1/31/2008

Game Over

(c) Marta Dahlig


*** Now Playing: Muse- Showbiz

Una vez mi hermano vino a mi casa, y vio mi Warcraft encima de mi escritorio. Él aun tenía unos once años. Inmediatamente, se lo pidió a mi padre. Y con la misma velocidad le dije a mi padre que no se le ocurriera comprárselo en la vida.

Mi padre me miró alucinado, mi hermano me miró como si fuera una egoísta, y yo tenía encima una sensación parecida a la que tal vez dos padres drogadictos tienen cuando su hijo les dice que quiere probar una dosis. Tú sabes que es malo, y sabes que aunque estás enganchado no quieres que tus hijos lo estén. Así que le dices que ni hablar del peluquín.

Entonces ese día vislumbré una leve sombra de duda, ¿por qué estaba tan segura que no era bueno que jugara mi hermano? Y sin embargo, estando yo enganchada, no quería ni oír hablar de que lo estuviera él. A fin de cuentas, que yo arruine mi tiempo no es lo mismo que lo haga él, que tiene que estudiar. Claro. Je. Como si eso fuera todo.

No sé cómo se da cuenta un alcohólico de que está llegando al límite, ni cómo se da cuenta un adicto a cualquier cosa, droga ilegal o tabaco. Quizás un día te pasas tanto que te asustas. Estás cerca del come etílico, o en un sueño profundo por otras circunstancias. Entonces, si tienes suerte que por lo general las primeras veces supongo que sí que la tiene, y te levantas… Te das cuenta al recuperarte, de lo que has hecho, de cómo has reaccionado… Del precio que está pagando tu cuerpo o tu mente.

Quizás alguien puede pensar que es una comparación exagerada esta que hago, pero… Tendría que haber estado ahí para verlo, o jugar así para sentirlo. Quizás no es más que otra forma de ludopatía. Yo no gastaba dinero… Pero gastaba mi tiempo.

Algún día recuperaré el post de “es sólo un juego”, pero mientras, acabo este.

Para variar, venía pensando en el autobús.

Creo que soy el tipo de personas, que a según qué juegos no puede jugar, o al menos, en según qué modalidades de según qué juego.

No soporto perder. Ni a las cartas, ni en el Monopoly, ni el las damas o el parchís o cualquier juego. Quizás eso es lo que hace de una raid una perdición para mí.

Me lo tomo todo en serio. Siempre. Intento hacer las cosas lo mejor que puedo, sean lo que sean. Y destiné demasiados esfuerzos a la raid. Es solo un juego… ¿Cómo se me fue la pinza tanto?

Perdí el control el día que me di cuenta que tenía que avisar de que no iba a estar tal día conectada… O cuando estaba cansada y quería dormir pero no podía desconectar, porque era dejar tiradas a 24 personas… Y cada vez más cansada y más cansada y más estresada…

Empecé a fallar en el trabajo. Los números me bailaban, los papeles se amontonaban… ¿Cómo pude permitir eso? No lo sé. Estaba demasiado absorbida. Estaba demasiado cansada. Tenía demasiadas ganas de dormir.

Dormía los fines de semana, y entre semana dormía poco, para aguantar hasta el final.

Dicen por ahí las malas lenguas, que la raid es para los parados, para las amas de casa, los estudiantes, para la gente de baja, para los ricos, para los que no tienen familia ni obligaciones. Para los que pueden dormir hasta tarde y tienen horarios de trabajo normales.

Pero la raid no es para mí, que trabajo diez horas al día, llego a casa a las nueve, y me levanto a las 6.30.

Cenaba delante del ordenador, o no cenaba. No veía a mis padres entre semana. No veía la tele, ni veía anime, ni leía libros. Solo leía en el bus, pero muchas veces se me cerraban los ojos, así que me ponía música.

Acabé poniéndome maquillaje…

No jugaba con mis gatos, es más, me enfadaba si pasaban por encima del teclado. No ordenaba mi casa los findes porque estaba tan cansada que solo quería dormir.

Fuerte, ¿eh? Debo parecer una enferma. Y lo estaba. Y quizás aun lo estoy un poco, pero ya empecé el tratamiento de desintoxicación.

Si me quería ir un fin de semana, tenía que avisar que no iba a estar conectada. Si tenía sueño, tenía que decir que me quería ir a dormir, y muchas veces decían que vale, pero sabías que jodías la raid y te quedabas hasta el final. A veces notabas ese “va quédate un poco más”, pero lo decía gente que duerme hasta las 9 o las diez o las once. O que se despiertan a las ocho de la mañana, o que trabajan 7 u 8 horas nada más…

Cada vez estaba más quemada. Más quemada… Más quemada… Más quemada…

Es solo un juego. Jugamos para divertirnos…

Mentira.

Reírte es divertido, hablar con los amigos, es divertido… Estar esclavizado con horarios, no lo es. Pedir permiso para dormir, no lo es… Estar contento porque tienes todo el tiempo del mundo para jugar, no lo es.

Coger un taxi para llegar a casa a tiempo de raidear, no es divertido.

No, yo no soy el tipo de persona que pueda permitirse jugar allí.

Y aun ahora, que no tengo clan, por la explosión del lunes, una parte de mi piensa… Igual podría cambiarme a otro y jugar más Light. Pero no es posible… Una vez pruebas la raid y la tienes en las venas, no puedes dejarlo. Si vas a otro clan tiene que ser igual o mejor que el tuyo o te quemas.

Y es volver a empezar.

Así que la única opción que queda es irte a un clan pequeño, volver con los amigos, jugar en PvP o usar el WoW como un Messenger.

Había pensado entrar en Last Hope. Me da pena saber que no mataré a Illidan. Pero mientras escribo estas palabras, y las leo... Me doy cuenta de que no tengo que hacerlo. ¿Cómo puede darme pena eso? Debería darme pena otro tipo de cosas. Mis gatos, por ejemplo. Ver poco a mi hermano, leer menos… Estar enfadada cada día… No rendir.

Y aunque me muero de ganas de jugar (de fumar, de otra copa, de otro pico, como podría pensar alguien en otra situación), sé que no tengo que hacerlo. No quiero perder el control otra vez.

Así que me iré a jugar con mis amigos battle grounds, o arenas, o instances de lows… Pero la raid hardcore no es para mí, con la vida que tengo ahora.

Mientras estaba en Shattrath estaba apenada. Pensando en la gente que estaba e Black Temple y que yo ya no veré eso en la vida. Pero hay más juegos. Hay más formas de juego. Hay vida en el planeta.

El lunes mientras enviaba a todo el mundo a la mierda… Que les dije no pocas barbaridades: “Ojalá te quedes en el paro, o viviendo bajo un puente, pero con wifi, eso sí, y que tu única preocupación sea la raid. O sin vida social, con todo el tiempo del mundo para jugar, o que los suspendas todo y tengas todo el tiempo del mundo para jugar”, me acordé de Petra Arkanian. Una de las mejores pilotos que iban con Ender Wiggin, y del día que se rompió. Ese día Ender supo que ya no volvería a poder contar con Petra al máximo, así que ya no era útil.

Petra se fue llorando y diciendo que lo sentía, que sentía haber fallado, haberla jodido y que no lo haría más. Pero Petra estaba rota ya. Ya no valía. Lo que la hizo brillante se esfumó.

Ayer me fui a dormir a las once de la noche, no tenía nada importante que hacer, no tenía nadie a quien dar explicaciones…

Estuve jugando con los gatos, con la PSP, mirando “Tú la letra, yo la música”. Estuve jugando en C’Thun, un SM Cathedral, mientras otra parte de mí pensaba en Mount Hyjal. Y es precisamente el acordarme de esas cosas, las que definitivamente me hacen no apta para raidear. Porque me crea adicción.

Y hay muchas cosas mejores en las que invertir el tiempo.

No le doy explicaciones ni a mi padre. Así que no quiero dárselas a nadie más ni en un foro.

Y aunque me cabreara, y la gente piense que mi oficial es malo (porque sí, las raids “pro” son como ejércitos, con su general, sus capitanes y sus soldados rasos como yo), mi oficial me hizo el favor de mi vida al invitarme a irme. Hubiera vuelto a explotar, y yo lo que necesito no es un épico, ni el tier 6. Es dormir, y divertirme.

¿Parezco enferma? Seguramente lo estoy/estaba. Pero me alegro de haberme dado cuenta y haberme parado a tiempo.

Lo malo no es jugar online, ni Warcraft ni nada parecido. Lo malo es sacrificar más tiempo del que tienes, y que eso afecte al resto de tu vida.

Gastar dinero no es malo, comprar no es malo. Pero robar para tener dinero para comprar… Eso sí es grave. Llenarte de tarjetas de crédito para usar dinero que no tienes para comprar en el Corte Inglés cosas que no vas a usar o no son importantes, es malo.

¿Es malo el Corte Inglés? ¿Es malo Fnac? No. Eres tú quien decide cuánto gastas, cómo, cuándo y dónde.

¿Es malo Warctaft? No. Pero eres tú quien decide, también aquí, cuánto juegas, cómo juegas, cuándo juegas y dónde.

Y en el momento que bien no eres libre de decidir todo eso, o no te sientes –por lo que sea- libre, de decidir todo eso, es momento de decir adiós. Al juego, o a la raid, o cambiarte de clan o lo que sea. Pero decir adiós y tomar las riendas.

Algunas personas se indignaron porque dejé a entrever que estábamos enfermos. Pero es verdad. Una persona sana, no dedica tanto tiempo a eso.

Reconocer que estás enfermo, no es malo. Lo malo es negarlo o enmascararlo. No ser consciente de eso, o querer mentirte y hacer ver que todo está bien.

La mierda es que yo, soy consciente de muchas cosas, entre ellas siempre tengo presente que puedo engañar a los demás, pero a mí no. Y aunque dijera que lo tenía todo bajo control, yo sabía que estaba perdiendo las riendas.

El lunes, lo único que hice, quizás de la forma menos adecuada, fue retomarlas.

No voy a dejar de jugar, porque en sí me divierte. Lo que no pienso volver a permitir es estar esclavizada a la pantalla. Yo decido cuándo, cuánto y cómo. Qué razón tenían mis antiguos compañeros, cuando me dijeron "ese camino ya lo recorrí, y no pienso volver a recorrerlo". Ahora entiendo a qué se referían. Pero es como el enchufe: hasta que no metes los dedos dentro, y compruebas el voltaje de la descarga por tí mismo... Da igual lo mucho que te avisen, que no paras.

Y por todo esto, es por lo que no quería que mi hermano empezara a jugar. Porque yo soy capaz de llegar a estas conclusiones, pero alguien de 13 años, dudo que pudiera alcanzarlas.

1/30/2008

Out of Control

(c) Liiga Smishkalne - Deep Red

¿Cómo sabes que estás fuera de control?

Cuando tienes ataques de compra compulsiva, cuando te irritas más de lo normal, cuando le saltas a todo el mundo a la yugular, cuando te sientes agotado, cuando fallas en el trabajo, cuando sabes que no estás haciendo las cosas bien…

Llevo varios días fuera de control. Pero bueno, para bien o para mal el lunes exploté en un alarde de los míos.

La verdad, poco se puede hacer por ello. Pero lo que me preocupa es esa sensación.

Todavía alucino cómo el viernes pude irme a un atienda Game, plantarme allí y dedicar setenta y ocho minutos a elegir entre una Nintendo DS y una Sony PSP. Lo cual indica que a pesar de que el impulso fuera inducido por una neura, dediqué el tiempo suficiente como para decidir.

La verdad es que la semana pasada fue una semana de mierda, por motivos diversos.

Había planeado irme a pasar el finde a Madrid y descansar de la vida en general y el juego en particular. Al final por circunstancias, no me veía capaz de irme de fiesta y dejar sola a mi familia, por lo que decidí cambiar el billete.

El mismo viernes, estaba a las once de la mañana pensando si cambiarlo o no cambiarlo.

¿Qué fue lo que me pasó por la cabeza para cambiar los planes? Un montón de cosas. Pero aunque la cosa fue por temas familiares, también tuvo algo que ver la cobardía.

Sé que estoy fuera de mí cuando me siento paranoica y creo que todo lo que pasa alrededor mío es una confabulación mundial contra mi persona. En algún punto en las últimas semanas, perdí la cordura, y creo que se quedó extraviada junto con el sueño.

Tal vez raidear hardcore no fue la mejor de mis ideas.

El jueves por la noche, cuando tenía que hacer una maleta, tres palabras que yo interpreté como me salió de los bajos, me hicieron cambiar radicalmente de opinión, y preferí quedarme en Barcelona. A más vueltas le doy a aquello, más pienso que me estoy volviendo gilipollas sin remedio.

El viernes me entró el ataque de “mala hija” que se va de vacaciones cuando la familia la necesita. Ya sé que mis padres me dijeron que me podía ir, pero yo simplemente no podía o no me atreví a irme y dejarles solos.

El sábado estuve con unos amigos de barbacoa, y el domingo en casa de mis padres haciendo la comida y tal.

Una parte de mí estaba tranquila, y la otra no paraba de llamarse a sí misma cobarde y subnormal por no haberse ido de viaje.

El lunes, simplemente exploté.

No tenía ganas de jugar, no tenía ganas de raidear, estaba deseando que quien fuera in u off game me diera un motivo para destrozarlo. Soy genial buscando pelea. La encontré y destrocé todo lo que se me puso delante, sin pensar en las consecuencias.

A quien le importan las consecuencias, yo solo tenía ganas de romper la vajilla.

Y bien rota que la dejé, por cierto.

Ahora, aunque me puedan preocupar las consecuencias de mi rabieta, lo que más me preocupa es mi falta de control sobre mi forma de sentir, y de expresarme.

Quizás haber explotado no estuvo mal, ahora me siento más relajada en cierta medida y es la forma de llamarme la atención yo misma, para no repetir la estupidez.

Me pregunto… El viernes fue la PSP… Si no controlo esos accesos de rabia y compra compulsiva, la próxima vez, ¿qué será? Un coche?

Y cuando lo analizo me doy cuenta que tengo tendencia en mis días malos a comprar cosas, como auto premios. Siempre pienso va, solo son seis euros… Pero suma y sigue. Seis, más seis, más seis, más seis…

Ayer me dijeron también un par de lindeces que probablemente merecía. Entre ellas que debería comprar menos, jugar menos y salir más. Pero bueno quien lo dijo no es nadie para echarme eso en cara. No obstante tocó el punto débil y como ayer ya estaba bajo control, no respondí…

Porque mi respuesta hubiera sido “no sabes nada de mí, ni de mi vida, ni de cómo soy, y no tienes derecho a decir nada”, pero la respuesta hubiera sido “tú tampoco tenías derecho a decir todo lo que dijiste”, lo cual, es cierto.

¿Las palabras se las lleva el viento? Quizás algunas palabras necesitan huracanes para que se las arranque de la memoria y muchas veces ni eso.

*** Nota mental: Contar hasta 20 antes de hablar, porque a cien no llegaré. Evitar zonas comerciales cuando esté rabiosa o deprimida. Meterme la lengua en el culo antes de decir nada si estoy enfadada. Desconectar o marcharme, si no consigo meterme la lengua por el culo. Paso de mordérmela, capaz sería de envenenarme yo misma.

La verdad es que aunque lo que pasó el lunes me sabe mal, lo único que no me quito de la cabeza es cómo coño exploté así, lo fácil que he perdido el control estos días, y cómo he permitido que pasaran algunas cosas que no tienen que volver a pasar.

Cualquier día pido el traslado a Madrid. Vivir así es una puta mierda. Vivir currando solo es una puta mierda. Vivir lejos de los amigos es una puta mierda. Vivir solo es una puta mierda.

Pero hay cosas peores.

1/21/2008

Colmena

Kael'thas Sunstrider down, by Shemsu Hor



Reflexiones post Kael'Thas

Apócrifo -de momento- para los foros oficiales.

Este no es un post que habla de estrategias, no vais a encontrar absolutamente nada aquí que os diga cómo tumbar al boss, sin embargo, habla de emociones y de cómo me sentí ayer cuando en Shemsu Hor tumbamos al fin a ese hueso duro de roer que ha representado Kael’thas para la horda de Dun Modr, y de todo lo que me han dado que pensar esas emociones.

No voy a atribuirme méritos que no me son propios, porque cuando yo llegué a Shemsu, ellos ya habían tirado a Vashj y estaban haciendo tries a Kael. Agradezco a todos los que me apoyaron para entrar, en especial a Grial, por dejarme su puesto cuando él migró a C'thun buscando ver mundo, porque por más que digan, ser horda en Dun es muy duro, y no hay casi clanes avanzados en PvE. Y también a Brasi, mi oficial, que no me mandó al carajo aun a pesar de toda la brasa que le di hasta que entré. A Chusti, Mönik, Quenthel, Raza, Dimi, Kage, Retry y todos los demás.

Es gracias a gente como ellos, y como Dimitri e Iscariote, por ejemplo, y tantos otros, que tiraron de Shemsu antes que nosotros -porque muchos de ellos dicen que ya no quedan viejos amigos y somos casi todos sangre nueva- que ayer cayó Kael’thas. Porque todos ellos lucharon muchísimo y facilitaron el camino.

Y no sólo ellos. Todos los grandes clanes horda que quedan en Dun se esfuerzan MUCHO porque el PvE no desaparezca del server y los buenos jugadores se queden, y no se vayan a otro lado. Aunque Shemsu está ahora mismo en la punta (y yo tuve la suerte de mi vida porque me adoptaran), me alegro por cada down de Réquiem, Spectral y Last Hope, y espero con impaciencia cada nuevo down suyo y que pronto pueda felicitarles por acabar TK, porque a más clanes tiren a Kael, más esperanzas tendrá la horda de nuestro servidor.

No suelo postear sobre este tema del estado de Dun, pero un año aquí ha servido para verlo, cuando he pasado por dos fusiones, una absorción, un desbando de clan, y al final acabé en Shemsu porque era prácticamente mi última esperanza.

Los miembros de mi antiguo clan, Ad Infinitvm (a los que les doy las gracias por haberme enseñado a jugar y aguantarme -Quizzer, Dereck, Laurana, Pikkolo, Fumari, Dagodai, Zoed, Anaki, Crimsomh, Erógena, Raist, Ariakkas,…- a pesar de que nos desesperamos en Karazhan y pensamos que ya solo la fusión nos salvaba y únicamente acabó separándonos y rompiendo nuestro clan), han ido a otros clanes como Réquiem, lo han dejado, o han migrado, o son pvperos y sólo tres permanecemos juntos (a saber por cuánto tiempo).

Este post, a pesar de ser un ladrillo, también habla de reflexiones sobre cómo ve el mundo a los jugadores hardcore de WoW, y tal vez de cualquier juego online, y porqué yo creo que verlo así está un tanto desajustado.

Pero insisto, son simplemente varias reflexiones, y todas ellas mías, por lo que tal vez no sean compartidas; solo que a más avanza el juego, y más esfuerzos requiere, más me hace pensar.

No voy a dejar WoW, ya estoy detrás de mi expansión… Y me muero de ganas de ver el nuevo reino.

Aun a riesgo de parecer más loca de lo que ya parezco y ojo que no me vais a decir nada nuevo, solo quiero decir a quien lea esto y sea horda de Dun: no tires la toalla, no migres de server. En Dun Modr hay mucha gente aun que vale la pena, y con quien divertirse. No te vayas a un clan de Cthun porque vaya más avanzado que el tuyo. Si todos migramos, ya no habrá manera de tirar adelante.

Si todavía no has elegido server, y quieres ser horda: intenta Dun. Si todavía no sabes qué facción quieres jugar, hazte horda en Dun.

Te van a campear los alis: cierto.

Te vas a estirar de los pelos: cierto.

Vas a odiarles de por vida: cierto.

Pero en otros servidores es la horda quien campea a la alianza y todos seguimos adelante. Si fueras ali en Cthun, pensarías lo mismo, pero de la horda.

Ganbate! Y diviértete mucho.



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Es curioso lo mucho que me aburro en el autobús.

El camino a la oficina debe ser el único momento del día que me dedico plenamente, tanto para leer un libro como un manga como para pensar.

Hoy he dormido cuatro horas. Cuatro nada más, y tenía pensado levantarme y pegarme una ducha, pero al final me ha podido el cansancio y he optado por levantarme sin más, una vez había elegido qué ropa me iba a poner mientras remoloneaba en la cama.

Y un día más, he tenido que recurrir al maquillaje, porque tenía unas ojeras que no eran normales.

Mucha fiesta, es lo que te dice todo el mundo… Pero, ¿cómo les explico yo que no estaba de fiesta? ¿Cómo les explico que me dormí tarde porque me moría de ganas de ver Mount Hyjal? ¿Cómo les explico que tenía un subidón tal, por ehabr matado a Kael’thas, que no me podía dormir a pesar del sueño acumulado de semanas de esfuerzos por matarle?

¿Cómo le explico a la gente que me hizo feliz matar un bicho de un juego? ¿Cómo le explico a la gente que cuando voy diciendo que maté a fulanito, no hablo de la vida real si no de la vida online?

En fin.

La gente tiende a mirarte raro cuando dices que le echas tanto rato a un videojuego. La verdad, mis ideas al respecto dan para otro post que por ahí anda en cola, pero lo que me ha llamado la atención es el pensamiento concreto que me asaltó en el trayecto.

Voy a confesar que llevo unas dos semanas durmiendo poco más cinco horas al día los de diario. Es una bestialidad, lo sé, soy consciente de ello, todo por estar hasta tarde haciendo tries a Kael’thas. Quien no juegue a ningún juego online, que requiera un esfuerzo del estilo, igual no lo entiende.

Pero aunque a veces pueda parecer un tanto enfermizo, estar jugando tantas horas, no es peor que quien se dedica a un deporte y entrena muchas horas al día casi toda la semana para conseguir llegar a la final de una competición y ganar. Tampoco es diferente de la gente que queda cada día después del trabajo en el bar para mirar el fútbol, jugar a dardos, beber unas cañas… O quien va cada día al gimnasio y se tira 4 horas haciendo deporte, o nadando o en el jacuzzi o qué sé yo.

Son aficiones diferentes, y muchas veces hasta compatibles.

Quizás si se cobrara por jugar a WoW, como cobran algunos jugadores amateurs de equipos deportivos, la gente miraría con otros ojos. Pero… Al final, el dinero todo lo excusa, y lo demás son tonterías. Qué le vas a hacer.

Pero mientras estábamos allí, renegando, y viendo cómo pasaba la tarde y desesperando por fallos tontos, por wipes, por limpias… Cada vez parecía que estaba más cerca el momento de la victoria… Y sin previo aviso, sobrevino.

Ahí estaba Kael’thas a nuestros pies… Y todo el mundo sacando screenshots del momento, mientras por el Team Speak sólo se oían risas y chillidos de alegría, y felicitaciones varias, y estábamos todos eufóricos. Y en ese justo momento, lo sentí: la alegría de haber pertenecido a eso, de ser parte de Shemsu, de haber matado a Kaelthas con 24 compañeros.

Y saber que eres el primero en hacer una cosa, en llegar a un sitio, como si del monte Everest se tratara, es genial.

Reconozco que mientras estábamos intentándolo, sentía que quería que cayera, porque si hubiera habido otro clan que lo hiciera antes que nosotros hubiera supuesto un golpe emocional muy duro, y no quería que nadie nos quitara ese triunfo, y mientras bajaba el pocentaje, 40, 31%, 26%, 15%, 8%, 2%; solo pensaba "Dios, que ya cae", y me moría de ganas de verle caer.

No se estire nadie de los pelos, porque a fin de cuentas, ¿qué diferencia hay entre la sensación que pude tener yo ayer, y alguien que ganó la liga? Si hubiéramos estado juntos, nos habríamos dado un abrazo y nos hubiéramos ido de copas. Como un equipo más. ¿Qué tiene de malo alegrarse por algo virtual? ¿Tiene menos mérito que me alegre yo por eso? ¿Soy más enferma por participar de la alegría de haber tumbado a un boss de Tempest Keep, que el tío que se alegra porque su equipo preferido de fútbol gana el partido de su vida? Cuando ese tío ni siquiera juega…

Llegará el día en que la gente verá esas cosas tan normales, pero mientras tanto tendremos que cargar con la etiqueta de “friki”.

Pero lo que me llamó más la atención, fue darme cuenta que yo, que nunca he sido forofa de un equipo de fútbol, que no tengo tendencias políticas marcadas ni voy a mítines, que no soy religiosa de ningún estilo ni fan acérrima de cantante o actor alguno, ni me he sentido identificada con colectivos concretos, y sin embargo ayer tuve esa sensación de pertenecer a uno y estar contenta por participar del éxito de todos.

Por un momento, mientras todo el servidor nos felicitaba y nos llenaba de privados; mientras estábamos en medio de Shattrath con la bendición de A’da’l, sentí esa pertenencia y me encantó. Y mentiría si dijera que no degusté cada minuto de felicitaciones. Por un momento, entendí tal vez, cómo se siente un equipo al ganar la copa.

Por un instante sentí que pertenecía a esa colmena, y el subidón emocional que me supuso, fue alucinante. Y en ese instante supe que por mucho tiempo no va a haber otro clan para mí que no sea Shemsu (salvo que acontezca una hecatombe y nos separemos). Porque estas cosas, superar os baches, son las que te unen a la gente.

Así que por la mañana, en el bus de camino a la oficina, me quedé un poco impresionada, por mi forma de pensar y reaccionar, pero deseaba llegar para mandar un mail a los amigos a decirles “Ding, dong, la bruja ha muerto”, poner en el attachment screens del momento, explicarles lo guay del down, lo guay del primer wipe en Mount Hyjal, y enseñarles una foto de mis amigos… Mientras señalaba una diminuta maga blood elf, con su netherwelp de pet y decía “esa soy yo, ese es mi ofi, ese es mi compi, ese vive en Terrassa…”

Lamentablemente, como en todos los clanes, cada uno de nosotros está en una parte distinta de España, y aunque nos vemos a menudo, algunos más que otros, porque viajamos, quedamos en Madrid, o vienen de visita a Barcelona, no pudimos celebrarlo.

¿Qué tiene de malo hacer amigos así? ¿Por qué es mejor por ejemplo, conocer a alguien en otra ciudad o país escribiéndole cartas a una dirección sacada de una revista? ¿O por un sms en un chat de ligues? ¿O en una discoteca?

¿Son menos amigos porque les ves online y pocas veces en la vida real? ¿Y los amigos del veraneo que los ves una vez al año y quizás no les ves hasta el siguiente estío?

La forma de comunicarse de la gente está cambiando por segundos. Cambia incluso mientras yo escribo.

Estiraos de los pelos si queréis... Pero acordaos de esto: El mundo avanza con pasos de gigante, internet avanza como un virus... Y quizá hoy yo os parezca una enferma, pero creedme cuando os digo, que mañana veréis a vuestros nietos cómo juegan y cómo se relacionan, y a su lado tal vez yo sea la persona más cuerda del mundo.

Hasta ese entonces, y mientras me divierta, seguiré disfrutando de WoW y mis amigos.

1/15/2008

Segundas intenciones

(c) Escher

"Es diferente de Shimamoto”, pensé. “No me da lo que Shimamoto me daba. Pero es mía y quiere ofrecerme todo lo que puede. ¿Cómo podría hacerle daño?”.

Entonces no lo sabía. No sabía que era capaz de herir a alguien tan hondamente que jamás se repusiera. A veces, hay personas que pueden herir a los demás por el mero hecho de existir.

Al sur de la frontera, al oeste del Sol”.
- Haruki Murakami
Aunque Izumi me suplicara que me quedase, y aun suponiendo que, como trueque, consintiera en acostarse conmigo, yo no tenía ninguna intención de permanecer ni un día más en aquella
tranquila y elegante ciudad. Aunque eso supusiera nuestra ruptura. Si me quedaba, algo entro de mí se perdería para siempre. “Y es una pérdida que no puedo permitirme”, pensaba. Era algo vagamente parecido a un sueño. En él había ardor, y también, dolor. Se trataba del tipo de sueño que tal vez sólo pueda tenerse a los diecisiete o dieciocho años.

Y ese sueño Izumi tampoco podía entenderlo. Lo que ella perseguía en aquella época era un sueño de una naturaleza muy diferente, un mundo que se emplazaba en un lugar muy distinto.

Pero, al final, antes de empezar realmente esa nueva vida en ese nuevo lugar, nuestra relación llegaría a su fin de una manera brusca e impensada.

“Al sur de la frontera, al oeste del Sol”.
Haruki Murakami


Qué difícil es para una mujer entender a un hombre.

Pero qué difícil.

Y todo es un problema de comunicación, pero no de falta de ella, no... Es un problema de codificación y descodificación, y de ruido en el canal.

Dicen que los hombres son textuales. Que son literales. Que dicen simple y llanamente lo que quieren decir. Si después de hacer la cena, estás sentada con él en la mesa, y te dicen “pásame la sal”, simplemente te está indicando que le pases la sal, nada más…

Entonces, porqué lo que tu cabeza se empeña en oír es algo como “te ha quedado soso, dame la sal que lo arreglo”.

Por algún extraño motivo las mujeres siempre suelen buscar los cuartos y quintos significados de las frases, de las acciones, de cualquier cosa.

Eso, o igual yo soy la única paranoica que se entretiene en analizarlo todo. Lo que dijo, porqué lo hizo, qué ropa llevaba en el momento, la música que sonaba, los gestos, las miradas, el tono y la inflexión de la voz, cómo la modulaba, y en base a todo eso descifrar lo que de verdad una frase o un movimiento corporal quería decir.

Igual no son así todas las mujeres y es cierto que yo pienso demasiado. Sin embargo, estoy plenamente convencida de que no soy la única, y que la mayoría de chicas tienden a hacer eso alguna vez.

A lo mejor te regalan una tontería, o un libro con un título extraño, y te pones a analizar, porqué ese libro entre todos los demás. Si no es el tipo de literatura que tú lees con asiduidad. ¿Será por el título? Y si te llega por casualidad una planta o una flor… ¿Por qué ésa y no otra? ¿Significará algo esa planta? ¿Tendrá un nombre especial? ¿Un significado?

Entonces te quedas pensando y te traumatizas porque tu mente intenta descifrar la psique de alguien que no eres tú y que no sabes cómo funciona. Mandas pings que no reciben respuesta. Y analizas esa falta de respuesta. ¿Estará ocupado? ¿Estará pasando de ti? ¿Le estarás molestando? ¡Dios mío! ¿Estará hablando con otra y por eso no te responde?

Entonces te dice que está ocupado… Y piensas… Ah bueno. Pero acto seguido empiezas a divagar. ¿Está ocupado? ¿O quizás está dándome largas y diciendo que le deje en paz? Pero si el otro día tenía tiempo…

¿Qué es lo que hace que te pongas a pensar en todo eso, y a analizarlo todo hasta llegar al borde de la locura y la extinción neuronal?

Creo que estamos acostumbradas a darnos falsas esperanzas, o a buscar la mínima señal a la que aferrarte, para hacer que un sentimiento crezca, aunque a veces sea estéril e infructuoso. O incluso destructivo.

Creo que a veces, estás tan desesperada por ver lo que quieres ver, que buscas en cada recodo un sitio donde aferrarte desesperadamente, y no renunciar a lo que sientes, esperando que un día sea recíproco.

Piensas que como muchas veces, tú dices y haces cosas que en realidad implican mucho de lo que pueden aparentar, tal vez todo el mundo lo haga. Pero en el fondo solo estás intentando que crezca una rosa en un desierto sin agua, y lo único que vas a conseguir es que no nazca nunca, o tal vez, en el mejor de los casos que muera rápido nada más crecer, porque está condenada de antemano.

Partes de la base errónea, de “si yo hiciera eso, lo haría porque…”, olvidando de que no estás analizándote a ti misma, si no a un “desconocido”. Porque tú eres retorcida y estás acostumbrada a que las mujeres quieran decir mucho más con sus palabras delo que realmente dicen. Porque solo quieres buscar la forma de ver lo que deseas ver, o la manera de que que cambien las cosas a tu favor.
Pero, ¿qué te empuja, en realidad? ¿Es obsesión? ¿Una fijación insana? ¿El gusto por la caza? ¿El reto de lo imposible? ¿Desesperación? ¿Soledad? ¿Miedo?

Y aun así, cuando es del todo imposible, nosotras jamás queremos tirar la toalla hasta el último momento, y sin embargo es tan difícil decidir cuándo es el instante preciso de hacerlo.

¿Cuándo es? ¿Antes de volverte loca? ¿Antes de no poder dormir por las noches? ¿Antes de que tu cabeza no pueda ánsar en nada más que no sea eso? ¿Antes de decidir hacer una locura? ¿Cuándo? Pero normalmente sigues ahí, cavilando y cavilando, tejiendo redes imposibles y compendios gigantescos sobre el comportamiento masculino.

Buscando excusas que perdonan o hacen que sus gestos parezcan cosas que no son, siempre a tu favor. Engañándote, hasta que olvidas, y muchas veces solo olvidas, hasta que aparece un tercer espécimen del que analizar sus segundas intenciones, quizás nuevamente inexistentes.

Es muy, pero que muy agotador ser mujer.
En el curso de toda mi vida, son contadas las ocasiones en que me he sentido atraído por mujeres bellas en el sentido general del término. A veces he ido andando por la calle con un amigo que de improviso comentaba: “Has visto? ¿Te has fijado en lo guapa que era esa chica?”, pero yo, cosa extraña, no lograba recordar el rostro de esa “hermosa mujer”. Tampoco me han fascinado jamás las actrices guapas, ni las modelos. No sé por qué, pero es así. Ni siquiera en la adolescencia, cuando la frontera entre el mundo real y el de los sueños es tan imprecisa y los anhelos exhiben su fuerza de una manera casi prodigiosa, jamás me gustaron las chicas guapas por el hecho de serlo.

Lo que me atraía no era la belleza externa cuantificable e impersonal, sino algo más absoluto que se hallaba en el interior. De la misma manera que hay quien ama secretamente los diluvios, los terremotos y los apagones, yo prefería ese algo recóndito que alguien del sexo opuesto emitía hacia mí. A ese algo voy a llamarlo aquí “magnetismo”. Una fuerza que te atrae y te absorbe, te guste o no te guste, quieras o no.

Quizás pueda compararse a un perfume. […]
Tal vez haya un aroma que atraiga a cincuenta personas entre cien. Y quizás exista otro distinto que atraiga a otras cincuenta. Sin embargo, también hay uno que hechiza sólo a una o dos personas en este mundo. Es un aroma especial. Y yo era capaz de percibirlo claramente. Sabía que era letal. Podía distinguirlo a la perfección desde muy lejos. En esas ocasiones, yo quería acercarme a las mujeres que lo exhalaban y decirles: “Lo he notado, ¿sabes? Quizá los demás no, pero yo sí”.

“Al sur de la frontera, al oeste del Sol”.
Haruki Murakami