y cariños, me recogieron y me mimaron, pero luego me dejaron en la calle cerrando la puerta tras de mí. Y tuve que aprender a vivir en la hostilidad de la ciudad, para hacerme fuerte y autosuficiente, creciendo sin necesitar a nadie.

Me volví salvaje. No solitaria, porque disfruto de la compañía siempre que yo la quiera, pero muy recelosa de mi intimidad.

Sientes que una parte de ti anhela volver a la calidez de las manos mimosas de alguien, pero otra forcejea violentamente para seguir vagando en libertad. No quieres ser traicionado una vez más. Es difícil encontrar el equilibrio en esa lucha interna. Y a mí, me parece que me queda un buen camino por delante todavía.

Como buen gato, marco y vigilo mi terreno, sin dejar que nadie entre sin permiso. Comparto mi tiempo con quien quiero, en la medida que considero oportuna.

Se entra en mi terreno por invitación. El humano inteligente sabe cuándo llegó la hora de retirarse, pues de lo contrario se arriesga a ser injuriado.

Alguna vez yo también me he parado delante de una puerta abierta, como cualquier gato con recuerdos de lo que es tener un hogar.

Como cualquier orejitas habría hecho, me quedé oteando el interior con cara de curiosidad, atusando los bigotes, con las orejas paradas, pendiente del más imperceptible cambio en el aire, pupilas contrayéndose registrándolo todo con atención, desde la lejanía.

A veces hay alguien parado silenciosamente en el umbral con la mano extendida, esperando que te acerques a olisquearle mostrándote amistosa. Pero el recelo hace que te quedes atrás con la seguridad que otorga la distancia.

Como buen gato, cuando me he decidido a entrar, ha sido siempre con cuidado presta a saltar a la mínima de cambio.

Los días se suceden uno tras otro. Con el tiempo, vas ganando confianza, y ves que ese humano no intenta retenerte. Como no lo intenta, no te importa volver. Sabes que puedes ir siempre que quieras. Un buen día le darás la alegría de dejarle acariciarte. Pero quizás no siempre te apetezca. Quizás en ocasiones simplemente quieras descansar en algún sitio acompañada. Y marcharte cuando te da la gana.

Algún día, tendrás confianza suficiente con ese humano, como para decidir quedarte a comer en su casa, y con el tiempo incluso es posible que tomes un hueco de esa casa como tu hogar. Siempre que ese gato bípedo y tontorrón se acuerde de dejarte la puerta abierta, o una ventana, o algún lugar para marcharte y hacer la tuya si quieres desaparecer, para tener espacio e intimidad.

Convivir con un gato, ya lo he dicho, no está al alcance de todo el mundo. Sin embargo es uno de los compañeros más maravillosos que puedas tener contigo. No es tuyo. No te pertenece. Pero comparte su tiempo contigo libremente.

Lo único que uno necesita para tener un gato salvaje por compañero, es mucha paciencia, mucha comprensión, predisposición para ser arañado alguna vez (y el alcohol a mano) y una gran inteligencia.

Inteligencia, para saber cuándo quiere estar sólo porque tú estás de más.

Inteligencia, para aprender a esquivar los zarpazos.

Inteligencia, para saber cuándo invades su terreno y apartarte.

Cuando el gato esté seguro de que puede seguir siendo él mismo estando contigo, tendrás uno de los mejores compañeros que puedas encontrar, y probablemente un día decida no marcharse ya.

Now playing: She - Elvis Costello

She
May be the face I can't forget
The trace of pleasure or regret
May be my treasure or the price I have to pay
She
May be the song that summer sings
May be the chill that autumn brings
May be a hundred different things
Within the measure of a day


She
May be the beauty or the beast
May be the famine or the feast
May turn each day into a heaven or a hell
She may be the mirror of my dreams
The smile reflected in a stream
She may not be what she may seem
Inside her shell


She
Who always seems so happy in a crowd
Whose eyes can be so private and so proud
No one's allowed to see them when they cry
She
May be the love that cannot hope to last
May come to me from shadows of the past
That I'll remember till the day I die


She
May be the reason I survive
The why and wherefore I'm alive
The one I'll care for through the rough in ready years
Me
I'll take her laughter and her tears
And make them all my souvenirs
For where she goes I've got to be
The meaning of my life is


She
She, oh she

No hay comentarios: