1/20/2010

Pensamiento raro del día: café y especia

Me gusta mucho el café de Lavazza (de hecho, mil veces más rico que el Nespresso).

Ya no recuerdo cuándo fue, antes de vacaciones de verano, eso seguro. Cerraron la cafetería del Fnac de la Illa, donde desayuno muchas veces, y en su lugar apareció una pared de pladur y maderas.

Primero la pared era blanca impoluta, y tenía una puerta provisional. Siempre que pasaba por allí me quedaba la curiosidad de qué estarían haciendo.

Un buen día, decoraron toda la superficie con un cartel rojo que decía que iban a abrir pronto una cafetería Lavazza. Lavazza a mí, no me decía nada por aquel entonces.

Tenían que inaugurar el espacio en septiembre, creo. Llegamos a principios de octubre sin novedades, pero un buen día la pared desapareció, dejando ver una preciosa cafetería pseudo-fashion, decorada en blancos y rojos, con sillas que tenían un aire de diseño.

La superficie de la barra era muy curiosa, un cierto empedrado con una amalgama plástica que lo recubría. Peculiar. Desde luego, tenía un aire de "prohibitivo". Pero claro, yo tenía que probar la cafetería, no era posible que me hubieran desposeído del placer de salir de caza literaria sin poder degustar un café, o repostar buenas energías para volver a la oficina.

Lo cierto es que el sitio me encantó. El café me encantó, y el combinado de desayuno de café y croisant, está muy bien.

Hoy he aprovechado un segundo para adentrarme y comentar con Rafa mis impresiones de "El mundo sumergido", y me apoderé de un ejemplar de "El imperio del sol". Es divertido hablar con alguien de libros, y poder comentar las cosas.

Estuvimos comentando por encima sobre canción de Hielo y Fuego, sobre el escritor este, el tal Ballard, y Dune y Ender y compañía; y después recogí mi cortado.

La verdad es que el cortado estaba bastante caliente, y era muy espumoso (siempre tiene mucha espumita). Como no quería quemarme, se me dio por soplar un poco. Entonces, la espuma se desplazó y por una de esas se hizo un túnel, con una obertura detrás por la que salía el aire. En el momento me pareció divertido.

Volví a soplar a ver si se repetía el fenómeno, cosa que no fue así. Sin embargo, la forma en la que se separaba la espuma me recordó -no sé porqué- a la boca de un navegante cuando inhala dentro de su tanque de especia. Me di cuenta de lo absurdo de la idea, y me propuse pagar con tarjeta (cosas del directo, cuando estás acostumbrado a no llevar efectivo encima: me había quedado sin cambio).

Salí de las fauces de la Illa leyendo las primeras páginas de "El imperio del sol", como hago tantas veces que leo mientras camino para aprovechar mi tiempo "libre", preguntándome qué será la próxima cosa que imagine entre las miríadas de burbujas que flotan en la superficie de mi dosis diaria de cafeína.

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