12/06/2009

¿Por qué es tan importante internet?

Parece mentira que hace algo más de diez años, aquello que empezó como un primer contacto que quedó abandonado en forma de una cuenta de email, fuera el preludio de una parte tan importante de mi vida.

Claro que en aquel entonces, con mis aquellos rudimentarios conocimientos del inglés, "Hotmail" me sonó bastante raro y ahí se quedó la cosa, sin utilizar. El caso es que la red quedó olvidada un año por ahí, y no fue hasta un poco más tarde que me planté a ver qué era eso de internet con más propiedad.

En los albores de mi uso de la red, tampoco tenía mi "personalidad digital" definida, así que el primer nick que me vino a la memoria fue "gato" (qué original), "Ender", y alguna vez un diminutivo de mi nombre, que usaba Montse a menudo "tam tam".

Yo no sabía nada de ese mundo de ceros y unos que flotaba en algún lugar más allá de mi cabeza. Porque a veces uno se pregunta exactamente dónde está internet. Es como cuando le hablo a los compañeros de trabajo que no se defienden con el ordenador y les digo que su backup de datos se guarda en un servidor y entonces hay que explicar esos conceptos y te quedas... Jum... Es casi como explicarles que existe el Cielo. Complicado (solo que yo puedo creer con más facilidad en la Red que en el Cielo).

Un día se aventuró por Barcelona en uno de sus viajes un velero escuela de Uruguay, el "Capitán Miranda", y conocí un chaval bastante majo con el que me lo pasé bien charlando. Pero claro, está difícil enviar cartas a los barcos, vete a saber cuándo llegan. Y me dice... "¿Tienes email?" Y pensé... Ah pues tenía una cuenta de Hotmail por ahí perdidísima (si es que aun estaba activa, cosa que yo no sabía que se podía perder). Me dejó la dirección de correo que utilizaban y yo prometí escribir.

Pero estamos hablando de un tiempo en el que internet no estaba en casa de todos, ni era de tan fácil acceso, ni era tan "barato" como ahora. Entonces los que tenían acceso eran casi siempre estudiantes de la universidad, o trabajadores de organismos oficiales o públicos, y las empresas. Los que no teníamos internet en casa nos aventurábamos a un cyber café. Tampoco existía el Easy Everything todavía en Barcelona.

Había uno de esos en la Gran Vía. Tuve que estar preguntando por ahí cómo llegar.

No tengo ni guarra de lo que yo pensaba en aquel entonces que sería un cyber café. Me esperaba algo al estilo "Tron", qué sé yo. Cuánto daño han hecho los efectos especiales a las concepciones y esperanzas del gentío de lo que la informática puede hacer por uno.

El caso es que llegué al cyber, y era eso: una cafetería con cuatro o cinco ordenadores, y estuve mareando al chaval para que me ayudara a hacerme una cuenta de mail, porque cuando me puso delante del PC sin haber accedido nunca a la red por mi misma, me sentía completamente perdida.

¿Qué esperaba que fuera internet? No tengo ni idea. Me parecía un concepto mágico, ¿no? Quiero decir, vamos a ver, yo me pongo delante de una pantalla, escribo un texto, le doy a un botón, y una persona que está a miles de kilómetros de distancia, perdido en el medio del océano, flotando sobre la superficie del mar, lee mis palabras y puede responderme. Y no es que me vaya a llegar dentro de tres meses la carta, no... Es que igual me llegaba en dos días, porque mi amigo no veía el correo cada jornada.

Desde luego, internet es magia.

Imagina por un momento el fenómeno internet en la época medieval. Era brujería fijo, que es el calificativo que servía para explicar todo aquelloinexplicable que la mente del momento no podía comprender. Lo que no se puede comprender da miedo, y hay que terminar con ello, hay que ponerle freno, antes de que se salga de madre, antes de que provoque problemas, antes de que la gente se cuestione cómo y porqué.

Parece mentira que setecientos años más tarde, la humanidad no haya aprendido nada, y haya zonas de la Tierra que aun vivan en la Edad Media. Algo que me parece tan sorprendente a mí, pero que es el día a día de muchos otros, para quienes nosotros somos lo brujos heréticos que hay que exterminar.

Es increíble que seres tan dispares convivan bajo el mismo cielo, ese cielo que también cobija ahora a internet.

He ahí mi primera experiencia como cibernauta: el envío de un mail

Pero cuando llegas a la facultad y tienes mucho tiempo libre, tienes varias opciones: o vas a clase a aguantar al profesor pelma de turno, o te vas a hacer campana al bar, o te vas a hacer campana a la playa a tomar el sol, o te encierras en la biblioteca a leer o a trastear con los ordenadores. Así que yo, obviamente, acabé en la biblioteca -mi paraíso personal-, rodeada de ordenadores y libros, como debe ser.

Porque uno se pregunta... ¿Y hace algo más internet a parte de enviar emails? Alguien me dijo que en la red podía encontrar todo lo que quisiera. ¿Qué quería yo en aquel entonces? Quería conocer gente, para conversar, para aprender, para pasar el tiempo. Y acabé en los chats. Pero no estos chats raros y modernos donde la gente habla de sexo más que de cualquier otra cosa, y donde la primera pregunta es si eres chica, y la segunda es qué ropa llevas, y a tercera es si quedamos y follamos un rato. No. Eran chats telnet de estudiantes.

Yo acabé, concretamente, en el nescafib, que era un chat de la UPC (Universidad Politécnica de Cataluña), y ahí pasé muchísimas horas conversando con el personal. Hay gente a la que me gusta recordar, y otra que prefiero que siga enterrada bajo el polvo cerebral que en algún sitio tiene que acumularse dando lugar al olvido. Y después eso nos llevó a los muds, y a los juegos online...

A la par descubrí que internet no era solo la posibilidad de mandar cartas y de chatear. También podías buscar cosas... ¿Qué cosas? Lo que tú quieras. Es el paraíso de cualquier persona curiosa, puedes buscar todo tipo de información, puedes aprender sobre cualquier tema que te de curiosidad, puedes absorver información. De hecho, hay tanta información que el peligro es perderse en su inmensidad y saturarse, con la consiguiente criba y contraste.

¿Por qué hay tanta información? Porque alguien la publica, porque alguien se molesta o se preocupa en compartirla, y en legarla. Y, ¿es ese alguien una paersona en concreta? ¿Le gestionan? ¿Le auditan? ¿Contrastan los hechos que publica de alguna manera para comprobar que son veraces? Y la respuesta es: "No" (al menos no en occidente, el mundo moderno, la tierra de brujos que merecen ser quemados por la Inquisición del mundo subdesarrollado o pasados a cuchillos como herejes que postulan blasfemias).

O sea, que si yo tengo un acceso a internet y una página web, o un blog, o un lo que sea que permita exponer mis ideas a los demás, compartirlas, ¿puedo escribir lo que me de la gana?

Y la respuesta hasta hoy era: "Sí". Y así debería seguir siendo.

Esa es la grandeza de internet, más allá del envío de un simple mail, que hasta que descubrí el CC y el CCO, lo utilizaba únicamente para comunicarme con personas puntuales cuya dirección digital que conocía de antemano.

Pero la red, está abierta veinticuatro horas al día, todos los días, incluídos los festivos, sea el año o no bisiesto. Si yo tengo un blog, o un facebook, o una web o cualquier tipo de publicación digital, mi voz tiene eco y llegará hasta ti sea la hora que sea, estés donde estés, mientras tengas un punto de acceso a internet. Y si puedes, y quieres, podrás reponderme y yo lo veré, y mientras el sitio sea de dominio público lo verán otras personas que a su vez pueden hacer eco de nuestras palabras en su voz, y las compartirán tal vez en la otra punta del mundo.

¿No es sorprendente?

¿No es maravilloso?

¿Recuerdas aquella gente, o tal vez tú lo hayas hecho por tu cuenta para ver qué pasa, que marca un billete en un bar cuando va a pagar, para comprobar si ese billete vuelve alguna vez a sus manos? Internet gira muchísimo más rápido que ese billete. Además, ese billete corre el peligro de que alguien lo guarde para coleccionarlo, o que lo tire, o que lo queme o que se extravíe de mil formas diferentes.

Sin embargo, internet está siempre allí. O eso debería. Porque cualquier persona que tenga la necesidad de comunicar y contribuir con sus pensamientos al resto de la soiedad, debería tener el derecho de hacerlo. Está claro que siempre hay un porcentaje de desviados, pero mientras no le hagas daño a nadie, tienes el derecho o deberías tenerlo, de publicar.

Ah, el peligro del concepto de "daño", tan sutil y tanto dará que hablar.

Yo hablo de daños físicos o morales, pero no son los que importan no, hoy en día los gobiernos están más preocupados de los daños económicos a las empresas y corporaciones, que de otro tipo de problemas. Porque señores, es el dinero el que mueve el mundo y si para que el dinero siga moviendo el mundo, hay que castrar a las ideas y circulen solo las pocas que están supeditadas a unos privilegiados que se asocian y reclaman todos los derechos para sí, las castramos.

Todo evoluciona. Todo lo que está vivo. Incluso la red, que aunque es digital está compuesta de millones de usuarios que como yo (y muchos con mayor acierto y ventura) escriben y publican.

Antes los contenidos eran más estáticos. Mi primera web la diseñe con el Composer de Netscape, parece que hace eones de aquello y me quedó algo bastante digno, aunque no recuerdo dónde murio mi site. Hoy en día no me atrevería a diseñar una web de nuevo, debido a la cantidad de programación que hay que utilizar para que quede algo decente y bonito como lo que tengo en la cabeza. Mis conocimientos no dan para eso.

Después descubrí las comunidades, los foros, y ahora hay páginas cuya función principal es poner gente en contacto como las redes sociales.

Asombroso el poder de convocatoria de las redes sociales.

Este post es una reacción al embrollo que nos ocupa a los internautas desde que vinieron a trastear con el "Anteproyecto de la Ley de Economía" aquí en España, que facultaría a un organismo dependiente del Ministerio de Cultura a "confiscar" una web por publicar contenido amparado por el copyright. A confiscarla, borrarla e incluso cortarte el acceso a la red. Ni siquiera lo designaría un juez, lo haría un quien-sabe-quien perteneciente a una comisión dependiente de Cultura.

Puedo entender que sea ilegal la piratería, difundir previo pago canciones y películas, pero yo también utilizo la red y sigo comprando libros y videos. No, no compro música. Porque no es algo que me motive. Tampoco tengo tendencia a descargarla, si bajo algo es muy puntual y generalmente mixes de trance de canciones que en España ni se sabe que existen.

Y si descargo una película es porque no la encuentro para comprarla, o porque es demasiado mala como para pagar por ella, o porque me da palo bajar a la tienda. Sí, sí: por vagancia.

Señores de la SGAE: ¿Quieren que compre música? ¿Quieren que compre más películas? Pues bajen los precios. Que me parece una usura lo que hay que pagar incluso por una canción que se descarga. No tengo mucha idea de a cuánto se vende una canción que se descarga de una web "oficial". Pongamos un euro. Eso quiere decir que si un CD lleva 12 canciones pago doce euros, cuando quizás en la tienda el mismo ejemplar me valdría 18. Y de ahí en más en función del packaging. De esos doce euros, ¿cuánto va a parar al autor?. A la distribuidora ni me lo planteo, porque al ser digital hay muchísimo dinero que se ahorra en el camino. Sin embargo, a pesar de ese ahorro, yo sigo pagando mi euro invariablemente.

¿Por qué no compro libros digitales? Por lo mismo. Porque si un libro me cuesta 24 euros, y lo descargo de una web, lo más que me voy a ahorrar son tal vez seis euros. ¡SEIS EUROS! Y eso que aquí estamos solventando la tala de árboles. En el camino del libro digital se han apeado: el papel, la tinta, la distribución, la venta, la bolsita de plástico en la que me lo van a poner, y el sueldo de un montón de personas. ¿Y todo eso se resume en seis euros? Aja. ¿Y los dieciocho restantes, cómo los reparten?

Internet es el "boca a boca" más grande del mundo. Yo escribo esto ahora y si fuera un top ten de leídos, mañana lo conocerían miles de personas 8que no es mi caso, pero sí el de otros tantos escritores).

Si estamos contentos, lo expresamos. Si estamos tristes, lo expresamos. Si estamos indignados, lo expresamos. Si queremos quejarnos, nos organizamos.

Y todo eso en un suspiro.

El manifiesto "En defensa de los derechos fundamentales en internet", nació el 3 o 4 de diciembre de 2009, no me fijé exactamente en la fecha. Yo me anoté el viernes día 4 había unas cuarenta mil personas apuntadas antes de las caminatas propuestas para las ocho de la tarde del ese mismo viernes. Hoy son las siete de la mañana del domingo seis de diciembre, hay 131.992 personas que se han unido para reivindicar el mismo hecho. Llevo despierta desde las cinco de la madrugada, en ese momento había 131.815. Casi doscientos individuos más.

Esa es la grandeza de internet que se esparce como un virus. Mientras yo duermo, la gente comparte ideas. Mientras yo duermo, la gente se organiza y comparte ideales. Mientras yo escribo la gente también escribe y reivindica. Mientras miramos la televisión y estamos de copas, alguien tiene una nueva idea y la comparte. Esta idea puede haber dado la vuelta al mundo para cuando yo llegue de comer, y conecte el ordenador a la red.

Me niego a que me quiten este derecho a expresarme, a pensar, a compartir.

Porque a fin de cuentas, si no fuera por el "boca a boca", muchísimos libros se morirían de asco hoy en día por culpa de editores incompetentes. Por el mismo motivo, tantos otros autores habrían muerto en la misería y no habrían llegado nunca a publicar una novela. Cientos de películas habrían sido un fracaso. Y como eso, tantas otras cosas.

El "boca a boca" no es malo. Copiar no es malo. Difundir no es malo. Yo he prestado libros a amigos. Entonces, si mi libro ha sido leído veinte veces sin pagar el cánon, ¿soy una criminal, porque veinte personas han dejado de comprar por mi culpa? ¿Y los amigos que me han dejado CDs o películas? ¿Por qué nadie les da las gracias, pues debido a que compartieron conmigo una obra, yo la adquirí después también?

Solo mueren las malas ideas, y los roductos basura o mediocres.

No creo que intentar defender obstinadamente los "derechos de autor", sea motivo suficiente para cortar a nadie el acceso a la red y privarle de comunicarse y expresarse en internet.

Y si ya se ponen con esas. Pues oiga: detenga también a todos los que prestamos libros y no trabajamos en la biblioteca.

Me niego a que alguien como ellos me prive de escribir, pensar o debatir. Me niego a que me priven compartir.

Son las 7.21 am. Habrá faltas de transcripción. Las dejo para otro día, que ahora es momento café.

No te olvides:

*** Deja tu firma: Petición online.


*** Únete al grupo de Facebook: Manifiesto "En defensa de los derechos fundamentales de internet"


*** ¿Tienes un blog? ¿Una web?

Haz eco de la fantástica situación de lo que puede ser internet en España en el futuro. Porque hoy se animan con "los derechos de autor" y mañana te prohiben que pienses.

Gracias.

Manifiesto “En defensa de los derechos fundamentales en internet”

Ante la inclusión en el Anteproyecto de Ley de Economía sostenible de modificaciones legislativas que afectan al libre ejercicio de las libertades de expresión, información y el derecho de acceso a la cultura a través de Internet, los periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de internet manifestamos nuestra firme oposición al proyecto, y declaramos que…

1.- Los derechos de autor no pueden situarse por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a la privacidad, a la seguridad, a la presunción de inocencia, a la tutela judicial efectiva y a la libertad de expresión.

2.- La suspensión de derechos fundamentales es y debe seguir siendo competencia exclusiva del poder judicial. Ni un cierre sin sentencia. Este anteproyecto, en contra de lo establecido en el artículo 20.5 de la Constitución, pone en manos de un órgano no judicial – un organismo dependiente del ministerio de Cultura -, la potestad de impedir a los ciudadanos españoles el acceso a cualquier página web.

3.- La nueva legislación creará inseguridad jurídica en todo el sector tecnológico español, perjudicando uno de los pocos campos de desarrollo y futuro de nuestra economía, entorpeciendo la creación de empresas, introduciendo trabas a la libre competencia y ralentizando su proyección internacional.

4.- La nueva legislación propuesta amenaza a los nuevos creadores y entorpece la creación cultural. Con Internet y los sucesivos avances tecnológicos se ha democratizado extraordinariamente la creación y emisión de contenidos de todo tipo, que ya no provienen prevalentemente de las industrias culturales tradicionales, sino de multitud de fuentes diferentes.

5.- Los autores, como todos los trabajadores, tienen derecho a vivir de su trabajo con nuevas ideas creativas, modelos de negocio y actividades asociadas a sus creaciones. Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista. Si su modelo de negocio se basaba en el control de las copias de las obras y en Internet no es posible sin vulnerar derechos fundamentales, deberían buscar otro modelo.

6.- Consideramos que las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas, eficaces, creíbles y asequibles y que se adecuen a los nuevos usos sociales, en lugar de limitaciones tan desproporcionadas como ineficaces para el fin que dicen perseguir.

7.- Internet debe funcionar de forma libre y sin interferencias políticas auspiciadas por sectores que pretenden perpetuar obsoletos modelos de negocio e imposibilitar que el saber humano siga siendo libre.

8.- Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red en España, ante cualquier presión que pueda producirse, como marco para el desarrollo de una economía sostenible y realista de cara al futuro.

9.- Proponemos una verdadera reforma del derecho de propiedad intelectual orientada a su fin: devolver a la sociedad el conocimiento, promover el dominio público y limitar los abusos de las entidades gestoras.

10.- En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas. No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.

Este manifiesto, elaborado de forma conjunta por varios autores, es de todos y de ninguno. Si quieres sumarte a él, difúndelo por Internet.


*** Deja tu firma: Petición online.


*** Únete al grupo de Facebook: Manifiesto "En defensa de los derechos fundamentales de internet"


*** Ya escribiré otro día con ganas, pero a veces me las quitan a patadas. Qué a tiempo se me dio por volver a leer "Un mundo feliz", "Farenheit 451" y "1984".

¿Tienes un blog? ¿Una web?

Haz eco de la fantástica situación de lo que puede ser internet en España en el futuro. Porque hoy se animan con "los derechos de autor" y mañana te prohiben que pienses.

Gracias.

12/02/2009

Silencio

Ausencia de emociones, ese vacío, esa nada. Sensación de extrema quietud y calma.

Cuando los sonidos no llegan al cerebro, porque no surgen o porque los veda. No los registra.

Impresión de ficticia sosiego, impresión de alienación y desesperanza.

Mentira. Negación de todas las cosas que callo y que callas.

Sonrisa. La máscara a través de la que te miro y me miras.

Silencio. Falsa apariencia de paz, tras la cual el corazón se desgarra.

Descuida.

Este silencio no lo romperán ni mi amargo llanto, ni mis doloridas lágrimas.

12/01/2009

Quiero hablarte de amor

Quiero hablarte de amor, a ti, que no me conoces apenas, para quien soy una desconocida más en un océano repleto de voces que hablan al infinito a pesar de que nadie las escuche.

A ti, que quizás llegaste a mi orilla por error.

Quiero hablarte de amor, a ti que apenas te conozco y aun así me inspiraste desde el primer día que te vi, o a ti que no sé quien eres pero cuyas ideas me iluminan cada día.

Quiero hablarte a ti, que me has ayudado tantas veces, sin darte cuenta, o a conciencia, porque con tu apoyo superé los baches que se han ido poniendo delante de mí con el paso de los años.

Y darte las gracias por ayudarme a regurgitar la oscuridad y la amargura que me devoraban, hasta que la purga me ha permitido hablar de cariño y esperanza, sin perderme en la desgracia y el dolor.

A ti, que me escuchas y lees mis locas historias que evolucionan con cada cosa que vivo, con cada cosa que vives y me cuentas, y que yo escucho, transformo y moldeo para que sean parte de mí misma.

A ti que me enseñas, que me tienes paciencia, y que me inspiras.

Porque ya no siento rencor, y lo único que tengo ganas de hacer es escribir una bonita historia, aunque me de miedo que el resultado final no llegue a parecerse siquiera remotamente al brillante paisaje que guardaba en lo más profundo de mi alma.

A ti, que sin saberlo, te apasionaba la arqueología, quiero hablarte de amor desde ese corazón olvidado que encontraste por ventura.

LIBRO - "La noche de los tiempos", René Barjavel


Esto no es un post crítico sobre la obra, si no más bien trata sobre lo que este libro significa para mí, así que es bastante más personal de lo habitual. Pero si quieres saber más sobre la historia aquí hay un link interesante: http://es.wikipedia.org/wiki/La_noche_de_los_tiempos

Verás, siempre llega un día en la vida de todos en que nos cuestionamos cuan poco conocemos a alguien. A mí a veces me pasa con mis padres.

A veces me quedo dándole vueltas a que a pesar de la cantidad de años que llevamos juntos pero no revueltos, nunca les acabo de conocer. Tal vez ha sido en gran medida una falta de interés por mi parte. O tal vez sea algo normal, por la diferencia generacional, o el rol de cada uno en la familia.

Es posible que a más tiempo transcurre y más mayor me hago, tomando las riendas de mi vida, que se faciliten las vías de comunicación en tanto que ya no les hablo tanto como hija, si no como otro “adulto” más, cuyas ideas merecen un respeto y no están supeditadas a su escrutinio continuado, velando por mi crecimiento.

En Uruguay es muy frecuente tener dos nombres, en mi familia todo el mundo los tiene, hasta mi hermano (que se salvó de llamarse Paolo Salvatore, para llamarse Paolo Ivan, aunque mi padre también intentó que se llamara Atila… En fin…). Por eso yo me llamo Tamara Eléa. Tamara, por una bailarina de ballet ruso. Eléa por un personaje de un libro de ciencia ficción.

Uno podría pensar que con lo que me gusta devorar historias, a los veintiocho años ya habría leído la novela a la cual le debo la cuarta parte de mi nombre. Bueno sí, claro, uno podría pensar, y no habría acertado.

Es uno de esos libros que no sé porqué siempre me ha dado palo comenzar. Quizás un poco por llevar la contra, ¿no? Si tu padre te dice no metas el dedo en el enchufe, lo metes, y si te dicen no hables con Fulanito, conviertes a Fulanito en tu mejor amigo. Cosas de críos.

Pero hace dos años metí a Barjavel en mi bolso y dediqué mi tiempo a leerle, esta vez sin prejuicios, y me enamoró.

Es entonces cuando me di cuenta lo poco que conozco a mis padres, esas figuras autoritarias, que a veces te dan alegrías tantas como disgustos, que han tomado decisiones por mí en mi vida que no me han gustado un pelo, a los que he hecho felices y he preocupado tantas veces (y las que quedan).

Esas personas que se encargaron de educarme, de la mejor forma posible (bastante bien he salido, creo yo xD), y de enseñarme a pensar por mí misma, que se negaron a bautizarme en su día para dejarme elegir mañana qué religión quería, que se pelearon en el colegio porque no me obligaran a ir a catequesis, y que también se negaron en redondo a agujerearme las orejas y plantarme unos pendientes, porque según ellos era mi cuerpo y qué derecho tenían de agujerearlo sin consultarme.

Esas personas, que por las noches me leían libros y cuentos, que me obligaron a tragar cantidades industriales de comida que no me gustaba un pelo, empezando por las espinacas y terminando por los lácteos. Suerte que mi madre descubrió tarde los sesos y el hígado, afortunadamente.

Esas personas que se esforzaron tanto para que yo fuera diferente a la media, alimentando siempre mi imaginación, dándome cochecitos de carreras además de muñecas y juegos de construcción, y que –gracias a dios- jamás me intentaron vestir como si fuera un batido de fresa, con el rosa hasta las bragas.

Pero claro, eso es lo que yo conocía, junto con algunas viejas historias de Uruguay.

¿Cómo no se me ocurrió antes leer aquel libro?

Muchas veces, cuando alguien es importante para mí, me gusta saber (si es que lee, cosa muy probable, porque si no lee es difícil que esté en mi grupo nuclear de amigos) cual es su libro favorito. Porque un libro es como una pintura, siempre destila sensaciones que te hacen adentrarte más y conocer algo mejor al otro. Intentas averiguar a través de esa historia a la otra persona, intentando comprender qué es lo que le gusta de esa historia o poesía.

Y si tantas veces lo hice por un amigo, ¿por qué fui incapaz hasta tan tarde de hacerlo por mis padres?

Así que un día me planté con “La noche de los tiempos”, y no solo lo leí, lo devoré, y lo disfruté, y me emocioné, y lloré a mares. Por la historia, y por mis padres, de quienes aprendí tarde (pero más vale tarde que nunca), que una vez fueron jóvenes, idealistas y estuvieron enamorados. Porque para ponerme un nombre salido de ese libro, y de ese personaje en concreto de entre los cientos de libros que teníamos en Uruguay, había que ser joven y estar enamorado, y pensar que siempre puede haber un mundo mejor.

Solo que el mundo cambia y nos hacemos mayores, topamos con la realidad que muchas veces chafa los sueños, y provoca las separaciones, y los divorcios, y los perdones. Todas esas cosas que no entiendo. Y me pregunto quien soy yo para juzgar su historia, yo que tantas veces pensé que nunca se quisieron y descubrí a los veintiocho años, que hubo un tiempo en el que se querían con locura.

A veces lamento ser mala hija, tan desagradecida e impermeable, y haberles prestado menos atención de la que se merecían. Suerte que ahora que soy adulta, puedo hablar con ellos de otra manera, más próxima.

Y aunque no se lo he dicho en persona, les doy gracias por haberme regalado una historia tan maravillosa. Fnac también le da las gracias por contribuir indirectamente a mis aportaciones mensuales a los sueldos de los empleados de la Illa.

Tengo que hacerme con otro ejemplar de “La noche de los tiempos”, para la posteridad, y visitar por lo menos una vez al Sr. Barjavel para dejarle flores.


11/30/2009

LIBRO - "Farenheit 451", Ray Bradbury

Hace un tiempo compré un libro en Fnac para cuando tenga tiempo (que viene a ser ahora xD, creo que cada mañana me levanto dormidísima, pero dando gracias por tener el tiempo del tren para leer), de ensayos de Aldous Huxley, el autor de "Un mundo feliz".

Lo compré por el título, que rezaba así "Si mi biblioteca ardiera esta noche".

Yo creo que si mi biblioteca ardiera esta noche, directamente me planteaba el suicidio. Tantos y tantos años de reunir libros. Tantas historias que perdería y que me costaría recuperar... Afortunadamente, existe el ebook y los libros digitales, podría recopilarla de nuevo, pero en formato intangible.

La verdad es que varios meses después de adquirir el Papyre puedo decir que no, no he dejado de comprar libros en formato papel, porque el placer de tener las hojas en las manos, y pasarlas una a una con el dedo; eso, no lo suple un lector de libros digitales.

Total, que en mi línea de redescubrir los clásicos, en algún momento tenía que toparme con Bradbury.

Mi padre es bastante más fan que yo de la scifi. De hecho mi madre es más bien fantasy y mi padre es ciencia ficción. Y ahí, a caballo, nací yo. Quizás es un reto mantenerse cuerda y encefaloplana en un entorno así.

Fue mi padre el que me puso a Ender en las manos, y el que intentó que congeniara con Asimov o Niven, con poco éxito, todo sea dicho. Pero el tiempo pasa, y debe ser la madurez, o qué sé yo... Que me dedico a mirar por otros senderos.

Había oído hablar muchísimo de "Farenheit 451", pero en mi estupidez pensé que "Bah, será otro de esos libros muermo...", y jamás le dediqué mi tiempo. Hasta ayer. Y mira que es curioso, porque el garito donde pasamos los sábados noche entre copas y bailes se llama precisamente así: Farenheit 451 (que por cierto, un día le preguntaré al dueño porqué le puso ese nombre, porque una vez leída la novela, se presta a diferentes interpretaciones).

Qué carajo de interés puede tener un libro que habla de la quema de libros en el futuro... Cuán equivocada estaba.

Es un libro impresionante. Llegados a un punto crucial, puedes entender perfectamente a los personajes, y por dios que si me pasara algo así, que vinieran unos desconocidos y quemaran mis libros... En fin, no sé cómo reaccionaría (una probabilidad elevada de formas primitivas de violencia xD).

También me asombra que otros contemporáneos como "Un mundo feliz", o "1984", están muy enfocados al problema del borreguismo humano, y del pensamiento -o mejor, de la forma de atajar el pensamiento individualizado y lo peligroso de alguien que sabe pensar por sí mismo-.

Qué visionarios.

Dicho sea de paso que hoy adquirí el nuevo libro de Murakami, "El Fin del Mundo y un Despiadado País de las Maravillas". Un título prometedor, a todo esto. Pero cual no es mi sorpresa cuando se me da por leer la banda esa azul en la que se dedican a elogiar el libro que tengo entre las manos y dice lo siguiente: "Una mezcla del castillo de Kafka, la biblioteca de Borges y Gran Hermano", firmado The Village Voice.

Tócate los cojones.

La verdad es que llego a leer la cita antes y qué quieres que te diga, mis convicciones me hacen reacia a comprar un libro en el que se menciona "Gran Hermano" en la portada. Quiero pensar que es una oda a 1984. Pero bueno, no me sorprende nada en un mundo en que entrevistas a los niños y les preguntas qué quieren ser de mayores, para oír respuestas del calibre "concursante de Gran Hermano, Operación Triunfo" y lindezas varias.

¿Dónde se quedaron los niños que querían ser bomberos y astronautas y aviadores? Sepultados bajo toneladas de televisión basura, protegidos al amparo de padres subnormales con un cerebro más pequeño que una cucharilla de café.

Así que claro, uno lee ciencia ficción y le queda mal cuerpo pensando que cada vez hay menos ficción en esos libros.

Entonces llamo a mi madre y le comento que hoy empecé y terminé con "Farenheit 451", y que me gustó muchísimo, y tal pascual. Le hago mi comentario de qué similares son las preocupaciones de los tres libros que menté antes, y me dice, hombre, no hay más que ver la noticia esa del otro día de la tele.

"¿Qué noticia?", pregunto yo... "Sí, esa en que se busca gente con conexión internet y tiempo libre para vigilar las cámaras de la ciudad, y controlar a la gente en su tiempo libre".

Acabáramos.

Cualquier día me levanto por la mañana, y veré que se persigue a los heterosexuales por darse el lote en la calle o demostrar afecto, a los homosexuales por ir de la mano con alguien de su mismo sexo, a la gente en general por leer (libros no autorizados, que será cualquier cosa que difiera del magazine "Qué me dices" u otra mierda del estilo), y a los que se reunen en los parques por pensar. Eso sí a los yonkis, que se reunen para pegarse un chute y explayarse en un mundo de alucinógenos, a esos que los dejen en paz que a fin de cuentas no hacen daño a nadie. Total, no piensan.

Como diría gastón en la adaptación de "La Bella y la Bestia" de Disney, "Bella, deberías dejar de leer esos libros... Enseguida puedes formarte ideas y pensar..." (con voz de asco, quitándole el libro, tirándolo al suelo embarrado y plantando sus pies a modo de barrera para impedir que lo recojan.

Bienaventurados los ignorantes y los que no piensan, que están más cerca de a felicidad que los demás.

LIBRO - La Saga de los Heechees (I) - "Pórtico", Frederik Pohl

Bueno, después de mucho tiempo intoxicada por magos y dragones, he decidido adentrarme un poco en el mundo de la ciencia ficción, y cómo no, he arrasado la sección de bolsillo de Fnac, aprovisionándome para estos duros y fríos días.

Después de leer "Guerra de Regalos", de la saga de Ender, no sabía por dónde continuar, pero vi un libro en la estantería que me llamó la atención por el nombre "Pórtico" y me lo llevé.

Más que una acción trepidante con alienígenas or todas partes, me encontré enfrascada en una historia donde capítulo sí, capítulo no, vivías el presente del protagonista (que por cierto, está como una regadera), intercalado con su pasado en un asteroide peculiar.

Me atrapó bastante, sobretodo por la forma de narrar. A veces me recordaba a "Tropas del Espacio", cuando aparecían anuncios publicitarios, ya que por aquí y por allá durante todo el libro hay espacios separados y enmarcados donde el autor inserta una noticia, un extracto de una conversación, una sección de anuncios clasificados...

La verdad es que lo he disfrutado muchísimo, sobretodo el hecho de que cada dos por tres (en parte en torno a ello gira) el protagonista está con su psiquiatra, que es quien le ayuda a enfrentarse al pasado.

Ahora que me queda la duda de ver qué pasa con los Heechees. En este primer tomo solo tienes una fútil toma de contacto. Espero que editen pronto el segundo.

Mientras tanto, he empezado "Farenheit 451" (también he comprado la película de 1966 para verla), y preveo que mañana ese libro habrá sido finiquitado. Después intuyo que le seguirá "1984".

Estoy en fase "redescubrir" los clásicos de la scifi ^^

11/11/2009

LIBRO - "Déjame Entrar", de John Ajvide Lindqvist

A veces –y solo a veces-, Joan me hace alguna buena recomendación de película que me pueda entretener.

La verdad es que ir con Joan al cine es algo peculiar, porque él es muy cinéfilo, como Aleix. Es de esas raras y escasas personas que se quedan a ver una película hasta el final, dónde esto incluye los títulos de crédito (y no porque esperen las tomas falsas, si no porque quieren saber qué personas han participado en todo el proceso de elaboración del film).

Imagino que así como yo sé cantidad de datos estúpidos (o sabía) sobre ilustradores, guionistas, dibujantes, mangakas, escritores y tal, ellos saben muchos datos estúpidos sobre el mundo del cine. Cada uno es friki de lo suyo.

Creo que fue hace dos embarques, que me recomendó una película: “Déjame entrar”. Claro que mi última experiencia con él fue “Happy goes Lucky”… Una peli que bueno… Lo mejor que puedo decir de ella es: “rara”. Una tía soltera de treinta tacos que es profe de niños pequeños y te explica su día a día y las relaciones (extrañas) con el entorno… No sé… Yo soy del tipo de personas que ven una peli y se dedican a buscar el “por qué”, o a atiborrarse de palomitas. Es solo que Happy me descentró tanto que no pude ni embuchar el estómago de maíz. No entendía bien el trasfondo de la peli: no pasaba nada, era simplemente la vida de la tía.

Como cuando vi con leo en casa la mini serie de la tele “Dead Set” que era un gran hermano con zombies. Que de paso hay que decirlo: fue todo un logro, odio las pelis o similares de terror o parecido. Total que me pasé ahí dos días (porque lo vimos en dos jornadas), contemplando la pantalla, debajo de mi mantita de ver la tele, abrazada al peluchote de Emil (porque Emil estaba MUY interesado en ver el serial, má que yo incluso…); e intentando averiguar porqué cojones se había convertido la gente en monstruos. Total, que llegó el final y me quedé igual que al principio. Resultó que en ese tipo de cuestiones, no importa porqué aparecían los zombies, si no cómo la gente se enfrentaba a los hechos. En fin…

Así que nada, yo que soy de pelis de cocacola, gominotas y palomitas, recordando la experiencia de Happy, fui un poco escéptica a ver “Déjame entrar”.

Internet tiene un montonazo de cosas buenas. Abarcas una cantidad abrumadora de información con escasas pulsaciones sobre el teclado y/o un clic. Lo malo es que muchas veces consigues más información de la que querías, o una distorsión de lo que buscabas.

Ahí estaba yo: delante de Dios Google; y Dios Google me respondió. Resulta que era una de esas pelis basadas en novela previa… De esas cosas modernas suecas… Como lo de Millenium, vamos… Y todo el mundo ahí dale dar por culo con Millenium por aquí y por allá. Así que nada, “Déjame entrar” se esfumó de las carteleras sin que me dignara a pisar una sala de proyección.

Sin embargo, a los meses, había finiquitado los libros más urgentes de la cola de lectura y estaba hasta la moral de magos y dragones. No sé porqué, me acordé de Eduardo, otro conocido… Y le pregunté (porque tiene muy buen criterio con las letras) qué me podía recomendar –ya que su universo literario es más vasto que el mío-. Y me dijo… Millenium y “Déjame entrar”. Vaya cojones… Putos “Hombres que no amaban a las mujeres”. Así que como mi religión me prohibía comprar los libros de Larsson (por Cabezonería), compré el otro, miré la contraportada y lo dejé en la pila de libros para leer, porque una vez conocida la sinopsis no estaba muy convencida… Pero tampoco quería devolverlo, porque llegaría el día que querría pasar mi tiempo con él -siempre es muchísimo mejor leer el libro que ver la peli-.
Y el día llegó, por fin, esta semana.

De paso, aprovecho a confesar que también claudiqué y leí Millenium… Pero eso ya en detalle otro día, aunque tenía que comentarlo porque me dio la sensación al acabar hoy “Déjame Entrar” que estos nórdicos están locos. Parecen muy obsesionados con la violencia, las violaciones, los crímenes, los abusos, el mobbing, y el como-se-diga-ing que está tan de moda con los niños en el cole. Bullying o algo así creo que se llama.

Pues… Qué puedo decir del libro, sin comentar la trama ni los detalles, porque me gustaría que si alguien se lo lee, lo haga sin buscar información ni leer la sinopsis ni nada. Leer esa sinopsis te jode las setenta primeras páginas de la novela y te estropea una de las sorpresas más maravillosas de la historia.

Creo que se puede definir como un revuelto cojonudo de un montón de ideas, con muchos personajes cuyas vidas se ven entremezcladas, en parte porque sucede casi todo en el mismo barrio. Aunque en ocasiones pasan tantas cosas que puede resultar mareante.

La historia en sí es muy dura, o al menos para alguien como yo que cuando aparece un problema, llega el mago de turno, lanza bola de fuego y que le jodan al malo. No estoy acostumbrada a la crueldad del ser humano. Eso es lo novedoso para mí de este tipo de literatura “negra”. Para mí lo normal es que el malo sea un rey que se ha vuelto loco, un dios de una dimensión paralela que busca nuevos súbditos, el mago que persigue más poder del que le corresponde, el caballero depravado… Así que cuando te enfrentan a la realidad, donde los humanos se presentan como son con todo lo bueno y todo lo malo… Me abruma. Porque aquí John Ajvide Lindqvist se queda a gusto. Llegas a sentir verdadero asco por la gente y a pensar que los humanos no merecen vivir (cosa que ya pienso muchos días de por sí cuando veo las noticias).

Pero el conjunto, y cómo lo liga todo, es muy bueno, y eso puede apreciarlo incluso una profana del género como yo, con sus descripciones tediosas y su punto de morbosidad.

Supongo que tendré que darle las gracias a Joan y a Eduardo, a fin de cuentas. Tal vez hasta me animo a ver la película al final.

11/05/2009

Frozen, bitter shield

Yo era feliz, ¿sabes?

Quería permanecer allí, en la oscuridad, en el frío hielo, acunada en el silencio, alejada de las risas, escondida en el dolor y la ignorancia.

Quería seguir viviendo entre esa nada, donde todo estaba controlado, donde la vida era un tenue lamento, un llanto monótono, en ese húmedo agujero donde la felicidad no abarca, donde no llega la alegría. Ni la esperanza. Ni la luz. Ni el amor. Donde estaba sólo yo con mis tristes recuerdos cubiertos de polvo, de unos días felices tan, tan lejanos, que pertenecían a un mundo de ficción donde yo era un mero espectador.

Tan vetustos y deshilachados que los contemplaba como quien observa uno de esos souvenires congelados, réplica de un paisaje bajo miríadas de nieve y purpurina. Estaban allí: aislados, y yo vivía tan pasiva que ni sacudir esa bola me atrevía ya.

Pero tú… Tú escarbaste entre la tierra, removiste mis raíces, sacudiste el universo y me sacaste de nuevo al sol. Y brillaba tanto, quemaba tanto que creí enloquecer. Ansiaba correr. Huir de nuevo entre las sombras. No pude conseguirlo. A mi pesar estaba tan maravillada, era todo tan bello, tan perfecto, tan extático… Y el calor, el tacto, me abrumaba... Y el sonido de la risa, la armonía del paisaje, la felicidad tan vasta que escapaba por las yemas de mis dedos. Parecía que podría volar sin alas y rozar el cielo.

¿Por qué? ¿Por qué tan cruel conmigo? ¿Por qué dejaste que se derritiera mi hielo, que se revolvieran mis recuerdos? ¿Por qué permitirme recordar que la dulzura existía? ¿Por qué me enseñaste lo que era ser feliz de nuevo?

Yo te juro que ya no quería saberlo… Cuanto más para perderlo en el vendaval de un antojo. ¿Por qué? ¿Por qué me hiciste eso?

Y me arrancaste las esquirlas, robaste mi oscuridad, me expusiste a esa maldita llama para arder en un capricho y volver a tirarme de nuevo a un agujero, más profundo, más vacío, más triste y aterrador… Más oscuro y solitario. Más perverso, repleto de pesadillas que se alimentan de mis recuerdos de la felicidad que existe bajo la luz del sol.

Yo, de verdad, no quería saberlo: era feliz en mi amargura y mi obnubilada negación del calor.

10/21/2009

Relatividad

Debe ser cosa de la lluvia, el día grisáceo, y el tiempo que me tiro en el tren. Hoy me he quedado pensando en la relatividad de las cosas.

Me imagino que la locura también es relativa. Me vengo a referir, que lo que a una persona le puede parecer una locura, para otra es algo completamente lógico y normal (aunque tal vez no sea habitual).

Supongo que debe ser un poco así con todo. Imagino que hasta un asesino psicópata debe pensar similar.

Pero yo me vengo a referir a las “locuras” que no hacen daño a nadie, las cosas esas sin sentido que hace el vecino y nos deja flipados, con cara de “no me lo puedo creer, qué estás haciendo, animal de dios, yo no hubiera hecho eso ni en pintura”. Algo así.

Por ejemplo, en mi oficina, si mañana apareciera con el pelo rosa, vestida de traje negro, con piercings en la cara y maquillada como una gótica, mi jefe sin lugar a dudas pensaría que estoy loca. Y no, no estoy loca, simlemente, soy diferente a él. Habrá un grupo de personas, quizás minoritario con respecto al total de la sociedad, que pensará que soy una persona muy normal y mi jefe es un carca, o que está tarado de la cabeza.

Si mañana apareciera delante de mis amigos, rubia, con la manicura perfecta, me hubiera operado las tetas, y fuera aspecto de actriz porno, también pensaría que estoy loca.

Supongo que loco es el que hace algo que nos choca, que está bastante alejado de nuestros cánones habituales. Algo que nos deja completamente descolocados y entra en el cajón de “lo que yo no haría jamás de los jamases, ni que me pagaran”.

Hablo de ese tipo de situaciones.

Hace años, cuando jugaba en el mud, no pagaba por jugar, claro. Era gratuito. Entonces salió WoW, y me fui a jugar “de pago”. Y los colegas de aquel entonces me llamaron loca, por pagar por un juego online.

En el mismo orden de cosas, hay quien compra oro online, para que sus personajes vivan felices sin tener que farmear… Y la gente les llama locos, “Ande va el loco ese gastando pasta por monedas virtuales”. Yo, lo encuentro normal. Esa persona valora tiempo contra dinero, y gana el tiempo. Si no tiene tiempo, compra monedas online.

Alguien ha incurrido en un coste de 50 euros para poder comprar 10.000 golds para jugar.

No es lo mismo importe que coste. ¿Por qué he dicho coste? Porque una cantidad de dinero, en sí misma, no tiene nada de relativa. 50 euros son 50 euros, aquí, en Madrid y en Bilbao. Sin embargo, el concepto de coste puede hacer referencia a mis preferencias, por ejemplo.

¿Qué son 50 euros para mí? Basura. Eso es lo que son. Una puta mierda, una minucia. No me voy a morir por cincuenta euros.

Sin embargo, para otra persona, ese mismo billete puede ser un mundo, el dinero que le dé de comer durante dos semanas o un mes.

Todavía conozco un caso que puede provocarle un paro cardíaco a más de uno. El chico aquel que compró una cuenta de Warcraft por 6.000.- €, porque tenía las dos espadas legendarias de Illidan, que en su momento era todo un logro.

OMFG! Seis mil euros… Pero qué enfermo… No veas el tío, ¿no?

Pues resulta que ese chaval era el hijo de no sé qué jeque de Dubai o algo así.

Entonces, la imagen cambia radicalmente, y las cosas hasta se entienden. Seis mil euros, cuando intentas hacerte una idea de la pasta que tiene esa familia (tu cerebro va a mil por hora y no consigues visualizar una cifra que se pueda aproximar mínimamente a la realidad). Pues es que para esa persona, seis mil euros importan menos que un chicle.

Pues sí, en eso venía yo pensando esta mañana.

El otro día, Rosa me estuvo comentando un poco por encima la historia de Barcelona, cuando edificaron con el Pla Cerdà, y cómo era la ciudad por aquel entonces, cuando Gracia, y barrios alejados al centro eran pueblos. ¡Pueblos!

Pero el tiempo pasa, el transporte evoluciona, la ciudad crece, y esos pueblos quedan integrados. Ahora se llega de Plaza Cataluña a Lesseps en quince minutos. No se ha acortado la distancia, simplemente, nos movemos más rápido. Distancia es relativo. Coste es relativo.

Quizás locura es, entonces, relativa.

Pongamos que yo quiero ir al cine. Hasta ahí, todo normal. Todo el mundo tiene amigos con quienes quiere ir al cine, ¿o no? Y haces planes para el finde. Pero resulta que la persona con la que quieres ir al cine es tu colega de hace mil años de Bilbao, por ejemplo… Y le llamas para decirle “eh tío, ¿vamos el finde al cine?”. Y él te responde… “¿Cóño, estás en Bilbao?”, y tú dices… “No, pero si quieres ir al cine, me subo”. Y entonces en la línea se produce un silencio incómodo… Y te responden… “¿Pero tú estás locaaaaaaaaa?”

Y me quedo flipada.

Porque, vamos a ver que yo lo entienda: hasta hace un momento, estábamos hablando del cine, no de mi cordura, que puesto el caso, yo estoy muy cuerda (lo normal, al menos). Y la cosa de ir al cine, parecía de lo más guay. Incluso, me preguntan si estoy en la ciudad… Y si estoy en la ciudad, la idea parece interesante y hasta factible… Pero yo digo, no, no estoy, pero voy para allí si no haces nada… Y ya ese detalle me convierte en loca automáticamente.

Curioso.

Porque, entonces estamos hablando de ¿qué? ¿Que antes de ir al cine tengo que comprar un billete de tren para subir a Bilbao? Aja… Entiendo… No veo el problema. Me parece perfectamente plausible comprar el billete y destinar parte de mi finde a leer y contemplar el paisaje por la ventana y jugar con la PSP o la DS, o usar el portátil o leer en mi ebook. Ah… ¿No está ahí el problema? Ah. Que claro, para ir al cine tengo que gastarme antes 80 euros en el billete de tren. ¿Y si resulta que para mí, ochenta euros es una puta mierda, o pienso que vale la pena?

El resultado es que tengo elevadas probabilidades de quedarme sin cine, si digo la verdad y no me planto en Bilbao tan campante de sopetón. En cuyo caso, estoy loca, pero una clase de falta de cordura que la gente puede entender con más facilidad.

Una vez, conocí una persona, que me invitó a comer en París. Me preguntó si hacía algo para comer tal día, y yo dije que no. Y me dijo: te invito a comer… Y yo respondí que vale, y pregunté ¿a dónde? Y me dijo, a París. Y pensé que me vacilaba, pero no, iba completamente en serio. Y no se me ocurrió que estaba loco, si no que molaba que te cagas. Y me pareció un detallazo de puta madre. Aunque resultara que sí estaba loco, pero a su manera.

Ojalá hubiera más gente loca por el mundo, o más capacidad de relativizar.

Qué coño me importa a mí irme a otra ciudad a ver una puta película, cuando cualquier cosa que se produce dentro de España, o Europa, si me apuras mientras llegues a tiempo en un avión y valga menos de 400 euros es aceptable.

Qué coño me importa a mí algo, cuando cualquier cosa que se puede arreglar por menos de mil euros es una soberana gilipollez.

Y mañana, cuando cambie de escalón, qué coño debería importarle a nadie, que me gaste seis mil euros en una cuenta de un mmorpg.

Yo solo quiero ir al cine, y ser feliz.

Por qué es aceptable ir al cine con mi vecino, pero si me quiero ir a Bilbao ya estoy loca...

9/30/2009

Nostalgia

A veces me da la nostalgia y me quedo paseando por viejas webs, aquellas que te sorprende incluso recordar el nombre, leyendo historias de antaño. Veo nombres de amigos de los que hace tanto que no sé nada, y me sorprende que a pesar de todo sea capaz de recordar las caras sin problemas.

Son gente en la que hace muchísimo que no pienso.

Entonces, cuando recuerdo aquellos días en los que me reía tanto, o en los que rabiaba tanto, aquellos días que –de hecho- han contribuido a hacer de mí lo que soy hoy, para bien y para mal, me gustaría saber qué fue de la vida de toda esa gente.

Me gustaría volver a sentarme a una mesa, volver a escuchar las viejas batallitas, y todas las novedades que hemos acumulado.

A veces, me rodean retazos de pasado que no soy capaz de olvidar. Imagino que tampoco hace especial falta.

Pero hay días en los que me gustaría que mi mayor preocupación en la vida fuera: “oeste, holy”.

Qué será de la vida de aquella gente, que ya no me acompaña en el día a día.

7/21/2009

Loca por la cocina

En algún momento tenía que pasar... Lo nuestro era un amor platónico, una de esas relaciones malsanas que corroen el alma hasta lo más profundo. Era un tema de desgaste y sólo una cuestión de tiempo que acabáramos juntas conviviendo bajo el mismo techo...

Y así, al fin...

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Me hice con mi fondue de chocolate!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!



¡Yupiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!

¡Ueeeeeeeeeeeeeeaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!

Nyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa *^-^*

Muahahahaha *^-^*

Pues sí... Quítate tú para ponerme yo.

No hay nada mejor que las rebajas. Aunque yo ya estoy resignada a que no compraré ropa en la vida. Siempre pasa algo antes de que llegue a una tienda de ropa... Una peli, un libro, un cómic, un peluche, una taza... Una fondue...

Conste que hoy no quería comprar nada, y pasaba por delante de la tienda Tan Tam que hay en la planta subterranea de La Illa, a comprobar si quedaba por ahí un molde de castillo para bizcochos porque el que compré se me rompió.

Lamentablemente no quedaban ya, y no me extraña, era una de las cosas más frikis que he visto. Pero bueno, todo está bajo control porque en vez de comprar el molde de silicona, esta vez lo compraré de metal. aunque lo tengo que importar de USA. Aprovechando, me haré con unas cuantas cosas más que los gastos de envío son un dolor.

Y como para paliar mi pena, ahí estaba ella, la preciosa fondue de chocolate Chocolatiere, en su perfecta cajita con todos sus accesorios y a mitad de precio... Contiene, entre otras cosas, seis moldes distintos para hacer bombones, un molde de corazón y un pequeño manual con doce recetas. Es bastante completa. Así que quien puede resistirse a eso... De hecho de no ser porque ya no quedaban más unidades hubieran sido un regalo perfecto de cumpleaños... Pero no pudo ser.

Aprovechando la rebaja, arramblé también con una monísima fondue normal, que funciona con vela, para usar tranquilamente en la mesa, y una bonita aceitera con medidor y dosificador. Cómo voy a echar de menos esa tienda... Pero todavía me queda Bodum, la pequeña -pero prometedora y llena de tesoros- tienda de menaje de cocina que sobrevive (gracias a dios) en lo más recóndito de La Illa.

En fin, menos mal que me estoy reformando para ir a correr, si no, me iba a dar un soponcio en breve. No puede uno comer este tipo de cosas sin hacer ejercicio.

Aprovecho la ocasión para dejar un par de webs. Algunas a pesar de ser extranjeras, hacen sus productos a todo el mundo (si uno está dispuesto a pagar los gastos de envío).

* Nordic Ware: Impresionante página donde adquirir sartenes, utensilios de todo tipo y sobretodo cantidades industriales de molds muy originales para bizcochos, y unos sets de cortagalletas majísimos.

* Williams Sonoma: Un poco más piji que la web anterior. Se pueden encontrar también todo tipo de detalles para el hogar. Personalmente me gusta más Nordic Ware en cuanto a moldes. Pero hay un par que ya los querría para mí.

* Lékué: Proveedor de moldes en silicona, y distribuidor de otras marcas internacionales como "Cuisipro" (a ver si en algún momento "Lékué" se dignan a traer el lápiz pastelero) muchos de los cuales se pueden encontrar en Bodum, de ahí que me guste tanto pasear por la tienda. La ventaja que tiene es que si no está entre los productos en las estanterías, existe la posibilidad de pedirlo y si lo consiguen te lo traen.

* Cuisine Paradiso: Distribuidor nacional de utensilios de cocina (entre otras muchas cosas). Se pueden encontrar algunas cuestiones de "Lékué" y de "Nordic Ware". Muy bien surtida.


Y ya que estamos, un par de webs de recetas.

* Tartalette Blog: ADORO este site, es mi #1 de la repostería. Únicamente mirando las fotos sería capaz de pasarme las horas, suerte que mirar no engorda. Hay recetas geniales. Ojalá tuviera más tiempo para cocinar. En inglés.

* Las recetas de mamá: Un poco de todo. Sus fotos no son tan espectaculares, pero todo muy casero.

* Recetas de chocolate: Única y exclusivamente recetas sobre este oro caoba tan delicioso y adictivo. ¡Ñam! A ver si encuentro algo para mi fondue *^-^*

* La cocina de Angie: Cocina tradicional. Sigue una multitud de blogs, es una gran fuente de recetas.

* Directo al paladar: Un clásico de los blogs gastronómicos.


Ah, qué felicidad la mía de esta tarde ^^

7/16/2009

Justicia

He roto todas tus fotos. No queda ni una sola colgada en la pared. Te he borrado de todos los discos duros que he encontrado en casa.

Fue un trabajo concienzudo, pero no es que quiera olvidarte... Es que quiero recordarte a mi manera.

Estuve contemplando todas y cada una de esas imágenes antes de borrarlas por sistema. No había ni una sola en la que te haya podido encontrar.

Ya sé que las fotos mienten, tanto o más que la memoria. No obstante, prefiero engañarme sola.

También he intentado dibujarte, pero te esfumabas en el aire antes de que el grafito de mi lápiz entrara en contacto con la superficie del papel.

Cerré los ojos, para visualizarte primero. Fui incapaz de fijarte un solo momento. Cambiabas rápidamente, huyendo de mí como el mercurio. Fue una experiencia frustrante.

Todo pasaba a la vez. En el mismo instante sonreías, te girabas, mirabas hacia el frente; o llevabas traje, camisa y corbata; llevabas tejanos, polo y bambas… Indistintamente era invierno, otoño o primavera. No te recuerdo en verano.

Alcé la vista, desenfocandome completamente, alienándome de lo demás, intentando evocar un solo momento, un instante que pudiera retener… Y recordé. No una imagen, sino un sonido: el de tu risa.

Te vi.

Te recuerdo en Navidad, recortado contra las sombras de la noche, reluciendo la sonrisa en tus labios. Eso es lo que hay guardado en mi interior. Te busqué en el sitio equivocado. No estás en mi cabeza.

Así que espero me perdones, porque tiré todas las fotos: no te hacen justicia... Pero sabe que conservo la media luna de tus labios para los días amargos en los que deseo olvidar todo lo demás.

7/14/2009

¿Vacaciones? Sí, gracias

OMFG!

Estoy de un mal humor estos días que me subo por las paredes. Voy a tener que ponerle remedio el finde o en algún momento.

No estoy muy segura de a qué es debido, pero lo que sí es cierto es que ni yo me aguanto, y para que yo lo note... Estoy a la que salto por cualquier cosa. Creo que me irán bien unas vacaciones y desconectar del multiverso.

Tampoco ayuda que el libro que me pillara ayer, "Nocturna", tenga una puta mierda de traducción, y que me haya ido directa a Fnac a comprar el libro en inglés. No deberían dejar traducir a gente como ese personaje. Es un atentado contra la literatura.

Para colmo, ayer estaba en el tren cómodamente sentada disfrutando de mi libro, cuando se me sentó una pareja al lado con bebé chillón incluído. En momentos como este pienso en porqué no se aniquilará a la especie humana, o en su defecto, al menos porqué no los esterilizan. Y por si no fuera bastante tortura, tampoco conocían el concepto de "higiene" y tuve que aguantar el jodido hedor que emitían sus cuerpos, en un vagón donde el aire acondicionado brillaba por su ausencia.

Joder... Un día cojonudo.

Supongo que también debe contar que me he quedado sin las cenas de los jueves, o bueno, de algún día en la semana.

Se me hace bastante pesado eso de pasar por delante de una mesa vacía en la oficina, con su desocupada silla a juego... Pensando que en cualquier momento alguien vovlerá a sentarse en ella como si simplemente se hubiera ido de vacaciones de verano. Sé perfectamente que no es así. Que no está de vacaciones, que es un traslado y los traslados no tienen marcha atrás.

Es solo que... No me acostumbro.

No es que me lleve particularmente bien con todo el mundo, ni que me guste contarle toda mi vida a la gente que me rodea, cosa curiosa teniendo en cuenta que llevo un blog como el que llevo... Pero es que jolines... Con mi compi podía hablar la mar de bien. Y me reía, y me divertía, y me gustaba salir a cenar y yo qué sé...

Le echo mucho de menos y sé que no volverá.

Entiendo que para él es mucho mejor como están las cosas, y que debería alegrarme de que haya vuelto a casa después de siete años... Pero bueno podía no sé... Haber esperado siete más, puesto el caso...

Me arrepiento de la cantidad de mañanas que por orgullo no dije nada de bajar al desayuno.

En el fondo no es nada grave. Quiero decir: no se ha muerto. Solo se ha mudado como a ochocientos quilómetros. Siempre cabe la posibilidad de escaparse un finde de visita. Pero eso no quita que en el día a día, esa silla vacía me ponga de mala hostia y que intente pasar por ahí delante con pasos rápidos y decididos, intentando estar los mínimos segundos necesarios en la zona.

A veces pienso que en cualquier momento aparecerá como un fantasma y podré volver a llamarlo pequeño desagradable o a meterme con él. Tampoco me apetece mucho ir al restaurante porque no tengo ni ganas de ver la mesa donde cenábamos siempre. En fin.

Tengo ganas de coger las vacaciones y desconectar, y que cuando venga haya otra persona sentada ahí, en esa silla, para que aunque me enfade, no me sienta tan triste como cuando noto ese vacío en la oficina.

Debería ponerme a pensar en excusas plausibles para aparecerme por el norte.

7/09/2009

Retomando "El Equipaje" otra vez

Bueno, a la tercera va la vencida.

He retomado mi blog de "El Equipaje". Se actualizará con la misma frecuencia arrítmica que todo lo demás. Habrá días que me lo tome con humor y tenga ganas de recordar más que otros.

Mañana me encantará echar un ojo y recordar lo que ha leído a través de los años.

7/08/2009

Un poquito de cordura

A veces, echo la vista atrás. Como todo el mundo, supongo. Pero cuando echo la vista atrás, no veo el camino que quedó a mis espaldas. Me sigo viendo a mí, cada vez más joven, más pequeña, hasta llegar a la infancia.

Con todo, no es el parvulario lo que me gusta recordar, ni los primeros años de rojiza escuela, porque cuando yo era pequeña la vida del inmigrante extranjero era algo más complicada que ahora. Por aquel entonces la gente no te llamaba moro despectivamente: se conformaban con sudaca.

Los niños eran crueles, pero no se hablaba de bullying que está tan de moda. Simplemente llorabas esa maldad sin ponerle nombre. Porque tu vecina, esa que tiene como tú cinco años, acaba de pegarte en el estómago con la punta del palo de una escoba. Porque no eres española.

Recuerdo uno de los primeros veranos en el piso que alquilaron mis padres. Los vecinos rara vez te invitaban a una fiesta, pero eran amables a pesar de todo. Si es que por amabilidad podía entender que te pasaban unos delicados pastelitos a través de los barrotes del patio, en la distancia, como si fueras a contagiarles la peste, el tifus o una plaga de piojos. A veces agradezco esa frialdad. Quien sabe, igual se me hubiera pegado a mí su mojigatería.

Tampoco me gusta mucho recordar el instituto. Son cuatro años de mi vida en los que no estaba muy segura de quien quería ser. Recuerdo haber pasado por varias etapas hasta que encontré un trozo de mí misma. Pero como ya he contado alguna vez, yo no era de las populares. Yo era de esas pequeñas frikis raras con la nariz sumergida entre las hojas de algún libro.

Más de una vez pensé que yo era más lista, me jactaba de mi inteligencia, frente a la de esos pobres diablos que se escondían a fumar porros y colocarse con cola de impacto en los lavabos. Me daban francamente pena y asco. Supongo que era un escudo como cualquier otro. Con todo, el mío, era mejor.

Tuvieron que pasar muchos, muchos años, y alejarme mucho de aquel entonces para encontrar un poco de paz y un grupo donde estar a gusto. Pasaron tal vez seis u ocho. Era un grupo pequeño, de cuatro personas si me contabas a mí. Fueron muchos fines de semana y muchas noches de risas, con vacaciones de viajes. Una época feliz.

Supongo que fueron las hormonas, el efecto “patito” lo que hizo que me enamorara del primer apollardado que se cruzó en mi camino. Supongo que ayudó bastante que le gustara leer como a mí y que fuera inteligente. Supongo que la distancia ayudó también, porque le tenía idealizado.

A veces, echo la vista atrás hasta recordar esos días con una sonrisa. De cuando era más tonta e idealista.

No me arrepiento de lo que he hecho o he sentido, cada uno es como es y yo siempre he sido… Tenaz, por así decirlo. Aprendí muchas cosas.

Entonces, uno entra en el Facebook, y mira las fotos. Es en ese momento cuando empiezo a darme cuenta de la cantidad de años que han pasado. Y me quedo mirando un rostro que a pesar de todo, a veces me cuesta reconocer. Y pienso… ¿Será posible que yo…? ¿Será posible que tú…? Y no acabo la frase porque nos miro y no nos reconozco.

Es curioso porque los recuerdos seguirían igual de vívidos si me esforzara, pero si intento fijarlos es como intentar forzar la vista para ver esa silueta lejana que se recorta entre los rayos del sol, indefinida.

A veces hago un esfuerzo, intentando superponer esas imágenes en mi cabeza: mi recuerdo y las fotografías. Aunque sean todas de la misma persona no consigo hacer que encajen. El chico de hoy me parece tan mayor, tan maduro, tan serio… Nada que ver con el que yo veo en mi memoria.

Acabo divagando, y pienso que seguramente también yo he cambiado, y que ese cambio ha hecho que contemple el mundo con otros ojos. Quizás yo también soy más mayor, más madura, más seria.

Pero el caso es que a veces, no le reconozco, y que no me reconozco a mí tampoco.

A veces pienso si alguna vez le conocí, o si simplemente, todo era un espejismo que se desvaneció al rozar el aire caliente con la punta de los dedos.

A veces pienso si todos los recuerdos de mis vivencias, almacenados cuidadosamente durante treinta años, son así de volátiles, inconsistentes y cambiantes.

A veces, me pregunto si dentro de diez años, cuando contemple de nuevo todo el camino, desde la distancia, seguirá pareciendome tan borroso e irreal, con esas fantasmagóricas siluetas irreconocibles que se siguen recortando entre las sombras del tiempo.

7/02/2009

A un tenista retirado

A veces creo que simplemente te acostumbras. Porque las cosas son siempre iguales un día tras otro, y al siguiente… Así que das por sentado que nada va a cambiar y que todas las mañanas seguirás viendo a las mismas personas.

Piensas que llegarás por la mañana y verás a todo el mundo, contando los viejos chistes malos y poniéndote al día de los cotilleos. Piensas que tienes todo el tiempo del mundo y que no importa si una semana no te has puesto al día, porque ya charlarás la semana que viene.

Quizás es que no todo el mundo siente las cosas de la misma forma, igual que no todos pensamos tampoco de la misma manera. Porque abres tu corazón y compartes tus vivencias esperas que los demás hagan lo propio.

Piensas, cómo puedes haber pasado tanto tiempo con alguien cerca y haber hablado tan poco, y sin embargo te alegras de haber podido ser tan sincera. Incluso –tal vez- cuando no tocaba. Creo que algunas personas son reservadas y no están hechas tanto para hablar como para escuchar pacientemente, y que cuando consigues que te hagan partícipe de una parcela de su vida, puedes sentirte muy orgullosa. Sentirte, y estarlo.

Yo creo que echaré de menos esas noches de jueves, con las cenas en un italiano perdido de la mano de dios, al que se llega con sed y hambre después de haberte extraviado por las calles. Pero no importaba, porque la charla amenizaba los pasos al andar.

Supongo que ya no me reiré tanto en algunas cenas de Navidad. No es fácil sentirse a gusto con los compañeros. Y pocas veces esos compañeros se acercan a la categoría de amigos.

A veces, pienso, me hubiera gustado tener más tiempo para ver si un compañero puede transformarse en amigo.

Es demasiado reservado, pero debe ser parte de su encanto.

¿Quién me pasará ahora los capítulos de Heroes?

Es un torpe, pero le echaré algo de menos.

7/01/2009

La gota que colmó el vaso

La gota que colmó el vaso no fue de agua. Ni de zumo. Ni de café.

La gota que colmó el vaso, fue de aceite.

Y eso… Eso que me trastornó por completo.

Quienes me conocen, saben que soy una persona sencilla, relativamente tranquila, y muy agradable. Soy una persona bastante metódica y ordenada, sin llegar a los extremos de Jack Nicholson en “Mejor imposible”, pero tengo que reconocer que adoro las cosas simétricas y que todo esté en su sitio. Es una excelente manera de ahorrar tiempo buscando objetos en los rincones más insospechados que a alguien se le pueden ocurrir.

En ocasiones, cuando entro en un restaurante y me siento a la mesa, lo primero que hago es colocar de nuevo los cubiertos, y la reposicionar el vaso para que todo quede perfecto, como la estructura atómica de una molécula. Todo en su sitio exacto, porque si no será incapaz de funcionar. No, no son manías: son pequeños rituales.

Cuando contemplo algo que por ventura es asimétrico, entrópico, un escalofrío recorre mi columna vertebral. No es que me produzca lo que se podría catalogar como espasmo, pero me evoca la misma sensación molesta de la tiza chirriando histéricamente al arañar la superficie plana y lustrosa de la pizarra, o esa dentera del metal de los cubiertos al morder la porcelana del plato. Es simplemente desesperante. Y me desquicia. Igual que la suciedad.

En cambio, contemplar una escena ordenada, en la que todos sus elementos permanecen graciosamente en su ubicación, se me antoja un virtuoso cuadro de belleza delicada y exquisita. Incluso amansadora. Y si además está tildada con un aroma agradable, a limpio, envuelta en un halo de pulcritud, es una experiencia extática.

A pesar de lo que puedan decir las malas lenguas, me considero alguien tolerante. Es más: me atrevería a decir que no sólo me considero alguien tolerante, si no que a ciencia cierta que lo soy.

Sí. Porque una persona vehemente y quisquillosa, habría reaccionado de otra manera. Habría reaccionado incluso de forma violenta. Pero yo, que soy un ser humano moderado, comprensivo y transigente, puedo solventar casi cualquier contratiempo dialogando. Porque eso es lo que hacen las personas civilizadas. Éstas, además de dialogar, gozan de mantener íntegro su espacio y poseen el sano don del aseo diario tanto de su cuerpo, como de su hogar. De haber querido que la suciedad formara parte de mi vida, me habría ido a habitar un barrizal junto a una piara de cerdos. Evidentemente, no es el caso.

Y si hablamos de civismo, don de gentes, sentido común y facilidad para la convivencia, tengo que decir que son todas cualidades de las que la persona con la que yo compartí el piso carecía. Bien dicen por ahí que el sentido común es el menos común de los sentidos.

Quizás llegados a este punto, debiera hacer una matización. Porque erróneamente se podría concluir de todo esto que mi reacción fue desmesurada en contraposición a lo que yo consideré la afrenta definitiva, que de forma irrevocable zanjó la cuestión de la convivencia.

En realidad no soy alguien solitario. De hecho, disfruto de la grata compañía que es capaz de transformar con su conversación y presencia una cena insípida en el más agradable y delicioso de los manjares. Ha ocurrido en pocas ocasiones, pero a veces -y sólo a veces-, esa hora alrededor de la mesa manteniendo una buena tertulia me han reconfortado más que la misma hora volcada en la lectura.

Tengo que decir que a lo largo de los años, ya desde mi más tierna infancia, desarrollé una adicción mordaz por la lectura, hasta el punto de que hoy sería totalmente imposible para mí sobrevivir sin la compañía de esos silenciosos camaradas de papel y tinta que viven conmigo, y que seguramente mientras yo duermo, platican en voz baja entre ellos en sus estanterías de madera.

Tampoco se puede decir que reniegue de la convivencia, pero ésta tiene que ser fluida y cómoda. Armoniosa. Es tanto más sencillo cuanto más parecidos los caracteres de los individuos. Y desde luego, ayuda infinitamente el sentido común.

Aunque esa es la teoría, la realidad radica en que la única experiencia tangible que he tenido ha sido con esos volúmenes de historias que habitan en la casa. Por eso, probablemente ni mi mente ni mi sosegado espíritu estaban preparados para el cataclismo, la hecatombe, la catástrofe que asoló la casa en cuanto llegó Él.

Únicamente hay otra cosa en este mundo que me embarga tanto de orgullo como los libros, y es mi cocina.

Podría sobrellevar cierto desorden en el salón, podría sobrellevar que el baño se recogiera una vez a la semana, pero con lo que no puedo lidiar, es con una cocina sin recoger: grasienta, con cristalería y vajilla acumulándose sobre la encimera sucia o la pica sin orden ni concierto, como si fueran los cuerpos inertes y olvidados, desheredados de la casa, abandonados despojos que se amontonan después de su uso como si no tuvieran valor alguno, sin nadie que acudiera a rescatarlos de la suciedad y el polvo que se aglutinaban a partes iguales formando capa sobre capa en la que hasta hacía unos días era una superficie prístina y resplandeciente.

No. Puedo. Soportarlo. Es así de sencillo.

No obstante, jamás se me habría ocurrido que una aversión tal por la profanación del corazón de mi casa pudiera desgarrarme hasta el punto de arrastrarme irrevocablemente a la orilla de la locura y la enajenación mental, sacando lo peor de mí, toda la ira contenida que había permanecido oculta durante un mes, como una semilla maliciosa que va gestándose en silencio en algún recóndito lugar de mi paciencia, extendiendo sus diminutas y oscuras raíces que poco a poco iban afianzándose en mi interior, ganando terreno.

Allí donde fracasaron las manchas de huellas dactilares en los espejos, las bolas de pelos acumulándose tras las puertas de los pasillos, los papeles de bombones caídos detrás de la puerta de acceso a la habitación de invitados, la capa ocre y maloliente del inodoro del aseo, los rastros de cal en la mampara del baño; tuvo éxito el aceite, con su tacto viscoso, resbaladizo, que corrompió la tan pulcra vajilla con su desagradable rastro.

Y exploté. Porque yo que con tanta devoción cuido de mi hogar, que cada mañana recojo cuidadosamente la casa al anochecer para dejarlo todo preparado para la nueva jornada, y que a las seis cuando el sol apenas si despunta por la ventana, lavo amorosamente los utensilios de cocina que se utilizaron en el desayuno; tuve que contemplar cómo el aceite se había adherido a mis vasos, copas y tazas, a los cuencos, a los platos, después de salir en erupción de una sartén enfebrecida cuando descuidadamente alguien osó utilizar la cocina sin resguardar toda la vajilla limpia.

¡En qué cabeza cabe!

Así que esa mañana, podía notar cómo la rabia se acumulaba en mi interior inundándome, ahogando mi cordura, sacando a flote una necesidad primitiva de gritar, aullar y aporrear todo lo que se encontraba a mi alcance a falta de algo mejor a lo que maltratar.

Podía sentir el calor recorriendo mi cuerpo hasta incendiar mi rostro mientras intentaba recordar que soy una persona civilizada y que las personas civilizadas no despiertan al vecindario a las seis de la mañana a grito pelado, ni apuñalan a la gente dentro de su casa. Me obligué a recordar que los seres humanos renuncian a la violencia y dialogan.

Por más que al contemplar la profanación de mi cocina, lo único que me apetecía en ese momento era adentrarme como un tifón malhumorado en la habitación para huéspedes, hice acopio de lo que restaba de voluntad para calmarme; aunque mi cocina pareciera un lodazal, donde una manada de hipopótamos se hubieran dado un baño en aceite como si de un fantástico lago se tratara.

Cuando la calma volvió a mí, salí de la estancia con cuanta dignidad me quedaba, y sin desayunar. Me negaba a tocar un solo utensilio. Era nauseabundo.

Así que tomé una decisión civilizada: dejé una nota instando a mi poco afortunado compañero a recogerlo todo dejándolo impecable para cuando yo llegara. Porque eso es lo que hace la gente sensata: soluciona los conflictos dialogando. Aunque eso no quita que por más que sea una persona tranquila, agradable y tolerante, no vaya a recurrir al uso de la fuerza y los objetos punzantes la próxima vez que nadie se atreva a profanar mi santa cocina.

6/30/2009

Old habits die hard

¿Qué hace una loca como tú en un sitio como este?

Volver a casa. Eso es lo que hace.

Ahora que ya llevo un mes viviendo en el piso, y ya está todo más o menos en su sitio, menos la ropa, claro (estoy usando el viejo truco de meter todo en la lavadora e ir arreglando conforme sale limpia, para meterla en el armario); tengo algo de tiempo libre.

Tengo la rutina diaria bien establecida ya: me levanto a las seis, me arreglo, desayuno, recojo lo que he ensuciado de la cocina y la dejo toda limpia antes de ir al trabajo, saco la basura. Entonces cojo el tren, leo, llego a la oficina, trabajo y vuelta a casa en tren (leyendo cómo no), me hago la cena, reviso el mail, quizás leo o veo un capítulo de una serie o estoy en wow o similar.

Los fines de semana son para salir a bailar y morir en la pista, aunque también me tengo que hacer huecos para ver a la familia. De hecho este domingo pasado, me llevé la comida medio preparada en el bolso y fui a casa a ver a mis padres y mi hermano. Después estuvo genial porque jugué la primera partida de Arkham Horror en muchos meses, con Dereck, Meri y compañía.

Por cierto: ya soy la dueña legítima de mi primer conjunto de ladrillos. Eso de ver como te quitan un cacho de hipoteca de la nómina es una cosa rara. Después miraré en cuánto ha disminuido el capital que me han prestado xD Que será nada.

A veces es mejor no pensar, porque cuando lo haces, te das cuenta de cosas como que cuando pasen 40 años, no habré pagado el importe de mi piso, si no el importe de dos, por el tema de los intereses. El otro día eché un ojo a los intereses y es esperpéntico tomar conciencia de que lo que pagas de intereses es más del valor del piso.

Anyway...

Volviendo a lo de mi tiempo libre, que es aproximadamente una hora y media por las noches antes de ir a dormir, lo que suelo hacer es cotillear de tanto en tanto el WoW, que ahora ha pasado a ser una versión gráfica y fantástica del Msn. Vamos, que lo utilizo para ver si quedamos para cenar con la gente, o hay barbacoa, o salimos por ahí, o qué sé yo. El WoW se ha vuelto súper aburrido. Lo malo del asunto es que no tengo un juego alternativo que quiera ver. Me hago a la idea de que Diablo III tardará un par de añitos mínimo en ver la luz, y queda la esperanza de que en unos años salgo el masivo de Knights of the Old Republic y esté bien hecho. Mientras tanto a joderse.

El caso es que estaba tan aburrida que acabé en un foro pululando y encontré un nuevo proyecto de mud, y se me ocurrió preguntar. Me asignaron la traducción al castellano del manual.c xDDDDDDDDDD

¿Qué hace alguien como yo traduciendo un manual de LPC del inglés al castellano? El caso es que me hace mucha ilusión y es algo muy entretenido. Además, conforme voy traduciendo voy anotando aquellas cosas que en su día hubiera querido conocer para aprender a programar. Tengo muchos amigos que han intentado enseñarme LPC con poco éxito, pero porque a veces se olvidaban de explicarme cosas básica que eran obvias para ellos y para mí no lo eran en absoluto. Así que voy anotando todas esas gilipolleces. A la que consiga montar la web ya abriré el apartado del mud xD

Es curioso que en el mundo actual donde las tarjetas gráficas son ya de 1gb de memoria, lo que realmente me haga sentir como en casa es esa pequeña consola negra de comandos, con las líneas de texto correteando en la pantalla. Cuando veo un mud a veces tengo esa sensación de "no hay nada como el hogar".

En eso estoy ahora.

También tengo ideas que pululan por la cabeza para un par de historias. Quiero intentar escribir algo estructurado en capítulos, y que contenga más de un personaje. Veremos si lo consigo. Quiero hacer algo por el estilo. Por cierto,(y aunque es una gilipollez), el otro día me publicaron en una revista digital venezolana la historia de Estocolmo. Me hace ilusíón ver algo mío fuera del blog.

Es una suerte que cerca de casa haya un parque precioso donde ir a apoltronarse en un banco, para escribir al aire libre o leer.

Estos días hay tanto sol, que apetece mucho estar fuera de casa. Aunque si tuviera sofá a mi disposición, me podría dedicar a leer en el salón. Es increíble la cantidad de luz que hay, me gusta tanto que es la habitación en la que paso más horas cuando estoy en casa.

El tema de la lectura es... Madre mía, un dolor. Tengo tanto rato para leer, que devoro libros a una velocidad de vértigo. Antes, cuando no me tenía que privar de nada, podía estar comprando lo que quisiera sin pararme a pensar demasiado en el gasto. Ahora -y por los próximos meses hasta que me estabilice- la cosa no es tan así, y tengo que elegir muy bien lo que compro, para disfrutarlo y no lloriquear si el libro resulta un fiasco.

En las últimas tres semanas me he leído: "Harry Potter y el príncipe mestizo", "Harry Potter y las reliquias de la muerte", "Eclipse" (tercer libro de la saga de Twilight), "Breaking Dawn" (cuarto libro de la saga de Twilight). Ahora mismo estoy con "Assassin's Quest", de Robin Hobb; "Inkheart", de Cornelia Funke; pero principalmente he sido abducida por "Tamsin", de Peter Beagle.

Cómo adoro a este hombre... No me canso de leerle. Creo que hay autores a lso que les coges manía en cuanto tocas uno de sus libros, y después de haberte aburrido a muerte con una obra suya, te cuesta muchísimo darle una segunda oportunidad, o miras sus escritos con recelo. En cambio, hay otros que te ganan el corazón y esperas impaciente devorar otra obra suya. Esto es lo que me pasa con Peter Beagle.

Ayer estaba en Fnac buscando un par de libros para leer esta semana,y completar mi alimento espiritual del mes. Realmente iba derecha a comprar "El Nombre del Viento", de Patrick Rothfuss, porque Leo me habló muy bien del libro. Es muy curioso, esto de que tus amigos tienen el mismo libro que tú quieres comprar, y te lo podrían dejar perfectamente, pero existe una especie de afán de poseerlo y añadirlo a mi biblioteca, que me lleva a adquirirlo directamente. Seguramente las bibliotecas de mi colla deben ser bastante parecidas a la mía, con muchos títulos en común. Mal mirado puede parecer una pérdida de dinero, pero creo que si nos gusta el libro, ninguno de nosotros renunciará a adquirirlo simplemente porque el vecino lo tenga y te lo pueda prestar cuando queras.

Y cuando había cogido el tomo de "El nombre del viento", justo al lado lo vi... El único ejemplar de "Tamsin", solitario en toda la estantería, alejado de los demás libros de Peter Beagle que estaban en algún remoto estante. La cosa es que en Fnac están recolocando (otra vez) las secciones. A veces que te toqueteen todos los estantes es un estrés, pero bueno, como medio vivo en esa tienda, a los dos días ya me he reorientado a la perfección. Tiene su punto el volver a descubrir dónde está todo. Supongo que hace la visita a la tienda menos aburrida.

Así que me dirigí a la oficina con mis dos nuevos niños bajo el brazo, pero en el camino, sentí una cierta urgencia por leer "Tamsin". Miré el reloj, y aun me quedaba una hora antes de tener que estar en mi puesto.

Dentro de la Illa, hay una zona ajardinada con bancos. Me senté en uno y saqué a Tamsin de la bolsa. Empecé a leer con avidez, y no me decepcionó para nada. De hecho, incluso lamenté tener que volver a la oficina y dejar a Jenny y al Señor Gato encerrados en mi bolso, así que al acabar la jornada, me moría de ganas de sentarme en el tren y reencontrarme con ellos.

La semana pasada mi jefe me preguntó si no me arrepentía de haberme ido a vivir tan lejos de la oficina, pero realmente no me duele en absoluto, porque ahora tengo una hora y media dedicadas exclusivamente a la lectura. Es genial. Con el ritmo de vida que llevaba antes, muchas veces no me hacía el hueco para leer.

En definitiva, que me he vuelto una lectora compulsiva nuevamente, están renaciendo las ganas de escribir, y he vuelto al cómodo cyber-hogar que es el mud.

6/17/2009

Hambre

Tenía tanta hambre… Tanta hambre, que creía que me iba a morir.

Ya no quedaba absolutamente nada comestible.

Había agotado todas las provisiones que tenía a mi alcance, al igual que mis compañeros. Llevábamos horas despiertos, sin parar.

La sensación empeoraba con el tiempo.

Cada centímetro que el sol ascendía esplendorosamente por el cielo, parecía una burla y nos recordaba el cansancio que se filtraba en nuestros huesos.

No sólo el cansancio… También estaba el frío, esa sensación helada a pesar del día brillante y maravilloso que se mostraba ante nosotros, con el despejado cielo azul, y el exuberante verdor de los árboles que jamás alcanzaríamos a rozar desde aquí. Tan cerca, y tan lejos, en nuestra dolorosa esclavitud.

Las horas fluían en silencio, entre miradas disimuladas que nos lanzábamos los unos a los otros, deseando que en cualquier momento un poco de comida apareciera en el aire por arte de magia, algo que nos evadiera por un segundo.

Poco a poco, a los rugidos famélicos se unieron emociones poco gratas: molestia, rabia, desesperación, angustia, agresividad…

Aquellos que estaban acostumbrados al sabor del tabaco, se volvían más irascibles por segundos, ante la imposibilidad de obtener una pequeña dosis de nicotina adicional. Casi me daban lástima. Al menos, yo, tan sólo notaba que el hambre roía cada centímetro de mis entrañas. Mis manos no temblaban espasmódicamente con el hueco perfecto entre los dedos índice y corazón, donde ellos esperaban ver en cualquier momento, el menudo cilindro de papel blanco con su corona dorada.

Realmente, ¿desaparecería alguna vez este pesar?

Aunque era conscientes de que pronto llegaría el inevitable final –lo cual nos ungía de cierta felicidad y descanso-, y que de alguna manera nos sentiríamos libres aunque mañana volviera a comenzar otra vez todo de nuevo… No podía dejar de odiar el maldito aire acondicionado de la oficina, que me estaba matando, ni a la gente que paseaba más allá del cristal a cinco metros de mí disfrutando del perfecto día de primavera, ni podía dejar de maldecirme tampoco, por haberme dejado en casa el desayuno, junto al monedero.

¡Maldita sea!

6/09/2009

Me he mudado

Pues sí...

El día tres de junio dejé de ser barcelonesa para pasar a ser oficialmente una egarense más con residencia habitual en Terrassa.

Me acuerdo que el año pasado, cuando revisaba los propósitos de año nuevo y taché el "dejar de morderme las uñas" me pareció increíble. Era de esas cosas que -aunque pueda parecer estúpido- pensaba que jamás dejaría de hacer. Contra todo pronóstico, un día me levanté, me miré las manos y pensé... Joder, esto no puede continuar así. Y ya está. Ahora incluso llevo las uñas largas y una lima en el bolsillo. Acojonante.

Este año ni siquiera me digné a hacer un listado de propósitos.

En realidad tenía prácticamente todo lo que quería, y las pequeñas cosas pendientes, eran del listado de 2007. Así que no tenía muchos planes que cumplir antes de soplar las treinta y una velas en noviembre.

Pero es como se suele decir, ¿no? La vida da muchas vueltas: te cambia todo en un segundo... Y en esas me encuentro yo, que ahora vivo en Terrassa en mi propio piso, con la hipoteca a las espaldas.

La verdad es que fue todo muy rápido, como un flechazo.

Lo vi el 2 de mayo y el 21 ya estaba en mis manos. Ahora somos cuatro en la familia: los dos gatos, la hipoteca y yo. Mal mirado, si hay algo que sobrevivirá a mis felinos, va a ser la hipoteca. Increíble.

No siento nada diferente, aunque la verdad es que la idea al principio acojona mucho, pero si lo miras en frío, es casi como pagar el alquiler.

Ahora me tengo que levantar todas las mañanas a las seis, para venir a Barcelona porque sigo trabajando donde siempre. El látigo del tiempo golpea con más fuerza, y soy una nueva esclava del reloj.

Antes, si me dormía, todo se arreglaba con un taxi. Ahora no hay moral (ni bolsillo que soporte) para coger un taxi desde Terrassa a Barcelona. Pero todo es una cuestión de organización y cambiar un poco los hábitos para adecuarlos a mi nueva vida.

No han sido pocos los amigos que me han dicho que estaba loca yéndome a vivir tan lejos. La cosa es que si hubiera comprado el piso en la capital, hubiera tardado lo mismo en desplazarme hasta el trabajo. Al menos ahora vivo en un muy buen barrio de una pequeña, pero bonita y acogedora ciudad. Sigo estando en el centro del meollo, al lado de las tiendas, e incluso tengo una librería friki para los momentos de mono total.

Sin embargo, a pesar de que el centro debería ser bullicioso, comparado con Barcelona todo es más tranquilo. Tanto es así, que hoy incluso, al toparme en el bus con la caravana en el cruce Diagonal - Entenza, me quedé pensando "Es que esto allí no pasa ni en pintura", y eché de menos esa tranquilidad.

Los que lo han llevado peor han sido los gatos.

En la misma semana -y con dos días de diferencia- les tocó vacuna, revisión médica, peluquería y mudanza. Estaban de los nervios. Nunca les había visto bufarse, gruñirse, pelearse... Un estrés. Imagino que si yo estaba histérica con las setenta y cinco cajas de la mudanza en un piso de treinta y nueve metros cuadrados (teniendo en cuenta que solo lo veía de noche al volver del trabajo), ellos peor, que no podían moverse por ningún lado.

Me decidí a trasladarlos el sábado antes de la mudanza del piso, para que no tuvieran que estresarse con todos los muebles desmontados, el tráfico febril de cacharros y el vaivén de los desconocidos.

Ahora estamos los tres felices, en un piso de noventa metros, con un ventanal de cinco, y luz natural para aburrir.

Fue muy gracioso el primer fin de semana cuando se calmaron, ver a Rei caminar de una punta a la otra del ventanal, muy concentrado, mientras observaba algo en la calle. Al asomarme a su lado, me di cuenta que lo que hacía era perseguir un gorrión.

En el barrio de Barcelona del que éramos vecinos, no era una imagen habitual. De hecho ni siquiera había oído un pájaro cantar. Así que esa novedad le llamó muchísimo la atención.

Uno de los motivos por el que causó sensación la mudanza a un piso tan amplio, entre mi círculo, fue que soy la única propietaria y no voy a vivir con nadie -de forma habitual, lo que no quita invitados-. Prefiero sinceramente, vivir en un piso grande que me puede durar varios años, a uno chiquitísimo donde dentro de cinco estaré hasta la moral porque me quedé de nuevo sin espacio.

De todos modos, nunca está de más tener una habitación que puede alquilarse, por si no llegas a la mensualidad de la hipoteca, y no hay que perder tampoco de vista que aunque ahora no sea algo que me plantee, quizás mañana quiera tener familia (me estoy resignando a lo de "madre soltera"). Pues habrá que meter al nuevo en algún sitio.

En fin... Se me hace raro eso de caminar para llegar a los sitios dentro de mi propia casa. Tengo que caminar para llegar a la cocina, al salón, al patio... Antes estaba todo al lado de mi habitación, de lo chiquito que era... Aunque agradezco tener pasillo, porque en un futuro quizás no demasiado lejano, será parte de la biblioteca.

Me gusta. Me gusta esa tranquilidad, y aunque estaré hipotecada hasta los setenta en el peor de los casos, estoy muy contenta por haberme mudado.

Cuando atravieso la puerta, tengo esa cálida sensación de "estoy en casa". Hacía tiempo que no la sentía. Espero que me dure mucho.

5/12/2009

The Cut

- ¿No vas a decir nada? –pregunta.

De repente, todo en la habitación quedó paralizado, incluso mi propio cuerpo reaccionaba lentamente. Apenas era consciente de que estaba respirando: el tiempo dejó de existir alrededor.

Estaba sentado encima de ella, cara a cara, mis brazos apoyados en sus hombros, acariciándole la nuca con mis manos.

Mi cerebro procesaba las imágenes a cámara lenta. Podía ver cómo sus labios se movían lentamente mientras hablaba, mas el sonido parecía estar a años luz de mis oídos.

La conciencia volvió de golpe, con la dureza de un muro contra el que acabas de dejarte media cara ensangrentada después de colisionar a alta velocidad.

- ¿Qué quieres que diga? ¿Qué esperabas? ¿Qué me echara a llorar? –le respondí con voz átona.

- Te lo estás tomando demasiado bien –insiste-. En serio, pienso que es mejor que dejemos de vernos como ahora.

- Vale.

Con la conciencia a años luz de distancia aun, alejándose cada vez más en el espacio, “vale” fue la única respuesta que acerté a pronunciar. Tan breve y estúpida, tan conformista.

¿Qué esperaba que dijera? ¿Qué quería que hiciera? ¿Tendría que haber preguntado algo? ¿Había hecho algo mal? ¿Había algo que la llevara a recapacitar?

Ella me mira con incredulidad, como si la simpleza de mi respuesta escondiera alguna trampa. Espera en resignado silencio que explote en un ataque de ira, de pena, de algo que demuestre algún tipo de emoción.

No es capaz de comprender que no puedo expresar emoción alguna porque estoy muerto. Porque no siento. Porque me alieno. Simplemente admito lo inevitable de la derrota como el árbol sabe que va a ser consumido de inmediato por un fuego cruel y abrasador.

No siento nada. No soy capaz de sentir nada. No soy capaz de demostrar nada.

Sus ojos oscuros siguen clavados en la estúpida sonrisa que aparece en esa máscara que es ahora mi rostro. Está esperando que la despiece con preguntas que está dispuesta a justificar, con el guión tejido previamente en su cabeza. Anhela que la interrogue: “¿Hay otro hombre? ¿Me has puesto los cuernos? ¿Ya no me quieres?”

Después de todo lo que me he arrastrado, de todo a lo que he renunciado, de todo lo que he hecho, y a pesar de que pensé que carecía de ella, sobrevive un resquicio de dignidad.

No cambiaría nada que le pregunte. No quiero saber si otras manos acariciaron los pechos a los que solo yo tenía derecho tocar, ni si besaron sus labios, o acariciaron su cuerpo, ni susurraron nada a su oído. No quiero traicionar con preguntas la confianza que deposité en ella, porque, a fin de cuentas, haya alguien más o no, nada cambia.

Así que simplemente sonrío, y le respondo “Está bien, no pasa nada”.

No está convencida. Escruta mi mirada.

- Ya sabías que no era nada serio, y que tarde o temprano iba a acabar. Yo me agobio rápido, por eso sigo sola. Ya sabes.

- Me parece bien, no te preocupes –insisto.

Y sin embargo, yo la miro, ansiando poseerla, recorrerla con mis manos, oler su pelo, morder su cuello una vez más.

Ella accede a un último polvo después de “La Charla”. No ve nada de malo y acabamos en la cama. Nos reímos, como hacía tiempo que no hacíamos. Charlamos y me fumo un cigarrillo.

Me visto.

Nos despedimos.

“¿Nos vemos luego?”, pregunta ella. Es la fase “podemos seguir siendo amigos”. Y yo respondo: “Claro”.

Porque ella necesita oírlo, para sentirse mejor. Porque yo necesito decirlo, para creer. Así que pronuncio esas cinco letras baratas, y esbozo otra sonrisa con seguridad, mientras cierro la puerta tras de mí.

Al alejarme me doy cuenta que olvidé el mechero en su mesita. Vaya mierda, tendré que recordarle que me lo alcance alguna vez.

Sigo caminando, un paso tras otro, cojo el teléfono, llamo a los amigos. No quiero hablar de esto con nadie, pero me apetece estar acompañado. No quiero quedarme solo y reconocer que la quería. No quiero dejar fluir esa tristeza que ya aflora. No quiero correr tras ella suplicando porque soy fuerte, y lo sé... Aunque la sangre ya no me corra por las venas.