10/21/2009

Relatividad

Debe ser cosa de la lluvia, el día grisáceo, y el tiempo que me tiro en el tren. Hoy me he quedado pensando en la relatividad de las cosas.

Me imagino que la locura también es relativa. Me vengo a referir, que lo que a una persona le puede parecer una locura, para otra es algo completamente lógico y normal (aunque tal vez no sea habitual).

Supongo que debe ser un poco así con todo. Imagino que hasta un asesino psicópata debe pensar similar.

Pero yo me vengo a referir a las “locuras” que no hacen daño a nadie, las cosas esas sin sentido que hace el vecino y nos deja flipados, con cara de “no me lo puedo creer, qué estás haciendo, animal de dios, yo no hubiera hecho eso ni en pintura”. Algo así.

Por ejemplo, en mi oficina, si mañana apareciera con el pelo rosa, vestida de traje negro, con piercings en la cara y maquillada como una gótica, mi jefe sin lugar a dudas pensaría que estoy loca. Y no, no estoy loca, simlemente, soy diferente a él. Habrá un grupo de personas, quizás minoritario con respecto al total de la sociedad, que pensará que soy una persona muy normal y mi jefe es un carca, o que está tarado de la cabeza.

Si mañana apareciera delante de mis amigos, rubia, con la manicura perfecta, me hubiera operado las tetas, y fuera aspecto de actriz porno, también pensaría que estoy loca.

Supongo que loco es el que hace algo que nos choca, que está bastante alejado de nuestros cánones habituales. Algo que nos deja completamente descolocados y entra en el cajón de “lo que yo no haría jamás de los jamases, ni que me pagaran”.

Hablo de ese tipo de situaciones.

Hace años, cuando jugaba en el mud, no pagaba por jugar, claro. Era gratuito. Entonces salió WoW, y me fui a jugar “de pago”. Y los colegas de aquel entonces me llamaron loca, por pagar por un juego online.

En el mismo orden de cosas, hay quien compra oro online, para que sus personajes vivan felices sin tener que farmear… Y la gente les llama locos, “Ande va el loco ese gastando pasta por monedas virtuales”. Yo, lo encuentro normal. Esa persona valora tiempo contra dinero, y gana el tiempo. Si no tiene tiempo, compra monedas online.

Alguien ha incurrido en un coste de 50 euros para poder comprar 10.000 golds para jugar.

No es lo mismo importe que coste. ¿Por qué he dicho coste? Porque una cantidad de dinero, en sí misma, no tiene nada de relativa. 50 euros son 50 euros, aquí, en Madrid y en Bilbao. Sin embargo, el concepto de coste puede hacer referencia a mis preferencias, por ejemplo.

¿Qué son 50 euros para mí? Basura. Eso es lo que son. Una puta mierda, una minucia. No me voy a morir por cincuenta euros.

Sin embargo, para otra persona, ese mismo billete puede ser un mundo, el dinero que le dé de comer durante dos semanas o un mes.

Todavía conozco un caso que puede provocarle un paro cardíaco a más de uno. El chico aquel que compró una cuenta de Warcraft por 6.000.- €, porque tenía las dos espadas legendarias de Illidan, que en su momento era todo un logro.

OMFG! Seis mil euros… Pero qué enfermo… No veas el tío, ¿no?

Pues resulta que ese chaval era el hijo de no sé qué jeque de Dubai o algo así.

Entonces, la imagen cambia radicalmente, y las cosas hasta se entienden. Seis mil euros, cuando intentas hacerte una idea de la pasta que tiene esa familia (tu cerebro va a mil por hora y no consigues visualizar una cifra que se pueda aproximar mínimamente a la realidad). Pues es que para esa persona, seis mil euros importan menos que un chicle.

Pues sí, en eso venía yo pensando esta mañana.

El otro día, Rosa me estuvo comentando un poco por encima la historia de Barcelona, cuando edificaron con el Pla Cerdà, y cómo era la ciudad por aquel entonces, cuando Gracia, y barrios alejados al centro eran pueblos. ¡Pueblos!

Pero el tiempo pasa, el transporte evoluciona, la ciudad crece, y esos pueblos quedan integrados. Ahora se llega de Plaza Cataluña a Lesseps en quince minutos. No se ha acortado la distancia, simplemente, nos movemos más rápido. Distancia es relativo. Coste es relativo.

Quizás locura es, entonces, relativa.

Pongamos que yo quiero ir al cine. Hasta ahí, todo normal. Todo el mundo tiene amigos con quienes quiere ir al cine, ¿o no? Y haces planes para el finde. Pero resulta que la persona con la que quieres ir al cine es tu colega de hace mil años de Bilbao, por ejemplo… Y le llamas para decirle “eh tío, ¿vamos el finde al cine?”. Y él te responde… “¿Cóño, estás en Bilbao?”, y tú dices… “No, pero si quieres ir al cine, me subo”. Y entonces en la línea se produce un silencio incómodo… Y te responden… “¿Pero tú estás locaaaaaaaaa?”

Y me quedo flipada.

Porque, vamos a ver que yo lo entienda: hasta hace un momento, estábamos hablando del cine, no de mi cordura, que puesto el caso, yo estoy muy cuerda (lo normal, al menos). Y la cosa de ir al cine, parecía de lo más guay. Incluso, me preguntan si estoy en la ciudad… Y si estoy en la ciudad, la idea parece interesante y hasta factible… Pero yo digo, no, no estoy, pero voy para allí si no haces nada… Y ya ese detalle me convierte en loca automáticamente.

Curioso.

Porque, entonces estamos hablando de ¿qué? ¿Que antes de ir al cine tengo que comprar un billete de tren para subir a Bilbao? Aja… Entiendo… No veo el problema. Me parece perfectamente plausible comprar el billete y destinar parte de mi finde a leer y contemplar el paisaje por la ventana y jugar con la PSP o la DS, o usar el portátil o leer en mi ebook. Ah… ¿No está ahí el problema? Ah. Que claro, para ir al cine tengo que gastarme antes 80 euros en el billete de tren. ¿Y si resulta que para mí, ochenta euros es una puta mierda, o pienso que vale la pena?

El resultado es que tengo elevadas probabilidades de quedarme sin cine, si digo la verdad y no me planto en Bilbao tan campante de sopetón. En cuyo caso, estoy loca, pero una clase de falta de cordura que la gente puede entender con más facilidad.

Una vez, conocí una persona, que me invitó a comer en París. Me preguntó si hacía algo para comer tal día, y yo dije que no. Y me dijo: te invito a comer… Y yo respondí que vale, y pregunté ¿a dónde? Y me dijo, a París. Y pensé que me vacilaba, pero no, iba completamente en serio. Y no se me ocurrió que estaba loco, si no que molaba que te cagas. Y me pareció un detallazo de puta madre. Aunque resultara que sí estaba loco, pero a su manera.

Ojalá hubiera más gente loca por el mundo, o más capacidad de relativizar.

Qué coño me importa a mí irme a otra ciudad a ver una puta película, cuando cualquier cosa que se produce dentro de España, o Europa, si me apuras mientras llegues a tiempo en un avión y valga menos de 400 euros es aceptable.

Qué coño me importa a mí algo, cuando cualquier cosa que se puede arreglar por menos de mil euros es una soberana gilipollez.

Y mañana, cuando cambie de escalón, qué coño debería importarle a nadie, que me gaste seis mil euros en una cuenta de un mmorpg.

Yo solo quiero ir al cine, y ser feliz.

Por qué es aceptable ir al cine con mi vecino, pero si me quiero ir a Bilbao ya estoy loca...